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ADELA- PROYMAN1


RECUERDO A LA BELLA ADELA

La sabana tapa mi cuerpo, quedo pensativo, miro el reloj de la mesilla: las tres y media de la madrugada.

Adela duerme con ese sueño inquieto que desde que comenzó su calvario le hace descansar a medias, está en la cama de al lado con su respiración acelerada.

No tardara en despertarse, como todas las noches yo le preparo la pastilla recetada por el galeno.

Esta noche parece resistirse a despertar y me hace inquietar, enciendo mi lámpara de mesilla, desde que comenzó su enfermedad estoy con ella de día y de noche, mi dedicación me permite ver opaco el tiempo pasado.

La enfermedad de Adela había venido de pronto, sin anuncios previos y en pocos meses se había quedado inmovilizada en la cama, depende de mi para todo, como a una niña yo la desnudo para asearla y darle la comida, las medicinas cuando tocan y me paso las tardes leyéndole los libros que le gustaban y le recordaban otras épocas.

Convencido yo el primero de que la enfermedad es difícil para los dos, nos invadía el desasosiego que padecimos al ver que ese ser que era Adela se apaga poco a poco.

En un vuelo Bogotá-Madrid la casualidad hizo que nos sentáramos uno al lado del otro, doce horas de vuelo dan lo suficiente para que dos personas de la misma edad y desconocidas hablaran sobre muchas cosas y también comentar las nubes sobre las que volaba el avión.

Regresábamos a Madrid, ella había concluido un trabajo en la selva Colombiana sobre plantas autóctonas y yo había terminado una visita técnica a una planta de molienda de cereales.

En la cinta transportadora de las maletas nos intercambiamos teléfonos con el fin de vernos y tomar una copa en Madrid si nuestras obligaciones nos lo permitían.

Acabo en boda después de una convivencia que nos acercó para conocernos y explorar nuestras costumbres, salir a la luz nuestros defectos que los teníamos, nacieron dos hijos, varón y hembra en estos momentos aunque conocen la situación de su madre están alejados de nosotros por motivos profesionales, uno en Londres y la otra en Kenia responsable de una ONG.

El tiempo en nuestro matrimonio pasó muy deprisa, los hijos, el trabajo de ambos, después los años nos hicieron afianzarnos no solo como amantes si no como amigos algo difícil en estos tiempos.

El mazazo de la enfermedad trastoco todo en lo que habíamos planeado, viajes a países poco conocidos, experimentos con la cocina que nos gustaba a ambos y otras cosas que hubiéramos deseado hacer.

Mientras me vienen a la mente aquellos recuerdos me inquieta el que no se haya despertado, es hora de su medicación, no sé si despertarla yo mismo pero no quiero importunar a Adela.

Me pone en alerta su respiración agitada, no es lo habitual, me levanto y enciendo la lámpara de su mesilla, veo que sus mejillas están blancas y las pupilas dilatadas más de lo normal, no me gusta la situación y decido llamar a nuestro médico que al mismo tiempo que la está tratando es amigo personal.

Llego tarde ha dejado de respirar con un ronco sonido salido de su garganta Adela me ha dejado solo en este mundo.

Estoy frente a su tumba en el cementerio, cada sábado puntualmente y mientras me quede aliento las flores no le faltaran expuestas en su monumento funerario.

En la soledad de nuestra habitacion de siempre leo en voz alta el capítulo que dejamos a medias el día anterior a que me dejara solo en este mundo.

El texto trata de dos amantes que caminan entre plantas desconocidas sobre un puente colgante y debajo un rio caudaloso que les hace marchar cogidos de la mano como si fueran a librarse del peligro.

Hago recuento de mi vida y mi soledad después de perder a Adela, no soy de los que se emocionan fácilmente pero en este momento las lágrimas resbalan por mi rostro, me es imposible seguir, su recuerdo es algo que me traspasa el corazón, vivir sin Adela el mundo que vivo es como pasar por un túnel en el que no se ve el final ni la luz.

Todo es oscuro.

*




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