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Miré impaciente al reloj de la estación del tren que marcaba las 9:30. Contaba con el tiempo para llegar a la sala de conferencias del Hotel Honor, donde mi padre daría un discurso a favor de una persona cuyo secreto él desconocía.
«Debo detenerlo», repetía incansable mientras me abría paso entre la multitud.
Mi padre es el presidente de la Cámara de Comercio de la ciudad. Se codea con las figuras
más importantes del país. Su influencia, se dice, ha resultado en la elección de varios presidentes.
Hace dos días asistí a regañadientes a una reunión en la casa del candidato Roger
Lizardo a quien mi padre apoya. Mi padre me insistió en que fuera, me retó diciendo que debía hacer contactos. Según él, el éxito era más fácil alcanzarlo dependiendo a quien conocías.
Esa noche después de cenar me excusé para ir al baño, por error o por destino
llegué al estudio. Impresionada por la gran cantidad de libros, me asomé a dar un vistazo. Caminé observando uno a uno los estantes, hasta que llegué al que estaba detrás del escritorio, cuando me giré tropecé con la alfombra y torpemente tiré una caja metálica que estaba sobre la mesa. Varios papeles cayeron al piso, pero lo que me llamó la atención fue un libro con aspecto antiguo. Unas hermosas letras doradas adornaban el lomo, pero no distinguía lo que decía. Lo tomé para verlo junto a la tenue luz que alumbraba el estudio,
pero escuché la voz del Sr. Roger que se acercaba. No quería que me encontrara ahí husmeando y corrí por la otra puerta. Una vez me sentí segura, me di cuenta de que aún llevaba el libro en mis manos y me regresé, quedándome junto a la puerta apenas abierta para esperar se fuera y así regresar el libro. Entró a la habitación con una mujer, logré escuchar apenas el nombre de mi padre y vi que se dieron un beso, seguido a esto ocurrió algo que me dejó perpleja y que aún no termino de procesar. Cuando se vieron puedo jurar que su piel cambió a un color verdoso brillante, aunque imposible de creer lucía como escamas. Pedí un taxi y deje un mensaje a mi padre, pues no atendió mi llamada, diciéndole que me iba a casa.
No podía dejar de pensar en lo que había visto y trataba de darle sentido. El libro lo escondí bajo mi abrigo. Una vez segura en casa lo estudié con detenimiento. En la portada se leía «Lizardo una familia sin igual». Adentro tenía datos de cómo había sido su llegada a la tierra, capítulos enteros de como pasar desapercibidos a los ojos del hombre común, como alcanzar la cima y cambiar al mundo. La fase final, llegar a la presidencia, someter a la humanidad, y salir al fin de su escondite.
No daba crédito a lo que estaba leyendo hasta que lo dije en vos alta:
—¡Son reptiles! —
Me tomé unos calmantes y me fui a dormir. Al día siguiente quise decirle a mi padre lo que había visto, pero salió de viaje muy temprano. No sabía qué hacer y busqué en su escritorio algo que me ayudara a tomar una decisión. Solo pude encontrar una nota que decía:
“Apoyo a candidatura de Roger
martes 10:10 am
Televisora Visión”.
Llamé a mi mejor amigo Marcos, nos conocíamos desde niños y recién empezó a trabajar en la empresa. Cuando le conté mi descubrimiento, se quedó frío y sin dudarlo dijo que me ayudaría. Acordamos en encontrarnos en la estación del tren y de ahí salir a la televisora, detendría a mi padre antes de la conferencia, Marcos me ayudaría a convencerlo.
10:00 am. Estamos por llegar, no puedo quedarme quieta, Marcos me toma fuerte la mano para tranquilizarme. Entramos y nos indicaron donde encontrar a mi padre. Lo veo, está ahí, esperándome, me sonríe, lo logré, lo convenceré de que no lo haga. Le exhorto a que les diga a todos, debíamos aprovechar las cámaras, exponer mi hallazgo. El reloj marcaba ya las 10:10 am, están anunciando a mi padre, me apresuré hacia la cortina para salir al escenario cuando ambos me tomaron cada uno de un brazo y me lo impidieron. Creí que estaba perdiendo la cordura, el color de mi piel estaba cambiando a un color grisáceo, podía ver escamas en mis brazos, la piel de ellos era de un tono verde brillante.
Solo pude decir:
—Por Dios, soy uno de ellos—.
***