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Su humor tan funesto de aquellos días no era propicio para continuar. Ella le miraba con miedo, no fuera cosa que le pegara su desgracia e intentaba no arrimársele. Tan ilusionada que había estado al conocerle. Y ahora llevaban cuarenta días conviviendo bajo el mismo techo porque estaban confinados. Las circunstancias habían ocurrido así y no de otra forma. Obvió preguntarle qué le pasaba ya que la comunicación verbal entre los dos no era su fuerte. Creyó que ya no existía pasión, que su fiero deseo se había marchitado porque el frío se había colado en aquella habitación y había helado sus entrañas.
No sabía cuánto tiempo aguantaría en aquel piso de escasos metros cuadrados. Pensó que ojalá se encontraran en la finca. Allí tendrían terreno suficiente para entretenerse y cosechar, para que la tierra fecunda les regalara sus frutos.
Pensó en escaparse. Lo decidió en el momento en que bajó al supermercado a comprar provisiones. En la cola esperó un buen rato a que el cajero cobrara a los demás. Todos llevaban mascarilla y no pudo reconocer a nadie. La expresión de aquellos rostros apagados la hizo pasar la tarjeta rápido y salir de allí cuando le tocó el turno.
Con dos bolsas que no pesaban demasiado, se aventuró a andar hacia la finca. Era de sus padres, pero hacía tiempo que estaba abandonada. Recorrió el camino en soledad y se cruzó con unos alegres pajarillos que le indicaron que la primavera ya hacía días que había despuntado. Decidida siguió el recorrido de sus cantos hasta que llegó a su destino.
Una sombra salió a saludarla y reconoció a Ramón, el payés que había cuidado de aquella finca en su infancia. Según le contó y, siguiendo las órdenes de sus padres, se había instalado con su familia para evitar males mayores.
Aquella primera noche la pasó acompañada por aquellos que la consideraban una bienvenida. En la mesa, sintió un fogonazo cuando se reencontró con el primer nieto de Ramón. Hacía años que no lo veía y lo encontró muy cambiado. Ambos habían crecido lo suficiente para dedicarse aquel baile de miradas que dolían, pero a la vez aceleraban los latidos de sus corazones.
Tanta atracción contenida sintió en los próximos días que al fin ella tomó la iniciativa. Aquel joven bombero atendería a su llamada y se dejaría amar por su amiga de juegos.
Sin tiempo que perder, le besó plena en el umbral de aquella puerta entreabierta y le hizo entrar en su habitación. Allí ya no habría nadie que helara sus entrañas. El ambiente estaba más que templado y lo acabaron caldeando entre los dos.
Desde aquel instante, todo cambiaría. Ambos querrían aventurarse a comenzar una relación. ¿Se precipitarían? Ella sentía vértigo cada vez que se cogían de la mano. Él quiso creer que había hallado la mejor persona para poder convivir.
Pero a ella le quedaba una conversación pendiente. Desde el frío móvil, mantuvo una pequeña comunicación con su antigua relación para dejarle claro que no iba a regresar.
En verano, mientras frotaban el jugo de los tomates en el pan, se prometieron y lo hicieron público ante Ramón, su mujer y el resto de los familiares. Desde la sinceridad y la sencillez, ambos decidieron arriesgarse porque les quedaba mucho por vivir y que compartir.
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Hola Helena
Una bonita historia con final feliz, tras una pandemia que no está dejando tranquilo a nadie, y que ésta narración es lo mínimo que pasa, en las relaciones humanas.
Algunas observaciones ya te han hecho los compañeros. He llegado tarde y no quiero extenderme más.
Un cordial saludo y nos leemos el próximo (5)
Hola, Elena, llego tarde a tu relato, pero llego.
Un relato que comienza como un drama, parejo además a la pandemia vivida, pero que de inmediato cambia ese trasfondo a algo más agradable y sigue así hasta ese final tan bonito y lleno de esperanza. En estos tiempos hace falta de ella.
Me ha gustado mucho. Muy real y creible en los sentimientos, sobre todo en la primera parte. La segunda me ha encantado el calor familiar. Te felicito.
Un abrazo!
¡Hola, Helena!
Partiendo del complejo escenario social que ha provocado la conocida pandemia, te inspiras en una historia que puede ser la de muchas parejas, que tras el confinamiento logran darse cuenta del fracaso de la relación y la conveniencia de cambiar el rumbo de sus vidas.
La idea es muy buena como relato, aunque estoy de acuerdo con lo que Laura ya te ha comentado sobre la excesiva introducción y la confusión que produce en el lector el hecho de introducir una segunda parte de forma precipitada. Sería conveniente que corrigieras el relato, con el fin de que queda clara la estructura: introducción, nudo y desenlace.
No se aprecia la separación entre la primera parte y la segunda, falla…
Hola, Helena. Cuando he empezado a leer me parecía que se mascaba la tragedia. No sería extraño que en una mala relación el confinamiento creara el caldo de cultivo para ello. Pero todo ha sido rápido, nada menos que en la cola del super ha tomado la decisión y todo se ha precipitado. Estas cosas mejor hacerlas por la brava, agarras las bolsas de la compra y tiras para adelante sin volver la vista a trás. Me ha llamado la atención que "aquel joven bombero" no tuviera nombre pero que Ramón, su abuelo, se le citara tres veces.
Ha sido un placer. Un abrazo.
Buen cuento relatando algo que ha podido pasar durante el confinamiento que de alguna manera a todos nos puede pasar. Si la comunicación no era muy fluida con quien convivía hizo muy bien en marcharse si tenia donde ir. Otra cosa hubiera sido si no no tuviera cobijo, tendría que haberse aguantado como ha pasado y pasa a veces.
El relato dice que encontró otro árbol no se sabe si para bien o para mal.
Saludos soy PROYMAN1 tu vecino del 12 y me ha gustado tu relato confiando en seguir leyéndonos.