Adrián Locke Ostos, de ascendencia mixta, celebraba su cumpleaños número sesenta y cinco. Allí, en el reservado que le daba alojamiento, recibió el paquete anual de sus antiguos compañeros de escuela. Un elefante blanco en miniatura fue el presente que el grupo le enviara. Él sabía, por ser una práctica común entre ellos, que aquella pieza de material duro, parecido al marfil, contenía un mensaje implícito. En el lomo del bello animal aparecía su apelativo “Adrián”. Su nombre se veía grabado en oro y adornado con pequeñísimas piedras preciosas de colores y que además, fulguraban con lo que parecía ser brillo propio. La pieza que sostenía en sus manos fue objeto de un escrutinio exagerado de su parte. No encontró recodo alguno, que le marcara el origen de la brillantez de la pedrería, el receptáculo de las baterías jugaba con él a las escondidas. El sondeo visual de la ofrenda a boca-jarro, le cuestionaba el por qué recibía un niveo elefante de regalo. El aguijón de la curiosidad cumplía un cometido de tortura a su intelecto. De los varios regalos, que recibiera ese día de sus familiares, ninguno despertaba en él la curiosidad de saber el significado que, como obsequio, tenía. Para despejar la incógnita, Adrián, con exasperación decidió indagar el simbolismo escondido al regalar un elefante blanco. La solución la buscó en las redes. Le costó un trabajo enorme y una inquietud creciente el encender la computadora que dormitaba. Él la mantenía siempre en espera de consulta sobre su escritorio. Cuando por fin logró la conexión, escribió sobre la barra de búsqueda “significado de recibir como obsequio un elefante”. Como respuesta a su indagatoria se topó con infinidad de fotos plasmadas en la primera página. Allí, se mostraban elefantes ataviados de mil maneras y de llamativos colores, atuendos que se fueron adhiriendo con algo de desacierto a su entendimiento. Aunque, sin ser presuntuoso, Adrián podría aseverar que ninguna de aquellas imágenes en la pantalla poseía la belleza del regalo recibido. ¡Por Ala! Al fin, entre tantas muestras que aparecieran en la página, se encontró un Elefante blanco y oprimió la tecla “enter”. La información que le fue otorgada, le descubrió que dentro de la Mitología Hindú o de las costumbres en los países del sudeste asiático, se le consideraba un animal sacro. Un espécimen blanco de este paquidermo poseía cualidades que lo calificaban como bendecido. Con la calma adquirida, que desde un tiempo atrás le era propia, fue escribiendo los atributos que le parecieron importantes a su inquietud. A través de historias venidas de ayeres lejanos, indagó que, los Dioses de alegorías ya pasadas, hacían uso de un elefante albino como transporte al viajar por sus dominios. Las cualidades que, la sola presencia de aquel animal simbolizaba, eran numerosas. Adheridas al viaje de las divinidades mitológicas iban: la suerte, la productividad, La lluvia que los acompañaba siempre, las cosechas que rendían en abundancia. Además, al albo “colmillos de marfil” se le atribuían infinidad de bendiciones y de ser poseedores de sabiduría y paciencia infinita. Sus amigos sí que lo apreciaban. Mira que presentarle como regalo de cumpleaños aquella acrisolada efigie de un ente especial con tantas cualidades. Las propiedades imbuidas en aquel presente, eran dignas de los Dioses. Aquel animal, con todos sus atributos, representaba con convicción: el coraje, la paciencia y el temple muy de él, ante la adversidad. Todo esto plasmaba con exactitud la esencia de su propio yo, que lo impulsara en cada proyecto. El efecto grandioso, por lo recibido de sus amigos aquel día, pareció de pronto agobiarlo. La tristeza lo rebasaba: ¿cómo era posible que, en aquel hospital de salud, nadie valorara lo que sus amigos le reconocían? Allí, como jubilado, lo mantenían aislado con una computadora como única conexión al mundo.
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Hola Osvaldo, he estado un poco ausente debido a distintas situaciones que he debido afrontar en las últimas semanas, un traslado por cambio de residencia, una cirugía, mi tiempo de recuperación y ahora el encierro por el coronavirus. De entre todo, dispongo ahora de un poco más de tiempo y he decidido venir a leerte, pues siempre encuentro una historia sencilla que toca alguna fibra del proceder humano. Tu historia con el objeto, el significado del mismo y la situación personal del protagonista me hacen pensar en el transcurrir humano. Gran relato amigo Osvaldo. Un saludo muy especial a tus nietos Sofía y Leonardo.
Hola Osvaldo, quiero disculparme por la tardanza en contestar, no siempre disponemos del tiempo que necesitamos ¿verdad?
Acabo de venir de comentar al compañero Verso Suelto, y en un comentario tuyo le cuentas que por un accidente estás supeditado en una silla de ruedas. Lo siento mucho Osvaldo. Seguro que el cariño de los tuyos, familia y amigos, y también leer y escribir te ayudará.
Bueno, vamos a por tu Febrero, del que saco la conclusión del que el regalo del elefante, además de significar que los amigos se acordaron de él, ya el mero hecho de que se decidiera a desempolvar la computadora es todo un acicate, seguro que el gesto del elefante fue todo un detonante para sacarlo…
Buenas, Osvaldo.
Un relato con mucha información sobre un animal sagrado. Ha sido interesante de leer.
Me ha sorprendido la exclamación "Por Ala", Adrián Locke Ostos, de ascendencia mixta, ¿y musulmán? Puede haber musulmanes en todos los países y de todas las nacionalidades, pero me ha chocado mucho.
Un saludo.
Hola Isan Isan.
Desde que revisé el escrito recién enviado, me di cuenta de varios fallas y no las había comentado porque nadie pareció notarlas.
Solo que tú, atinadamente las señalas. Le faltó el acento a la palabra níveo, el título parece ajeno al desarrollo de la historia, y el hecho que los amigos no prestaron mucha atención a la condición de su amigo en un Hospital de salud.
El, título viene por ser febrero el mes de la amistad en México y que además Adrián celebraba su cumpleaños en este mes. En cuanto a los regalos eran obsequios que se habían repetido desde su juventud y conservaban la tradición. Ellos le reconocían su locura pero también sabían que…
Hola, Osvaldo.
Un relato en tu línea: Elegante (mira por dónde, se parece a elefante, protagonista del relato) en la dicción y con trazo fino. Pero con todo no la estaba viendo la historia que encerraba hasta que ha llegado la sorpresa final. Mal asunto empezar la jubilación en un hospital.
Te tengo que decir que me ha gustado el estilo y mucho, pero no tanto la historia ya que parecía que el elefante y su simbolismo jugarían un papel preponderante en su vida personal y ha resultado una ironía por las supuestas cualidades que encierran los elefantes blancos. No sé en qué pensaban los amigos viéndole en esa situación como no fuera levantarle el ánimo.
Respecto al título no…