Primero fui sonido fijo y circular, ese zumbido que se perdió con el infinito, solo el silbido de un dardo disparado desde el interior del cielo hacia las entrañas de la tierra. Pasé al lado de la estrella matutina como águila, surqué los húmedos senderos de la noche como serpiente, y cimenté mi reino en el lago de la luna, entre el tule, antes de que los pájaros trinaran con su voz de flauta en las ramadas de los árboles, de que el rélampago cimbrara las gargantas de las bestias.
Entonces la vida fluía como un arroyo lejano, los patos nadaban sobre el opaco espejo del lago y las abejas zumbaban en las flores. Yo vine desde el lugar doble, el único lugar que reconozco como padre, y de mi corazón brotó la música, la semilla y el habla. Celebré una danza delirante en torno a una gran hoguera y con la espina de un maguey sangré mi sexo, abrasado, negro por el mortal orgasmo. Bajé al Mictlán por un puñado de huesos y de fango; el hombre fue amasijo de todo esto, párpado del barro cocido, el merecedor del sacrificio, la felicidad y la tristeza de esta tierra.
Pronto el jaguar se presentó ante mí para hablarme de las intenciones del hombre, más yo no lo escuché, y dije: —¡Que haya amor en esta tierra! —pero no lo hubo.
Ése que construyó pirámides de conocimiento, taló los montes, quemó los valles... Me llenó de furia, y caí sobre sus ciudades con la fuerza de los huracanes, de los ciclones, de los terremotos, y quedaron destechadas todas sus casas; el tecolote tiñó su pico de rojo, los gusanos pululaban por las calles, las mujeres y los niños lloraban, tirando de sus cabellos, lamentaban mi ira.
Me calme. Quise verme reflejado en las aguas del lago, mas solo pude ver a mi hermano Teskatli´poka, ataviado con su sangriento penacho, y dije: —¡Que haya paz en esta tierra! —pero no la hubo.
—Es mejor que el hombre y esta tierra sean consumidos por el fuego y que de sus cenizas nazca un nuevo sol —los Dioses hablaron.
—Dejen a esta tierra a su suerte, en mí radica la fuerza de la fertilidad, de todo lo que se agita con vida. Yo instruiré a los hombres en el canto y en la cuenta de los días. Ellos son merecedores del sacrificio —me opuse. Había llegado a querer al hombre, así como se quiere a un ser pequeño que aún no sabe andar.
—Que sea como tu quieras —dijeron los dioses y partieron.
El quetzal hizo su nido en las fauces de la serpiente como símbolo de la última alianza entre los hombres y los dioses. El agua se disolvió en nube, la nube en lluvia, la lluvia en sequía, de la sequía nació mi canto y de mi canto brotaron flores. Les mostré a los hombres el sentido del sacrificio: arrancándole la vida a una liebre para poder comer, luego la elevé hacia la luna, donde quedó grabada su silueta para que el hombre nunca lo olvidara, y dije: —¡Que haya justicia en esta tierra! —pero no la hubo.
Yo también tuve que irme, estaba cansado. Así pues, me sumí en el ensueño llamado muerte: cerré los ojos y eludí el sentido de las magnitudes, esquivé el sentimiento del tiempo, pero nunca abandoné los deseos de nacer con nuevos horizontes...
Regresé. Después de mil gavillas de años, todo el tiempo que pasé en la oscuridad transcurrió en un parpadeo. Mi fuerza se había renovado, mi corazón estaba contento, pero encontré al hombre esclavizado por la maquina reloj, sumido aún más en su locura: hospedando escorpiones al calor de su pecho, degollando animales, contaminando los ríos y lagos, quemando valles y montes, legando a sus hijos todo su odio, y dije: —¡Que haya razón en esta tierra! —pero no la hubo.
Los Dioses ya son viejos, yo solo no puedo hacer arder a esta tierra, para que de sus cenizas nazca un nuevo sol. Y decepcionado en mi corazón, pienso en cuánta sangre y cuánto dolor pude evitar de haber dejado que el jaguar devorara al primer hombre que pisó esta tierra.
*
Hola, Eduardo.
Me gustó mucho tu relato, narrado en primera persona. Tienes maravillosos pasajes donde el lenguaje poético se pone al servicio de la prosa para una mejor expresión. Es una materia que tengo pendiente (una más entre las tantas).
Tengo que señalarte un par de detalles, nimios pero detalles al fin. Por supuesto, puedes realizar tu descargo con absoluta tranquilidad. Éste es un espacio de aprendizaje colectivo.
- "Ése que construyó pirámides de conocimiento, taló los montes, quemó los valles... Me llenó de furia..." creo aquí que hay una relación directa entre quien destruyó y quien se enojó, por lo que pienso que no debe haber ahí una oración (me refiero a Me llenó de furia,...". Incluso, luego d…
Sin duda tú eres Aristóteles y yo, uno que pasaba por aquí. 🙄
Celis:
Excelente relato poético.
Me encantó la forma de contar una historia simbólica/mitológica.
Lo único que me confundió fue donde dice: entre el tule... creo que seria entré al túnel...
Felicitaciones
Estoy en el 4 por si quieres leerlo y comentar
Saludos
Amadeo