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BASAJAUN - Isan - (R)


Cuentan quienes con él se topan en los montes de Euskal Herria que Basajaun, el Señor del Bosque, es grande como un árbol, cubierto de pelo de una tonalidad bermeja, andar pausado y envuelto en un manto de vaho de producción propia que desdibuja su silueta. Posee una prodigiosa fuerza capaz de lanzar enormes piedras de un monte a otro y su potente estornudo es el preludio de la tormenta. Los primeros pobladores del territorio lo conocieron vagando por los montes y bosques más recónditos y escarpados.

Basajaun se hizo protector de pastores y de rebaños. Cuando se acerca una tempestad o acechan los lobos, da gritos y silbidos que retumban en la montaña para prevenir a los pastores. Las ovejas, contentas con su presencia vigilante, hacen sonar sus cencerros en señal de júbilo.

Poseía los secretos de la agricultura, la molienda y la fragua. Los humanos querían aprender a cultivar el trigo, el uso de la sierra y de la soldadura para fabricar herramientas, pero Basajaun era muy celoso en guardar el secreto y no quería trasmitir estos conocimientos a nadie en quien no confiara plenamente.

Hace mucho tiempo, a Martín Txiki, un zagal muy vivaz, se le ocurrió una argucia para arrebatarle al terco gigantón uno de sus secretos.


—Papá, le voy a retar a Basajaun, le ganaré y el año que viene tendremos trigo en abundancia.


—¡Ay, Martiniko! Tú verás lo qué haces, pero, si te digo la verdad, dudo de que lo consigas. No sabes cómo se las gasta cuando de competir se trata. Ten mucho cuidado y no le irrites que nos viene bien estar con él como estamos.


Martín Txiki no se amilanó. Ni corto ni perezoso acudió a la cueva de Basajaun con el descaro y la inocencia de un mozalbete de nueve años.


—¿Qué hace este mocoso por aquí? Muy importante tiene que ser para aventurarse en el bosque y osar molestarme.


—Oye, Basajaun, grande te veo y fuerte me han dicho que eres un rato, ¿pero a que no eres capaz de saltar más que yo todos esos enormes montones de trigo de un salto sin tocar un solo grano?


Basajaun no es que fuera tonto, pero aquella propuesta descabellada no cabía en sus entendederas. Decirle que no era capaz de algo, era la mejor incitación a que lo hiciera, no consentía que nadie dudara de su capacidad. Era imposible que ese enano lo consiguiera. Se rascó durante un rato la cabeza después los sobacos, primero uno, después el otro, que era lo que hacía cuando pensaba; luego se dio unas palmadas en las nalgas, señal de que había tomado una decisión.


—¡Ja, ja, ja! Vaya con este mocete. Además de mocoso es osado. Jamás vi un humano igual. Creo que me voy a divertir un rato. Acepto la apuesta. Ya verás cuando pierdas: te voy a tener toda la primavera recogiendo perretxikos por Basaburua hasta que me harte de ellos y me salgan por las orejas.


Sin pensárselo dos veces, Basajaun saltó con facilidad todos los montones de una gran zancada.


—Ahí te quiero ver, valiente. Tómatelo con calma, no tengo nada que hacer esta tarde.


—Bueno… había pensado que… como tú saltas tanto, me dejaras tus botas porque son mágicas y así estaremos los dos iguales. Yo solo tengo unas abarcas…


—Ya digo, definitivamente este muchacho es tonto —respondió Basajaun entre grandes risotadas—. Ahí las tienes.


Martín Txiki se calzó las enormes botas y, como pudo, dio un salto. Como era de esperar cayó en medio del montón.

Mientras salía con las botas llenas de trigo, Basajaun se retorcía de risa por el suelo. Martín se despidió de él y salió de la cueva lo más rápido que pudo. Basajaun, cuando se dio cuenta de que se llevaba su mercancía, quiso correr tras él pero, descalzo como estaba, no pudo darle alcance.


Desde entonces, el pueblo vasco pudo sembrar, recolectar y moler el trigo para elaborar el pan. A este reto siguieron otros que siempre empezaban con “a que no eres capaz de…” Los ganó Martín debido a su ingenio y astucia, así aprendieron los oficios. Basajaun quedó contento porque le prometieron no molestarle en el bosque y dejarle de vez en cuando lo que más le gustaba: pan tierno de pasas, buen vino y pasteles de arándanos, frambuesas y moras.

Como agradecimiento al Señor del Bosque y para conmemorar la alianza, los vascos brindan en las celebraciones levantando en alto los vasos y gritando al unísono: “Basajaun”.




Nota del Editor:

Basajaun o Baxajaun, el llamado "Yeti Vasco", es el Señor del Bosque o el "Señor Salvaje": son unos personajes de la mitología vasca y aragonesa de prodigiosa talla y fuerza que los primeros pobladores de aquellas tierras encontraron habitando en los montes y bosques más remotos.

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