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Celebra la vida (C) - Laura - (R)


Luis permanece en cama. Se despertó temprano, como es su costumbre, cerca del amanecer, pero esta vez se queda acostado. Es su cumpleaños número noventa, y lamenta que no puede ver a su familia. Anhela ver a su último bisnieto, que nació hace unas semanas. Siempre lo emocionaron los bebés, lo maravilla su total y diminuta perfección. Quiere ver a sus hijos, que ya son abuelos ellos mismos, a sus nietos, a sus bisnietos, pero no podrá ser.

En la mesa de luz, entre varios retratos, está el de Amanda, su esposa, su compañera por más de medio siglo, fallecida hace varios años. Luis mira el retrato largamente.

Don Osvaldo llama a la puerta y entra, sin escuchar la respuesta. Está impecable como siempre, a pesar de la operación de cadera que lo obliga a renguear. Trae la bandeja con el desayuno. “Favor especial de la dirección” y completa con un guiño “Le dije a Leticia que es tu cumpleaños”, sacándole al fin una sonrisa algo descolorida. Es la eterna broma que hacen los residentes sobre la administradora, mujer madura y recta como solo alguien que ha sido directora de una escuela puede serlo.

En la bandeja hay una caja con sus dulces favoritos enviada por sus hijos y una serie de tarjetas hechas por los residentes. Luis reconoce la letra temblorosa de Rosa, los trazos puntiagudos de Lucas, los corazoncitos de Sara, la empleada de la limpieza... y se emociona. Todos han hecho grandes esfuerzos, pero él no fue a desayunar con ellos. Se siente avergonzado, está molesto consigo mismo. “No te preocupes,” le dice Osvaldo, “luego vamos”.

Un sol invernal entra por la ventana de la habitación mientras comentan las novedades. Al finalizar, van al comedor donde Luis recibe saludos de todos. Agradece las atenciones y comparte los obsequios, tratando de parecer más alegre de lo que se siente.

En la cocina hay un cierto alboroto, pero eso suele ser habitual. En distintos lugares comentan las novedades sobre la pandemia, encendiéndose acaloradas discusiones; la preocupación está presente en todas las personas.

Luis y Osvaldo se sientan en una mesita bañada por el sol e inician una de sus partidas de ajedrez, pasión que ha fortalecido su amistad a lo largo de los años.

—Ayer estuve en el jardín. Las plantitas de jazmines que hicimos gozan de buena salud. Esta primavera habrá que acomodarlas para que trepen.

—Mmmhh —responde Luis mientras mueve un caballo amenazando a la reina de Osvaldo.

Osvaldo rápidamente anula la amenaza y jaquea al rey de Luis con un caballo.

—Carajo! —suelta Luis, y trata de remontar la partida, pero ya es tarde. Unos pocos movimientos más tarde, finaliza.

Hacia la tarde aparece un técnico que se atarea con varios cables en el televisor del comedor. Luis, algo alejado del resto, apenas se interesa en lo que hace el muchacho. Algunos residentes salen a caminar, otros escuchan las noticias, o realizan alguna actividad, Luis se sienta algo alejado. Tan solo desea que ese día termine. Ya todos lo saludaron y le dieron sus obsequios, no hay nada más.

Luego de la cena se irá a su dormitorio a continuar escribiendo sus memorias, pasión recientemente descubierta cuando rememoraba su vida. Desde entonces escribe cada noche. Ha interesado a algunos residentes: “Todos hemos vivido, cada historia es única”. Pronto nacerá el Libro de las Historias Vividas, obra de todos.

De pronto su celular suena, todos quedan expectantes. Y la magia sucede. Poco a poco la pantalla del televisor se llena de cuadros hasta que aparece toda su familia, cada uno desde su casa, pero todos compartiendo el video llamado, todos compartiendo su cumpleaños. Luis se emociona, jamás lo hubiese imaginado.

Osvaldo va hacia el piano ubicado en un rincón del comedor. Lo estuvo reparando para ese día, aunque no quedó como quería. Pasea sus dedos por las teclas hasta que, como jugando, surgen los conocidos acordes, y todas las voces se unen en una sola. Nadie queda fuera de la fiesta.

Esa noche, en su habitación, Luis escribe, su corazón, libre, se vuelca en palabras. “¿Recuerdas, Amanda? Decías que la vida siempre se reserva una sorpresa, y, como siempre, has tenido razón una vez más. La vida es maravillosa, siempre da otra oportunidad.”

Una suave claridad inunda las habitaciones; todos descansan en paz. Por primera vez en mucho tiempo las personas que allí viven no se sienten tan solas. Jóvenes y mayores, familiares y amigos, cercanos y lejanos, todos participaron en una nueva celebración de la vida.


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