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Niños de chubasquero amarillo. Salen felices del colegio dispuestos a saltar en los charcos con sus botas de agua.
Miro por la ventana y sonrió, recuerdo cuando era yo la que saltaba en los charcos. Aunque mi madre no me dejaba.
Veo a una madre reñir a una niña. Lleva el chubasquero amarillo del colegio, pero tiene unas alegres botas con triángulos morados y azules.
«Vaya, a ella tampoco le dejan saltar en los charcos».
Me giro, el café está hecho. Aspiro el rico aroma de café y avellana, remuevo un poco la espuma con la cuchara. Sentada junto al ventanal de la cocina doy el primer sorbo. Las gotas de lluvia echan una carrera sobre el cristal. Apuesto para ver quién gana mientras saboreo el café. Me gustan las tardes de lluvia. Son para mí. Para la reflexión y el descanso. Para leer e ir a mundos donde pueda llover o brillar el sol. Para dibujar trazos sobre el papel. Vuelvo a dar un sorbito a mi café. Tardes de lluvia y café. Tardes de libro y dibujo. Tardes para mí y para ti.