Son las once de la mañana y de acuerdo con el horario establecido para gente mayor, salimos a la calle por primera vez después de dos meses de confinamiento. La pandemia que nos ha caído encima por el desbordamiento de tanta alegría jugando con nuestra querida Gaia, que se cansa de aguantarnos como tantas veces lo ha hecho; unas por falta de higiene y oliendo a cerdo, otras por jugar a las guerras con tus hermanos y otras, por creer a pie juntillas y el cerebro descolocado con historias milagreras que no es fácil conseguir: cómo lograr un puesto de trabajo, cómo lograr una vivienda que no te la requise el Banco, o tener una novia para casarte con ella o al menos vivir arrejuntaos.
No tengo ni pizca de alegría por salir; bueno, mi mujer sí, quiere ir a la peluquería, aunque la pandemia nos fastidió para ponernos guapos en nuestro aniversario de bodas que estaríamos con la familia, y nos hemos tenido que conformar con video llamadas --¡y sin regalos!--Merecimiento justo por los sesenta y dos años juntos desde los tiempos de la televisión en blanco y negro con un solo canal, y ahora en color pero con programas que no están a la altura de nuestra forma de ser y pensar. No hay emisora que no compita con los mejores platos de cocina y gente que explica con total desvergüenza y vende su vida, por un momento de gloria.
La cultura brilla por su ausencia, ya está bien algunos concursos que ayudan a recordar al mismo tiempo que instruyen pero no es suficiente. Siento que el confinamiento me molesta, tengo rabia, quizá influya el no estar con la familia, los nietos, los Clubs de Lectura, las bibliotecas cerradas. Tengo que tirar de libros de la estantería, porque no disfruto leer por E Book, me gusta el contacto del papel y tratar de acortar el tiempo y no pensar en mi amigo que se fue.
Ataviados con los utensilios necesarios de mascarilla, guantes y el bastón con empuñadura de color verde jade, vamos a probar suerte y con optimismo que la peluquería esté abierta y haya podido aguantar el fuerte embate de la rueda del infortunio.
En el trayecto veo con cierta aprensión, la extraordinaria situación con los comercios cerrados, la ausencia de las terrazas de bar, el silencio de una gran ciudad huérfana de coches, algún que otro viandante irresponsable con la mascarilla como corbata, mi pensamiento y dolor giran en torno a mi querido amigo de la infancia, José Luis, fallecido hace unos días por la moda de morir actual, aunque en su caso y algún otro similar, su hijo me explicó que en la residencia donde estaba alojado, por temor a un posible contagio –él mismo como médico accedió visto su estado-- a que le retiraran el oxígeno que tomaba últimamente las veinticuatro horas del día por insuficiencia respiratoria y colaborar con su espacio y medios para otros enfermos. El abuso del tabaco en la vida también le ayudó a perderla.
Una decena de mujeres que se pierde en la lejanía debido a la distancia requerida esperan que les llegue su turno ante un letrero que avisa: “Tienen preferencia las personas mayores o que tengan algún problema de movilidad”. A mi mujer, a la señal de que me acerque su oreja le digo que, por lo que veo en la cola parecen más jóvenes y además no llevan bastón.
Hace servir el palo como puntero y le dice a la dependienta que ella por edad tiene preferencia. A mí me falla el oído, pero a la mujer que está primera no, y sus gritos hace que las demás rompan filas y sin temor hacen piña en la entrada. Mi actitud es de idiota, me separo del grupo reculando hacia un árbol para evitar un contagio de guerra y espero en silencio a que llegue su turno para y ser atendida: Próximo jueves a las dos de la tarde; con mascarilla, guantes tarjeta de crédito y el bastón; este a su libre albedrío.
Mañana será mejor… es posible, y esta aventura del Covid19 pasará a la historia como una más a ojos de nuestros descendientes, comentando las cifras de muertes al mismo tiempo que hunden la cuchara en la sopa.
Hola, El Chaval:
Me ha gustado tu propuesta. Me parece que tu protagonista ha radiografiado la sociedad con la contundencia y la puntería que solo la experiencia puede otorgar. Y todo ello explicando una historia, por desgracia cotidiana, que se fusiona a la perfección con el análisis del protagonista. Todo ello muy, muy bien escrito.
Te felicito.
Un saludo
Mario
Hola chaval. Antes que nada agradezco tu interés en leerme y a palomar.marqueta por darte la información. Tu relato me gustó mucho. Las descripciones son “muy descriptivas”, valga la redundancia. La lectura es ágil, lo que hace que al terminar te quedes con ganas de seguir leyendo, lo cual no es cosa fácil de lograr. Solo te recomendaría, como lo han hecho otros, que acortes algunas frases con puntos o comas, pues su lectura se hace un poco cansada. Esto no le resta mérito a tu excelente trabajo. Enhorabuena, un abrazo y a seguirse cuidando.
#yomequedoencasa
Hola El chaval: me decías que no sabias quien es Jesús Félix Gómez, es el nº 18. Firma con el pseudonimo de A BERUMEN. Le pasa como a mi que tengo doble personalidad en este blog. Hasta pronto.
Buenos días El chaval: Me ha gustado mucho tu relato.
Cuando dentro de unos años recordemos todo lo que estamos pasando nos parecerá mentira la cantidad de normal que hemos tenido que aprender cada día y a veces, contradictorias a las que habíamos aprendido el día anterior. Es verdad que el hombre se acostumbra a todo.
Describes el estado de ánimo y las anécdotas de nuestra vida cotidiana muy bien. Enhorabuena.
He leído un comentario tuyo en mi relato (nº 20) y no he entendido lo que quieres decir, si eres tan amable de explicármelo te lo agradezco. Dices:
“Hola Menta
En primer lugar gracias por pasarte por mi texto de Retoliterautas, no tenía costumbre de contestar en este modelo,…
Buenas tardes El Chaval:
Has descrito, muy bien, unas escenas que por desgracia nos son muy familiares. El proceso por el cual lo insólito y extraño, a fuerza de uso, termina convirtiéndose en cotidiano. Esta evolución la hemos asimilado cada uno como pudo, pero si miras al rededor observas un gran común denominador: la normalidad de lo raro.
Estos cambios tienen que ver con la adaptabilidad del ser humano a nuevas circunstancias y se han producido siempre, yo también prefiero los libros en papel, pero he de reconocer que el libro electrónico también tiene sus ventajas...otro soporte al que nos acostumbraremos a fuerza de vivir.
Salud.