Se levantó a la madrugada, no lograba conciliar el sueño, una serie de pensamientos lo habÃan afectado. Las noticias de las últimas semanas no eran tranquilizadoras. La guerra se estaba expandiendo por el mundo y un sentimiento contradictorio lo invadÃa. Por un lado, sufrÃa con las imágenes que se proyectaban en las diferentes cadenas televisivas y en los videos de YouTube. Le dolÃa ver familias enteras dejando sus casas, lanzándose a la vÃa en búsqueda de un refugio, los niños aferrados a las manos de sus padres, con rostro de pánico. Pero a su vez, un monstruo interior, inducido por la codicia, hacÃa que mirara con cierto morbo las noticias que hablaban de recrudecimiento del conflicto, porque asà obtenÃa mayores ganancias con sus inversiones en petróleo y oro.
Fue a la cocina, calentó agua, puso una cucharada de café y dos de azúcar en un pocillo, vertió el agua y un delicioso olor a café, recién hecho, ocupó la cocina. Sintió una gran satisfacción, en tanto recogÃa los periódicos de debajo de la puerta y se sentaba en la sala a leerlos. Los titulares hablaban de guerra, frunció el ceño, le molestaban las fotos que traÃa la prensa: un hombre impactado por un artefacto bélico, con la piel desgarrada y dejando entrever los huesos de sus piernas destrozadas por la explosión de un mortero. Desde una terraza otros habitantes del poblado, enarbolaban una bandera del paÃs con el sÃmbolo de la paz superpuesto, la cual agitaban de manera nerviosa, mientras vociferaban algunas consignas.
Abrió el periódico en la página de los negocios, miró las cotizaciones de sus inversiones, sonrió y el espÃritu siniestro lo regocijó por un momento con la guerra, pero de inmediato tornó a su estado de tristeza por lo que vivÃa ese paÃs invadido. —¡Malditos!, ojalá les cobren su brutalidad. ¿Será que me estoy volviendo tan insensible como los invasores? —regañó a ese que le hablaba desde adentro, lo confrontó duramente, pero veÃa que desde lo profundo alguien lanzaba una sonora carcajada. —Se burla de mÃ, pero tengo que controlarlo, no puede ser qué por ganarme unos pesos, me ponga del lado de la guerra y menosprecie el sufrimiento de tanto ser humano. —Le dio un sorbo a la tasa de café y con manos temblorosas encendió un cigarrillo.
Sentado en la biblioteca de su casa en el computador buscó en yahoo finance y analizó como serÃa la apertura de la bolsa. Sonrió, tanto el oro como el petróleo, subÃan de manera vertiginosa. Un titular anunciaba como estos precios tenÃan un alza inusitada, debido a la guerra. De nuevo, esa voz que le hablaba desde adentro se dejó sentir y lo llevó a mirar las últimas noticias en YouTube y las de los analistas de Bloomberg. Leyó los artÃculos y miró los videos, querÃa luces sobre como evolucionarÃan sus inversiones en el futuro inmediato y que decisiones tomar al respecto. Sintió como su mirada de los acontecimientos se tornaba frÃa y calculadora. Se detuvo desconcertado ante su actitud, se estaba dejando llevar por ese diablillo maligno metido en su conciencia, harto de codicia, y otra vez lo increpó.
En la mañana su esposa se sentó a su lado y él le comentó lo que le estaba sucediendo. Ella muy tranquila señaló:
—Todos llevamos esos genios metidos muy adentro y tenemos que controlarlos, no dejar que ellos manejen nuestras actitudes y acciones.
—Es muy fácil decirlo, pero ponerlo en práctica se hace difÃcil, a cada momento se manifiesta, aunque no dejo que se me imponga, peleo con él —lo dijo confundido.
—Esa debe ser la actitud, no dejar que tome el control. Apártate por un tiempo de tus inversiones, mientras se supera esta crisis y verás como deja de atormentarte.
—No puedo dejar mis inversiones sin hacerles seguimiento, eso serÃa un error, tengo que gestionarlas a cada momento —se notaba molesto.
—Entonces no leas ni busques noticias sobre la guerra.
—No sabes del negocio. Esa es una variable fundamental para la toma de mis decisiones de inversión. Todos los analistas lo hacen. Cualquier variación en ese campo, originará que cambie el comportamiento de mi portafolio. No puedo dejar de mirar esos hechos, serÃa una gran equivocación. Debo separar los sentimientos frente al conflicto y las decisiones sobre mis inversiones —lo dijo con duda.
Se quedaron callados mirando el computador que ahora comenzaba a parpadear de manera acelerada, el mercado parecÃa enloquecido ante los acontecimientos, cada uno con sus pensamientos puestos en lo que acababan de conversar.
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