Él no fue el primero, pero poco importaba eso. Ella siempre quiso saber si realmente estaba enfermo o era un malnacido. Cansada ya de vivir con la impotencia de no ser ni de sentirse viva. Cansada de mirarse en el espejo y no verse. Cansada de recoger sus propios escombros a diario.
Ella rehuía su mirada que le perforaba el alma. Esa herida tan ancha que no se llenaba ni con un mar de lágrimas de miles de noches en vela, de sueños a trompicones. Sueños en los que las estrellas estaban oxidadas, las flores secas, los pájaros mudos, los niños tristes, las mujeres quietas proyectando sombras que bailan…
Jamás imaginó que la persona a la que amaba le pudiera tratar así. Nunca le puso la mano encima. No hizo falta. Temía sus ojos, temía sus palabras. Los ojos no golpean, ni las palabras. Pero matan.
Nunca pensó que todo lo que le hizo enamorarse de él desapareciera tan pronto, que siempre acabaría cada día llorando, que terminaría por hacer suyas las ideas de él y sus pensamientos.
Ella se esforzaba al máximo en intentar que todo pudiera volver a ser como antes. Seguramente mejor que al principio. Se moldeó para él, pero nunca era suficiente. Todo iba a peor. Todo era lo contrario de lo que él prometía. Cada vez más humillaciones. Los gritos más constantes, más precisos, más cortantes.
Y así día a día, año tras año, maldito reloj. Cada vez más lejos de su familia, de sus amigas, de sus hijos, porque la quería sólo para él. “La gente es mala y no hay que escucharla; sólo quieren el mal para ti, no como yo”, le decía.
Y él lejos de parar su apabullante y constante denigración, la martilleaba con sus defectos señalándoselos continuamente, ocupando su ya opaco cerebro en la idea de que no valía para nada. Un ensañamiento atroz, un goteo que no cesa y taladra el alma. Y así Pigmalión llamó a su puerta un día y se quedó con ella para siempre.
Sintió que todo era su culpa, que todos los problemas los provocó ella, que ella era el problema. Ella ya no era ella. Consumida, anulada, sin deseos propios, sin posibilidad de tomar decisiones, perdida en su mundo, desconectada de sus sentimientos, actuando en contra de sí misma. Un títere. Una muñeca rota.
Mientras, él hacía cuanto le venía en gana, disfrutando con esa sonrisa de sádico con la que la miraba cuando lloraba o se humillaba ante él.
A veces el cerebro de ella le jugaba una mala pasada recordando sólo lo bueno de la relación, alargando aún más si cabe su agonía y haciendo que bajara la defensa, desguarneciendo su desvencijado castillo de princesa. Los arrepentimientos cariñosos de él también hacían mella, dejándola después tan confundida como un niño sin cumpleaños.
Más de una vez quiso escapar y no supo cómo. Quiso escapar y no supo dónde. Donde quiera que hubiese ido él la encontraría. Fantaseó con volar hacia un lugar muy lejano, un lugar que no existiese, para que él no pudiese llegar. Ni él, ni sus ojos, ni sus palabras, ni su cruel mirada.
Cambió varias veces la cerradura de la puerta, pero él tenía la llave de sus sueños. Y, a pesar de todo, quiso seguir soñando. Ella lo quiso tanto… Lo quiere aún.
Así transcurrió la vida de Ella, ya octogenarios los dos. En la residencia donde está Él tienen un jardín muy soleado, donde se come las madalenas que las tardes de visita Ella le ofrece. Él cree que es su madre quien se las da y a Ella no le importa hacer ese papel. El Alzheimer ha desdentado al león; un león huesudo y calvo y Ella no tiene un corazón de ébano.
*
Hola Moldy Blaston.
Estupendo relato. No sólo has escrito a la perfección, has dibujado sentimientos de frustración y rechazo en el lector hacia semejante situación.
Me ha gustado la idea de poner los pronombres como nombres propios.
Con Él y Ella en mayúsculas pones nombre a todos los Él y todas las Ellas, sin dejar a nadie en ese olvido atronador.
Un abrazo. Vibe(13)
Hola, Moldy.
Un relato escrito desde el sentimiento contando un drama que da mucha tristeza y rabia por partes iguales. Lo digo por la actitud de él por un lado con esa sonrisa cínica y la de ella por otro totalmente sumisa y sin capacidad de reacción. Yo no diría que es amor, es dependencia. Después de toda una vida de desprecios, ella le cuida en su enfermedad y él le sigue respondiendo con el peor desprecio que es no hacer aprecio. Desde luego habría que inventar un cielo para esta mujer porque en esta vida no ha tenido ninguna oportunidad de nada.
Un par de apuntes para revisar. En el párrafo que empieza con “así transcurrió la vida…” hay…
Hola Moldy Blaston.
Narras con mucha fuerza, utilizando frases cortas, encadenadas la una a la anterior. Muy buen recurso, apropiado para la realidad que muestras.
Me encantó la siguiente expresión: Cambió varias veces la cerradura de la puerta, pero él tenía la llave de sus sueños.
Mis saludos
Laura (este mes no participé)
Hola Moldy Blaston
Bien tratada la narración de una mujer que no ha sabido o no ha querido salir de una situación de maltrato.
Creo que falta un poco de descanso en la narración de los atropellos que recibe, y centrarse un poco en como era El en su trabajo profesional o en el trato de los hijos, ppor ejemplo
No se quiera ver, que no condeno el maltrato a las mujeres y sus asesinatos, como estamos viendo demasiadas veces. Estoy tratando de dar mi opinión a lo escrito, y también creo ver que era una mujer débil que acaba trastornada hasta el extremo, según explica el último párrafo.
No veo nada en lo formal ,
Un cordial saludo y…
Saludos Moldy Blaston ya te echaba de menos y te doy las gracias por haber leído mi cuento y saber que te ha gustado. notaciones aparte que en todos los escritos por muchas revisiones que se hacen siempre se escapa algo.
El tuyo me ha parecido algo sublime la descripción de la realidad aunque sea dura sobrecoge. Como dicen por hay que fea es la vejez y con enfermedad peor todavía.
Da pánico pensar que pueda suceder cuando dos personas en la juventud se aman y el camino de la vida al final es así de triste.
Me ha gustado mucho sobre todo describir la dureza de la vida.
Nos leeremos seguramente la próxima temporada.