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CRATERELLUS CORNUCOPIOIDES- El Chaval - (R)

Mi desafío: mejorar en las comas




El pasado fin de semana, un par de primos (de familia) salimos a la montaña cerca del prepirineo para tentar a la suerte y encontrar una buena partida de setas.

Con la primera luz del día, ya estamos iniciando la andadura por el sendero que conduce a una peña que nos servirá de referencia. A partir de aquí, ya por libre cada uno cargado con su mochila, y la cesta totalmente limpia de polvo y paja trataremos de pasar la mañana con diversión, y la ilusión de regresar sin tropiezos y con buena carga de lo que hemos venido a buscar.


—¿Juan, que te parece si nos encontramos aquí de nuevo hacia las doce?

—Bien, le contesto. Yo cojo el camino que me llevará a las obras que dejaron inconclusas los ilusos del pueblo de Sant Jaume, con su pretendido hotel de lujo.


El calendario almanaque que tengo, indica que esta zona de hayas y robles será fácil encontrar ruedos de la seta vulgarmente llamada “trompeta de la muerte” o nombre científico: Craterellus cornucopioides. Los aficionados tienen reparo en coger este tipo de setas, no infunde confianza por su color ceniciento tirando a oscuro, pero es un comestible que se puede desecar y degustar todo el año en platos como estofados, guisos, arroces etc. Tiene un sabor que recuerda a la trufa negra y mi plato favorito es pasado un poquito por la sartén con una picada de ajo.


Nos vamos saludando a gritos para ir sabiendo nuestra posición, aunque siempre hay algún gracioso que intenta despistar lanzando una señal parecida. Llego al lugar y me interno en espacios de cara al norte, donde el musgo en los árboles deja patente que el sol no les toca.


Sólo buscando un poco en los humedales, ya encuentro grupos de seis-siete trompetas formando un ramo que con ilusión corto con la navaja, para no dañar las raíces, ni la posibilidad de que pueda volver a salir algún retoño. Ya sin prisa, voy bajando hacia el lugar de partida como también Ricardo debe hacerlo, mientras observo que el lugar fallido para el hotel tiene unas vistas muy bonitas, que incluso entre dos montañas se divisa un trozo azul del mediterráneo.


Tengo el cesto lleno. Me noto cansado; llevo más de tres horas subiendo y bajando, sorteando árboles y postura de rodillas para mejor cortar los ramos sin que se deshagan. La cesta pesa; la estabilidad es precaria en algunos tramos y sin poderlo evitar, resbalo de posaderas en un pequeño canal con la anchura de mis espaldas apoyado en la mochila. La cesta no soporta bien el obligado traspiés, y sale huyendo dando tumbos como si tuvieran prisa en llegar a algún sitio. Los cenicientos pasajeros se esparcen sobre el verdor de los arbustos dando una nueva tonalidad al paisaje.


Mi compañero y primo, ya debe estar en el punto por los gritos que oigo en la lejanía, pero pocas ganas tengo de contestar mientras estoy rebozado en barro, sino maldecir el por qué tenía necesidad de volver a pasar por los dichosos restos de las obras.


—Vaya cara que traes Roberto; veo que no has encontrado gran cosa, echando una maliciosa ojeada al cesto.

—Esto es lo que he podido recuperar de la debacle; ha sido un resbalón de principiante.

—Y a ti, ¿cómo te ha ido?

—Bien, mira, lleno de “rovellóns, y carlets” y también trompetas de la muerte.

—Bueno, vamos a sentarnos y almorzar porque tengo hambre después del disgusto.

—Vaya despiste, dice Juan, me he olvidado el termo del café, y además los bares están cerrados.

—Oye, continúa Juan, ¿cómo tienes el escrito de café literautas de noviembre?

—Pues mira chico, ya tenía pergeñado algo sobre una historia que me dijo una vecina que es costurera; confecciona vestidos y en una visita a su casa, estaba fisgando los modelos y diferentes accesorios; desde agujas, hilos de colores tijeras especiales y botones, algunos se veían lujosos, o al menos me lo parecieron sobre todo uno de ellos, cuando la oígo decir “no toques ese botón”. Retrocedí la mano, y me dijo que otro día me explicaría su historia.


—Y este mes, hay que exponer qué es lo que tenemos necesidad de mejorar en los textos que escribimos, por ejemplo: diálogos, guiones o rayas, comas etc. Mi necesidad es: poder —mejorar en las comas— solo sé que no se nada…

—Bueno, pues ale, vamos marchando hacia el coche y haremos la partición de lo recogido.



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