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Foto del escritorAdmon KMarce

Cuando la naturaleza dice "basta" -IreneR- (R)


Nadie sabe de dónde salieron o quién las creo. Solo sabemos que, de pronto, estaban allí. Las avispas más grandes y agresivas de las se tiene constancia. Miden diez centímetros desde la cabeza al aguijón, y por su enorme tamaño se les ha llamado avispa elefante. Su picadura no es mortal, pero el veneno produce unos efectos muy extraños, por el momento, irreversibles. El primer síntoma es instantáneo: las personas pierden la memoria en cuanto el aguijón entra en su piel. La noción del tiempo y del espacio se distorsionan, y son incapaces de explicar dónde están, quiénes son o cómo han llegado allí. Con el paso de los días la capacidad de razonar se deteriora; acaban guiándose por las emociones y sus cambios de humor son tan bruscos que resultan mortalmente peligrosos, incluso para ellos mismos. Un mes después dejan de ser capaces de hablar, se comunican a base de gruñidos y se convierten en unos seres impredecibles. Todo comenzó hace poco más de seis meses y, desde entonces, la población de humanos se ha visto reducida a la mitad, pues la avispa elefante solo ataca al hombre. En estas semanas el mundo se ha transformado. Los gobiernos estaban tan preocupados en detener este masivo ataque de la naturaleza, que dejaron de lado todo lo demás. Los animales de los zoológicos han invadido las calles y salir fuera de casa puede significar encontrase con un león, una cebra o, peor, una avispa elefante. El campo ha llegado a las zonas urbanas y hace tiempo que conseguir comida se ha vuelto la mayor prioridad. Se han creado centros seguros en todos los países; unas zonas recubiertas por mallas metálicas electrificadas que impiden que las avispas entren. Y a uno de ellos es adonde me dirijo. Según la información que he conseguido, el centro más cercano se encuentra a doscientos kilómetros de mi casa. Nunca fui una persona activa y, cuando vi lo que debía andar, el desánimo me pudo. Sin embargo, la falta de víveres y la inseguridad de mi ciudad me hicieron ponerme en marcha. Me vestí con el traje especial de apicultor que el gobierno nos proporcionó cuando todo comenzó, junté toda la comida y agua que tenía, y me puse en marcha. Llevo tres días andando, y no sé muy bien cómo he conseguido llegar tan lejos. Me he cruzado con algún enjambre y, aunque me han atacado, la ropa que llevo me ha salvado en todas las ocasiones. Según el mapa me quedan menos de treinta kilómetros para llegar, pero está a punto de atardecer y no puedo arriesgarme a continuar andando por la noche. Mi ruta pasa por una población bastante grande; hace unas semanas debía de ser un núcleo urbano importante; ahora está invadida por las zarzas. Me adentro en uno de los edificios más altos y comienzo a subir por las escaleras hasta que llego a la última planta. Fuerzo una de las puertas y entro con cautela. Las ventanas están cerradas y suspiro con alivio. Me quito la incómoda máscara que me protege la cabeza y recorro el piso en busca de algo que comer. Cuando entro en el salón me encuentro con un gato que se levanta al verme. —Tranquilo, gatito. No te voy a hacer nada —le digo acercándome a él. El felino me mira con suspicacia, me olfatea y evalúa durante unos segundos para alejarse de mí sin prestarme más atención—. Nunca me gustaron estos bichos —murmuro al verlo marcharse. Avanzo por la habitación hasta que me asomo a la ventana; a lo lejos veo la silueta de la malla metálica del centro. «¡Ya me queda poco!», pienso esperanzado. De pronto, un golpe me pone en alerta. El gato se encuentra encima del poyete de una de las ventanas y lo que me ha sobresaltado ha sido el impacto de una foto suya rompiéndose contra el suelo. Pero no ha sido él quien la ha tirado, sino el vaivén de las cortinas que se mueven con el viento. El viento. —¡No! Intento ponerme la máscara lo más rápido que puedo, pero ya es demasiado tarde, un avispa elefante entra en la habitación y se dirige hacia mí. Creo que el gato ha abierto la ventana y la ha dejado pasar. Parece que me mira con burla, pero… —¡Joder! ¡Cómo duele!… ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¿Dónde estoy?

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17 comentarios


IreneR
IreneR
29 feb 2020

Buenas a todos.


Este mes voy muy tarde con las lecturas de los relatos y los comentarios... al límite.


Muchas gracias por haberos pasado por aquí y dejarme vuestras opiniones, las tendré en cuenta. Aunque quiero señalar que es una historia de ficción, las avispas elefante no existen, por suerte, por lo que hay muchas cosas que no tienen una explicación lógica. Por otra parte, debido a la restricción de palabras, tuve que suprimir una escena en la que una persona infectada se suicidaba, así explicaba la razón por la que la población mundial se había reducido tanto a pesar de que el veneno de las avispas no es mortal.


Nos leemos.


Un saludo.

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Isan
Isan
29 feb 2020

Hola, IreneR.

Aurando las últimas horas de un mes al que le quitaron días para cuadrar los números.

Voy a empezar por protestar energicamente porque me siento, cómo diría, casi insultado. Te preguntarás por qué lo digo. Pues por esta frase: "la avispa elefante solo ataca al hombre." No me extraña que la población se haya extinguido al 50 % (los hombres) y como no quede alguno de semental, esto se acaba en una generación.

Espero que lo hayas interpretado con humor porque, para mí, este es uno de los defectos o dificultades que tiene el idioma castellano, que cuando se inventó no se contaba para nada con las mujeres. Y le veo difícil arreglo en general. En tu relato…


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palomac.marqueta
27 feb 2020

Buenos días Irene: Me ha encantado tu relato porque has desarrollado tan bien el argumento que hemos llegado al final sin darnos cuenta.


Lo he leído varias veces porque como lo has escrito en primera persona y en presente, las veces que has cambiado a pasado me chocaba algo y no sabía el qué . (Tercer párrafo)


Hay dos palabras: "Bastante e importante" que sentía una cierta cacofonía aunque están un poco separadas la una de la otra. Tu texto: "Mi ruta pasa por una población bastante grande; hace unas semanas debía de ser un núcleo urbano importante; ahora está invadida por las zarzas".


Al final incluiría la foto en un marco que al caer es el que produce el…


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Charo Bolívar
Charo Bolívar
26 feb 2020

Un relato apocalíptico que viene de perlas para lo que estamos viviendo en estos días. Me ha parecido genial como nos lleva desde que aparecen las avispas-elefante (muy bien conseguido) hasta ese final del que nadie se libra. Por supuesto de acuerdo en que la especia humana se extinguirá pero la naturaleza seguirá su curso como lleva millones de años haciéndolo.


No he encontrado faltas garrafales, sino descuidos, que a mí me pasa también cada vez que escribo.Hasta ahora todas las historias que he leído me han impresionado por su calidad a la hora de relatar, recordando a aquellos bardos de la antigüedad que alimentaban la historia de la humanidad recorriendo el mundo. Será la memoria oral la que persista…


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Jesus Felix Gomez
Jesus Felix Gomez
25 feb 2020

Hola Irrne. Un interesante y bonito relato nos presentas. Además de los errores que ya te mencionaron antes, observé otro: mencionas, casi al final, “un avispa”, debiendo ser “una avispa”. Todo esto no le resta mérito a tu excelente trabajo. Por último, creo que tratándose de ciencia ficción todo es posible. Enhorabuena, mucha suerte y un abrazo.

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