Mi blog: https://seraseras.blogspot.com/
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Me llamo Filemón Tijerero, «no me toques el pandero», bueno esto último olvídalo y pelillos a la mar... Mi fenotipo se caracteriza por el color negro: ojos negros, barbinegro y moreno de verde valle; patizambo de nacimiento y larguirucho como un cucurucho.
Soy un afamado y fecundo diseñador de prendas de lencería fina venusina y corsetería de alta costura, aunque la diferencia es casi inexistente, ya que su función es la misma, aún así su finalidad cambia una de la otra. Por ejemplo, la lencería fina se destina a bailarinas cisne y señoras lechuguinas de buen ver; delicadas golondrinas femeninas que insinúan travesuras de colchón en colchón. En cambio, la corsetería se inclina por la zona de confort, sin grandes estridencias, pero siempre cómoda y fácil de confeccionar, utilizando materiales básicos que escondan los repelentes «molletes» o las inoportunas estrías postparto.
Mi padre fue un famoso corsetero con facundia, que se encargó de endosarme el oficio y heredar el fornicio, algo que me provoca sueños impúdicos, porque no puedo evitar imaginarme rodeado de ninfas voraces y salvajes restregándose por mis caderas arriba y abajo; propiciando escenas de alto voltaje arrabalero que terminaban dejándome como una piltrafa al tirar del nudo de sábanas por la mañana, emulando a Tarzán deslizándose al suelo y con síndrome diarreico por el mero hecho de iniciarse la jornada laboral.
Mis empleados siempre cuchichean mientras les doy la espalda, aunque procuro poner cara de póker superestar y evaporarme de su vista como una liebre corriendo hacia la zanahoria de marihuana oculta en el doble fondo de un cajón de mi escritorio, junto a los ligueros que les suelo robar a mis modelos favoritas, cuando las pillo en un requiebro.
En cambio, en las pasarelas de moda, todo es glamour con perfume de Condesa de Pompadour. Suelo gozar como un poseso travieso acompañado de tanto «bellezón», flanqueado de nubes de fotógrafos empecinados en disparar a tiempo la mejor instantánea. Después, espero impaciente el momento cumbre, surgiendo por un estrecho corredor hasta el centro del salón de moda, donde un cañón de luz persigue los movimientos que describo para despedir la colección con dos «femmes fatales» de cada brazo, atrapado en sus fieras redes, tirándome los tejos con sus miradas siamesas de tigresas y aguardando el instante de morderme los labios, algo que me inquieta con desazón y me vuelve remolón.
Mi vida no se relega a «fiestongos» y alegrías, no obstante, reconozco que hay de todo como en botica, aunque apenas soy consciente de lo que acontece, porque con tanta jarana y francachela lúbrica de jovencitas famélicas y poca chicha donde agarrarme, termino flipando a base de cogorzas y cantando «El Chiringuito» de Georgie Dann, hasta que me llevan en volandas a dormir la mona y evocar monadas despelotadas.
Pero elegir los tonos es lo que peor llevo, ya que suele dejarme medio ciego. Que si blanco sucio, blanco hueso, blanco antiguo, blanco crema, blanco roto, blanco tiza, blanco frío y blanco seda para acabar con el repertorio de matices y hacerme chiribitas los ojos. Con los beiges me dan las doce y la una de tantas variantes, y los negros, otro dolor de cabeza, porque lo que es el negro a secas no convence, hay que ofrecer rompedoras novedades y seducir con la gama completa a las compulsivas compradoras.
Pero siendo sincero, he de decir, que lo más funesto es llegar un día y advertir como las juguetonas «fierecillas» se han transformado en evanescentes sombras de su sombra, esqueléticas siluetas dispuestas a encararse conmigo, exigiéndome un contrato indefinido. Años de profesión tirados por la borda, noches de pasión desapareciendo por las alcantarillas, la diarrea galopante ensañándose con los pantalones y yo un capullo arrepentido por haber accedido a los tiránicos ruegos de estas furibundas arpías, demandándome una dieta estricta a base de forraje diario e infusiones de «Lo que el viento se llevó».
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Hola, Wanda:
Un placer comentar tu relato y aportarte mis humildes sugerencias para enriquecer tus letras.
Muchas gracias por ser tan amable de expresarme tu punto de vista, que por supuesto respeto, pero no comparto, en cuanto a lo que me indicas sobre la estructura del mismo. Tal vez hiciste una lectura muy rápida.
Un cordial saludo.
Hola Estrella, gracias por pasar por mi relato y dejar tus comentarios.
Sobre tu relato me pareció bastante rico en cuanto a las palabras que escogiste para darle algo de musicalidad al escrito, bastante ingenioso y entretenido. Sin embargo, me pareció mas la introducción de una historia, que un relato en sí, donde nos describes y presentas al personaje antes de introducir el conflicto.
Saludos
Wanda Reyes
Hola, Luis Fernando:
Un placer recibir tus positivas observaciones y que además cumpliera mi objetivo de hacerte reír.
En cuanto a esta frase que atribuyes a un lugar común, supongo que desconoces el hecho de tratarse de un refrán bastante popular, al menos acá en España. Te anoto este enlace: https://www.refranerocastellano.com/gente/boticario.html
Comprobarás que figura en el tercer recuadro y el tercero en esa lista.
Sí, el título lo elegí a propósito para expresar esta chufla.
De todas maneras, te agradezco tu sinceridad y buen hacer a la hora de expresarme lo que no te ha parecido correcto.
Un cordial saludo.
Hola, Jorge:
Muy complacida por tu amable comentario, que entre otras cosas me ha enseñado algo que desconocía y es la capacidad sublime del ojo humano sano para reconocer 10 millones de colores diferentes y desde luego es muy complicado buscar sus nombres comerciales.
Muchas gracias a ti también por expresarme tu opinión tan favorable.
Un cordial saludo.
Se me olvidó, que título más apropiado y cómico: cuchufletas