Dama Elena - José María- (R)

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Caminando en línea recta, no puede uno llegar muy lejos. Lo peor del camino quedaba por llegar, tras haber atracado en aquel puerto en decadencia que conoció mejores tiempos. Tras abandonar las cuatro casuchas medio en ruina, Elena lo había pasado mal tras la travesía, era su primer viaje en barco, por fin toco tierra firme.

—Lo siento dama Elena tendremos que andar un buen trecho para alquilar un carro a caballos.

—¿Qué mundo es este que no cuenta con un mísero carro a caballos?

La dama Elena entró con su doncella en la espesura del camino de la carretera y se cambio con unos pantalones de montar y botas.

Previamente había sido inspeccionado el lugar por los dos hombres de su escolta.

—Bien caballero Josu, cuando quiera podemos ponernos en camino, a si llegaremos antes.

—Cuando quiera dama—saludo el caballero.

Así fue como empezaron el camino hacia la siguiente aldea que, aunque contaba con un puesto de postas de caballos, la decadencia de sus instalaciones no ganaba a las del puerto.

Tras más de tres horas andando los cinco miembros de la expedición llegaron la pequeña aldea que parecía desierta, cuando oyeron a los caballos todos suspiraron aliviados.

—¡Alto ahí! ¿Quiénes sois? —salió un chico armado con un mosquete.

—Venimos en paz, necesitamos un transporte para llegar a las montañas—Contestó el caballero Josu.

—Tendréis que hablar con zazuk, en la cerca donde están los caballos de refresco dentro de la cabaña. Deberán dejar aquí sus armas o no los atenderán.

El hombre se dio la vuelta buscando la aprobación de la dama Elena. Esta siguió andando hasta la cabaña, mientras los tres hombres dejaban las armas al chico.

—Se las devolveré cuando cierren el trato, ¿vienen del puerto? ¿aun reciben barcos?

—No creo que reciban ni barcas, pero allí dejamos el nuestro.

Los caballos tenían un aspecto pasable para ser de tiro. La dama Sé acercó a la puerta de la cabaña que estaba abierta y llamó a la puerta.

—Pasé señorita hace tiempo que la observo. Dígales Asus hombres y la doncella que esperen fuera.

La Dama se volvió a dar las ordenes, Josu protestó, pero Elena no lo tubo en cuenta y entró en la oscura cabaña.

—Soy la dama Elena. Al servicio de la reina su majestad Apolonia.

—No importa quien sea, mientras que pague por los servicios, tengo cuatro caballos a cien cepos cada uno, la carroza está bien cuidada hace poco que la arregle antes de que estallara la maldita guerra. Seiscientos cepos, el chico os llevara a las montañas por veinte cepos, Y un pasaje gratis para él y para mí, cuando regresen gratis en su bonito barco.

—No sé, pero tengo la sensación de que cada caballo no valdrá más de cincuenta cepos y alguno llegue a los treinta con suerte, la carroza por muy cuidada que este no puede valer igual que una nueva y con el precio del chico, estoy de acuerdo ¿por cierto como se llama?

—Parece usted una chica lista, de acuerdo puede decirles a sus hombres que entren preparare algo para comer.

Cuando entraron en la cabaña, el hombre se presentó a todos.

—Podéis llamarme zazuk. Tomad asiento mientras preparo la cena. ¡Hércules ven y ayúdame a poner la cena!

Fue como la dama Elena conoció al joven Hércules, a pesar de ser mas alto y robusto que ella, parecía de la misma edad y por su físico parecía que ejercitaba sus músculos con alguna de las distintas artes marciales.

Al llegar la noche, Zazuk y Hércules cerraron bien las ventanas y atrancaron la puerta.

—No asustaros dama es por seguridad, desde que empezó esta maldita guerra nadie esta seguro en su propia casa.

—¿Qué es lo que teme señor Zazuk? no hemos encontrado signos de vida en todo el camino.

—por el día no hay peligro, acaso que te pueda atacar un oso, una manada de lobos hambrientos. Es la noche lo que hay que temer querida dama Elena.

Mientras cenaban todos, en una gran mesa con bancos, Hércules encendió la chimenea

—Chico ¿es necesario encender el fuego? no hace mala noche—dijo el caballero Josu

—Pronto lo hará caballero. Así ha sido desde que empezó la guerra, conforme avanza la noche la niebla y el frio se adueñan de esta tierra. —Dijo Zazuk.

—¿Tú no tienes miedo Hércules? —Pregunto Elena.

—El chico es un caso especial, por eso es la mejor oferta del trato— dijo zazuk.

Fuera se oyeron los caballos nerviosos…

*

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