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De ratones y hadas - Verso suelto



Cada mañana me siento en mi escritorio, unos días alegre, otros triste, pero esté como esté, la piedra permanece ahí, haciéndome compañía. Es una piedra con forma de ratón, está ahí por eso porque tiene forma de ratón. Hace muchos años, paseando por la playa la vi, pensé entonces que era un ratón de las profundidades y a mi me gusta profundizar. He oído decir que los escritores profundizan, lo mismo es por eso, o quizá sea porque los ratones roen, y roer es una manera de profundizar.


El caso es que me traje al ratón a casa. La mayoría de los días ni nos miramos. El está ahí apoyado en el trozo de fieltro que le pegué en la barriguita, una zona plana sobre la que casi se arrastra al andar ― ¿o se arrastra del todo? ―. Esos días el ratón se tuesta indolente bajo los rayos de la bombilla de 100watios, sin mirarme siquiera.


Otros días, en cambio, me levanto hablador y le doy palique, le digo que tenga cuidado con el sol; aunque su piel es parda, tiene incrustaciones negruzcas: lunares, pecas o vitíligo, ¡vaya usted a saber! Le acaricio, le cuento mis neuras de “tipo que se cree que cualquiera puede ser escritor”. Unas veces me contesta y otras no, tendrá sus días como los demás.


Hoy me he puesto a pensar en las hadas. Estaría bien escribir un relato acerca de un hada. En busca de inspiración he mirado a mi ratón y mientras le miraba me he fijado en una mancha que tiene entre los ojos en forma de estrella. Me he preocupado, juraría que se está poniendo verde. Al acercarme más, me he quedado alucinado, tiene miles, ¡qué digo!, decenas de miles de manchas de todas las formas y colores. Eso me ha llevado a pensar que mi ratón es un ser mucho más complejo de lo que parece. Con lupa lo vería mejor pero no quiero utilizar una lupa porque entonces el ratón me parecería una rata y eso si que no, no soporto los chirridos estridentes que sueltan las ratas cuando se sienten atacadas.


Los ratones y las ratas son múridos, o sea hermanos o al menos primos, ¡quién lo diría! En mi familia también hay especímenes muy diferentes, aunque todos visten parecido, casi siempre de gris. La mayoría trabajan como oficinistas; acuden puntuales a sus trabajos; pasan el día pegándose atracones de papel, pero, al contrario que los ratones, mis parientes producen mucho más papel del que leen y luego hacen falta más oficinistas para digerir todo ese papel y a su vez devolverlo multiplicado por X. X es la productividad. Tengo que pensar si los ratones también conocen y disfrutan de la productividad o es un concepto exclusivo del género humano.


La productividad orienta la vida de los individuos y así la humanidad avanza hacia algún sitio, aunque a veces no esté muy claro como es ese sitio. Eso es el progreso. Los humanos progresamos, ¿y los múridos?


He estado haciendo un ejercicio de creatividad por lo del hada, ya saben soy un “tipo que se cree que cualquiera puede ser escritor”. Mientras me devanaba la sesera se lo iba explicando al ratón; dábamos pequeños paseos arriba y abajo de la mesa para que circulara la sangre y estimular las neuronas. El ejercicio consistía en escribir algo de manera que las iniciales de las palabras siguieran una secuencia aleatoria, por ejemplo:


FAJARGLDMOIHLNVRISMOZFEJECDEBSLRMPPMMPDQ.


Con el dedo, le daba empujoncitos en el culete y así avanzábamos a pequeños pasos. De repente se me ha ocurrido; me he parado y le he mirado fijamente mientras pensaba: “¿a que no tienes cojones?, ¡venga!, ¡atrévete!, diez minutos cada uno”.


Concluido el plazo yo solo tenía tachones en el papel. En cambio él, fíjense lo que había pergeñado el muy cabrón. Traduzco su discurso ratonil:


Fue ayer, justo ayer. Regina gemía. Lola dormía. Mientras oteaba inquieta hacia la nada, Violeta repetía insistentemente: sueño, marzo, oscuro, zorro.... Fue entonces, justo entonces, cuando despertó el bravo samurái…


Ahí le he cortado. “Es suficiente”, he dicho. Solo le había mirado y fíjense lo que me suelta. Queda demostrado: la productividad ratonil es superior a la humana. Tras esta constatación, he hecho un gurruño con el papel mientras el ratón seguía rumiando bajo la lámpara. Luego me he ido a tomar unas cañas, levantándome de la mesa sin arrastrar la silla para no molestarle.

¡Y al hada que le den!

*




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