Piso la cucaracha, escucho pasos, seguro que me abren la puerta, miro la bolsa de viaje con mis cosas, no me falta nada, me llevo todo. Miro el reloj en mi muñeca, las diez, es la hora.
Se abre la puerta de la celda, el funcionario sin hablar me señala la dirección de la salida. Después de veinte años mucho he añorado este momento.
En dirección a la calle y frente a algunas celdas escucho palabras de aliento “suerte no vuelvas”.
La calle, el sol sobre mis ojos calienta mi rostro.
El autobús para por fin estoy en libertad.
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