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EL HADA ENAMORADA - Esther Keen- (R)


...Era un castillo de piedra, pequeño, misterioso, edificado en lo alto de la montaña no se sabe por qué laboriosos constructores. Las puertas de madera rústica abrían y cerraban con un sonido quejumbroso de sus goznes. Las ventanas pequeñas permitían asomarse al valle muy verde por donde bajaba rumorosa el agua saltarina de un arroyo.

¡Un lugar de ensueño, donde se hospedaban Rosalía, sus padres y tres hermanas! Vinieron a disfrutar unos días de vacaciones y a la vez conocer el castillo. Las niñas estaban felices, se creían unas princesas. Así que llegaron, lo recorrieron todo, con cantos, bailes y juegos…


Se levantaban al alba, asombradas con el espectáculo que los padres también compartían.

Todo les atraía y llamaba la atención, los animales, las plantas, los bosques.

Una tarde salieron los mayores a juntar zetas, mientras ellas recogían flores.

Ya de regreso, Rosalía se apartó de sus hermanas porque vio unas muy bonitas que la deslumbraron. Cuando se acercó para arrancarlas observó que una tenía el tallo más largo que las otras y la forma era de una estrella.

¡Qué bonita, yo la quiero!, pensó y al instante la flor estuvo en sus manos. Sorprendida y con gran alegría fue donde sus hermanas a contarles el milagro.

—¿Qué es eso? ¡Parece una varita mágica!―dijeron las tres a coro.

En ese momento se oyó un trueno muy fuerte. Todos apresuraron el paso porque grandes nubes negras se agolpaban con truenos y relámpagos...El viento y la lluvia comenzaron con fuerza... El camino cada vez más resbaladizo les dificultaba la subida. Caían, se levantaban y cada vez la tempestad arreciaba más.

De pronto una luz azul los encegueció y un rayo les cortó el camino. Se precipitaron montaña abajo, menos Rosalía que no soltaba su varita en flor. Llovía intensamente pero el viento comenzó a amainar. Fueron instantes muy dramáticos.

La niña estaba muy cansada, aturdida, no acertaba a comprender bien lo sucedido. Miró a lo lejos y vio solo lluvia, sus hermanas y sus padres no llegaban...Con gran dificultad, se acercó al castillo. Se recostó a la puerta para guarecerse.

De pronto la puerta se abrió sola. Adentro estaba oscuro, entonces se dio cuenta que su varita era mágica de verdad porque le alumbraba el camino hacia el dormitorio. No daba más de sueño y frío. Buscó su bata de dormir y no la encontró. Cayó dormida encima de la cama, siempre apretando la varita en la mano.


Al otro día despertó al alba con el canto jubiloso de los pájaros y se quedó inmóvil como si fuera la primera vez que los oía. No entendió lo que le pasaba, se sentía rara, quería recordar pero las imágenes eran borrosas, oía las voces de sus padres y hermanas sin comprender.

Se incorporó, se miró al espejo y con gran sorpresa vio que había crecido. Ahora era una joven.

Mientras dormía habían pasado los años...¿Cómo pudo ser?, se preguntaba.

En eso oyó una voz que le decía:

―Rosalía, tu eras una niña, pero sucedió que la varita mágica te transformó en un hada protectora. Ahora tendrás que salir a hacer el bien porque esa es tu misión. Solo deberás usarla para buenas acciones, de lo contrario la varita perderá su poder.


En ese momento la sorprendieron fuertes golpes en la puerta.

Bajó muy rápido las escaleras porque el llamado era muy insistente.

Al abrir la pesada puerta se encontró con un joven que respiraba agitado, parecía cansado de correr, y con voz entrecortada logró decir:

―¡Por favor...permítame ...entrar, no puedo más!

De inmediato ella lo hizo pasar.

―¿Qué le sucede, alguien lo persigue?

―Sí, la policía, porque tomé sin permiso la moto del vecino y él me vio y me gritó ¡“ladrón, deja esa moto” o llamo a la comisaría ! Pero yo juro que no era mi intención robar, solo quise probarla nada más.

Rosalía, que había quedado fascinada con aquel joven de mirada limpia y cabello ensortijado, no dudó en levantar muy alto la varita mágica que lo deslumbró con un relámpago.

Al abrir los ojos y verse en el espejo pensó que soñaba…no se reconocía, había cambiado.

Ella se acercó y mirando su imagen le dijo:

―No temas, mi nombre es Rosalía, solo sé hacer el bien, por eso has olvidado tu pasado, por eso cambiaste. No sé tu nombre pero te llamaré Valentín.

Ahora los dos, con esta varita vamos a recorrer el mundo y ayudar a encontrar todo lo bueno que hay en él.

*




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