—Aquà están los resultados forenses de la vÃctima. —Dijo el chico con los enormes ojos verdes mientras se acomodaba los lentes. Colocó los documentos en el escritorio y se dirigió a la puerta.
—Gracias Reyes, en cuanto llegue el nuevo cuerpo nos informa. —El joven asintió y se marchó.
Las puertas de la pequeña oficina de homicidios de la ciudad se abrieron con fuerza. Todos los ojos se clavaron en la investigadora, una esbelta mujer que irradiaba confianza y fortaleza, algo que por mucho tiempo hacÃa falta en aquella delegación. Su traslado a la monótona urbe, después de los atroces hallazgos de tres mujeres asesinadas en tres meses en similares condiciones, la convertÃa en la persona indicada para resolverlo.
—Buenos dÃas, inspector. —Saludó Clara al sentarse en su escritorio, lanzando el periódico a su compañero. Este lo atrapó en el aire, sacándolo de su estado de aletargamiento.
—¿Puedes creer que la prensa lo ha llamado "El Hada"?, — se acercó con la silla hasta su compañero y viendo a ambos lados para verificar que nadie los oyera, bajó la voz casi a un susurro, —tenemos un topo en la oficina, se han filtrado datos de los asesinatos y ahora la nota trae todo tipo de detalles. Se volvió a acomodar en su escritorio y sin esperar respuesta de su compañero, quien la miraba por encima de sus anteojos tratando de ocultar la admiración que le causaba, empezó a leer el reporte:
—La occisa es mujer de similar edad quince a diez y siete años, blanca, de cabello oscuro con fractura craneal. Vestida con un traje de hada y escarcha verde pegada al cuerpo, sin señales de abuso sexual. Localización predio baldÃo como las anteriores. Existen dos posibilidades, una es que son llamadas a algún tipo de audición donde se les pide ese traje y la otra es que el asesino las rapta vistiéndolas él asÃ. Arma homicida, objeto contundente no encontrado. —¿Una piedra? — le interrumpió su compañero. —No hay indicios de que el asesinato se ejecutara ahà mismo.
—Entrevistaré a los vecinos para saber si han visto algún auto sospechoso por la zona...— ambos dejaron de hablar cuando el capitán se acercó a ellos.
—Detectives, — saludó mientras tomaba los expedientes de la mesa para leerlos.
Clara lo observó molesta, se involucraba demasiado en el caso y muchas veces hablaba antes que ellos con el forense sobre los hallazgos. Al terminar de leer regresó los expedientes y se marchó sin decir nada.
Dos meses pasaron sin ninguna pista, hasta esa mañana de abril cuando Clara corrÃa por el parque. Al detenerse a atar sus zapatos en una banca, desconcertada observó lo que esperaban, una volante pidiendo chicas que quisieran hacer una audición para una pelÃcula de Peter pan. Solo tenÃan que presentarse en la calle Cortés, apartamento tres.
Se organizó todo para que una agente recién llegada quien tenÃa aspecto de adolescente se presentará en la dirección con un micrófono, el resto del equipo se instaló en el departamento vecino.
Tratando de evitar nuevas fugas de información, la operación se ejecutó con suma discreción, ni el propio capitán conocÃa de la redada, solo Clara, RodrÃguez, y un selecto grupo de policÃas.
La agente hada tocó la puerta, el inquilino la entreabrió y luego de observarla unos segundos la dejó entrar.
—Qué bueno que has venido tan rápido—, el hombre llevaba una máscara con unos anteojos sobre esta, por el grosor, la detective supuso que era indispensable que los llevara.
Sin medir palabra la tomó del brazo y la sentó en una silla rociándole un lÃquido, en el forcejeo se le movió la máscara.
Varios segundos de silencio incomodaron a Clara, esta les indicó a los agentes que entrarán.
El hombre ya no estaba, la encubierta tenÃa tapada la boca, una puñalada en el estómago y el vestido rasgado. El asesino descubrió el micrófono.
—Reyes, fue Reyes…—es lo único que dijo antes de desmayarse, pronto iba rumbo al hospital.
Los demás le dieron persecución al asistente del forense.
Dos semanas después no tenÃan mucha información, según la mujer que le alquilaba era un solitario, hijo de su amiga. Fue un niño abusado, además su madre lo obligaba a vestir de hada, vivÃa a dos pueblos de ahà y en el transcurso de veinte años hubo tres muertes de mujeres que recorrÃan el paÃs solas, las muertes guardaban similitudes con las actuales, parecÃa haber perfeccionado su técnica. Solo les quedaba esperar por desgracia a que atacara de nuevo.
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