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El hombre de la bolsa - Amadeo - (R)


Era la segunda noche consecutiva que no podía dormir bien. Su mamá lo había amenazado con que, por desobedecerla, «el hombre de la bolsa» lo llevaría lejos. Las causas fueron las rebeldías y las mentiras repetitivas de Belker, de nueve años.

Él no comprendía bien de que se trataba, que le haría a él si lo llevara, quien sería ese hombre malo y cómo reconocerlo. Imaginaba cosas feas y eso no lo dejaba descansar. La semana anterior —que se había comportado bien—, le había preguntado a su madre:

— ¿Quién es «el hombre de la bolsa»?

— Es alguien a quien no le gustan los chicos que no hacen caso, que no comen bien o estudian poco.

— ¿Es malo?, ¿qué les hace?

— Eso no se puede decir, porque se enfurece más. Ahora andá a estudiar que hoy te has portado bien… hasta ahora…

Inquieto, Belker fue a buscar a su hermana mayor:

— ¿Vos sabés quien es «el hombre de la bolsa»?, ¿es muy malo?, ¿Asusta mucho?

— Eso lo vas a saber cuándo te agarre.

— A vos ¿te agarró?, ¿qué te hizo?

— ¡No!... Porque yo siempre me porto bien… pero dicen… no, mejor no digo nada…. Te asustarías mucho y nos pelearíamos…. No, mejor no te digo… Chau —saludó y fue a peinarse.

Curioso cómo siempre y muy impresionado, Belker decidió investigar en los libros de la biblioteca del padre. Buscó por título, hojeó varios y nada. Después, concentrado en su objetivo se le ocurrió espiar en un diccionario que había visto y… nada. Desorientado, pensó y pensó quien le podría contar la verdad y una noche, que tampoco podía dormir por imaginar a ese cuco, se le ocurrió preguntarles a sus compañeros de la escuela. «Alguno debe saber», murmuró. Ese mismo día, durante los recreos, consultó a tres. El primero le respondió:

— Yo no lo vi porque me porto bien, pero me dijeron que es un hombre viejo, de pelo blanco, gordo, no tanto como Papá Noel, y que siempre lleva, al hombro, una bolsa de arpillera muy vieja, tan vieja que el color bermejo, está desteñido y sucio.

— ¿Bermejo?, ¿y qué color es ese?

— Es uno rojo… tonto. El colorado de las cochinillas.

— Ah… —exclamó Belker y se alejó en busca de otro que supiera más.

Durante el siguiente recreo, eligió a su candidato para consultarlo y se acercó a un chico, de quinto grado, uno más que el suyo, que tenía cara de sabio:

— ¿Sabés quién es «el hombre de la bolsa»?, ¿por qué todos los chicos le tienen tanto miedo?, ¿sabés donde vive?

— A mí me contaron que es uno muy malo, un viejo sucio que exhala un vaho horrible. Es como un linyera que lleva, en una bolsa rotosa, muchos caramelos con los que engaña a los chicos y se los lleva.

— ¡¿Se los lleva?! , ¿a dónde?

— No lo sé. Eso nadie me lo contó. Yo pregunté, pero no tuve suerte.

— Bueno, gracias. Si te lo cuentan no te olvides de decírmelo…. Chau.

— Chau.

Belker seguía confundido. Le quedaba aún el último recreo para conocer detalles y saber si debía tenerle tanto miedo o no; saber si la madre solo quería asustarlo para que sea bueno con ella.

Ansioso, desatendía a su maestra: estaba obsesionado hasta que pensó en su compañera sentada adelante de él. «Es la abanderada. Debe saber todo», pensó sonriente. En el recreo se acercó a ella:

— ¿Sabés quién es «el hombre de la bolsa»?

— Por supuesto.

— Dale, decime… ¿Qué les hace a los chicos?

— Es un viejo feo, un pordiosero mal vestido siempre de oscuro, al que le gustan los chicos para asustarlos…

— Pero ¿Qué les hace? —interrumpió Belker, exaltado.

— Primero le regala unos caramelos que lleva en una bolsa y después…, se los lleva.

— ¿Adónde?

— Nadie lo sabe por qué «el hombre de la bolsa» te asusta tanto que, en lugar de morirte, perdés la memoria y te olvidás de todo…, de todo menos de los caramelos. Pero por miedo y para que no lo reten, nadie lo dice.

— Pero ¿Qué te hace?, ¿te pega?

— Sos incrédulo y medio tonto. Vamos al aula que ya entraron todos.


Un día en que estaba castigado por rebelde, Belker vio pasar por la calle a un linyera mal vestido, encorvado, de pelo blanco quien lo saludó sonriente. No le ofreció caramelos y se alejó.

Ya tranquilo, se imaginó hombre y pensó qué les diría a sus hijos cuando no lo obedecieran.




Nota del Editor:

Este personaje del hombre de la bolsa es caracterizado como un asustador de niños, y se utiliza como argumento para asustar a los niños y obligarlos a que regresen a casa a una hora temprana. Es similar al coco y al sacamantecas.

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