Este relato me hace recordar que si tuve infancia. A principios de los años 70 del siglo pasado, con escasos seis años por cumplir, inicié la primaria en una escuela pública para varones, a unas siete cuadras de la casa. Mi escuela era contigua a la escuela de las niñas. Allí estudiaban mis dos hermanitas mayores, de modo que eran ellas las que me llevaban de la casa a la escuela y viceversa.
El día que el profesor no iba, ese día tenía yo que esperar desde las 7:00 de la mañana hasta las 12 M para que mis hermanas me recogieran. Me sentaba en el corredor del patio a esperar y esperar eternamente. Parecía que a propósito, el minutero se demoraba más. El teléfono fijo no era aún popular en las casas para avisar que no había clases.
Por aquel entonces, estaba de moda la noticia de un asesino en serie que el periódico local bautizó como, el “Monstruo de los mangones”. De verdad que salir de la escuela y llegar a casa, era completamente espantoso hacerlo solo. Había sido advertido por mis padres, que debía esperar a mis hermanas o que alguien de la casa me recogiera, de lo contrario corría peligro, el “Monstruo de los mangones” estaba suelto. El pánico había sido transmitido como el dengue por los mosquitos.
Después del primer niño de cabello bermejo encontrado muerto en un mangón. Las noticias de los diarios continuaron mostrando niños asesinados abandonados en matorrales con vaho pestilente en el ambiente. Desnudos. Con sus ropas tiradas a los lados. Las características eran las mismas, pálidos, con moretones en el cuerpo. Cali no estaba tan superpoblada como lo está actualmente, y donde no estaba urbanizado, había mangones.
Estas muertes se extendieron a otros pueblos cercanos como Palmira y El Cerrito.
Empezó a circular como leyenda urbana que se trataba de un reconocido empresario de la Sultana del Valle que sufría leucemia, enfermedad desconocida para la época. El siniestro personaje, supuestamente, a través de una cuadrilla de empleados con enfermera a bordo, transitaban las calles de Cali para secuestrar niños y extraerles la sangre, no sin antes someterlos a perversiones sexuales, así le podrían a él, realizar transfusión de vida de aquellos inocentes.
La historia del Monstruo de los mangones fue llevada al cine en 1982, bajo el nombre de “Pura sangre”, como película de terror colombiana centrada en el vampirismo, escrita y dirigida por el director, guionista y productor caleño, vinculado al movimiento Caliwood, Luis Ospina y protagonizada por el también director, guionista y actor de Cali, Carlos Mayolo. Ya las mamás no decían: “Tómese la sopa o llamo al coco”, la amenaza era en ese momento más real, “Tómese la sopa o llamo al Monstruo de los mangones”.
Nota del Editor:
El monstruo de los mangones es el nombre dado a un asesino en serie colombiano sin identificar, al que se le atribuyen entre 30 y 38 asesinatos durante la década de 1960 y 1970 en la ciudad de Cali. Se cree que era oriundo de esta ciudad, donde secuestraba y posteriormente asesinaba a la mayoría de sus víctimas, que solían ser menores de edad y adolescentes, en diversos terrenos baldíos localizados en zonas alejadas.