En la esquina del terreno baldío a pocos metros de su casa, estaba Pedro hojeando la revista Life recién comprada. Pulcramente vestido, pantalón azul, camisa blanca, zapatos negros lustrados y en la cabeza, el gorro de visera, que protegía sus ojos claros de mirada inquieta.
Mostraba la revista, las fotografías, los titulares, hacía comentarios de los artículos a todos los que se mostraran interesados.
Algunas veces cuando lo veían en la esquina de manos en los bolsillos, solían preguntarle:
―¿Cuándo llega la información de EEUU, orate Pedro?
―No se preocupen, la semana que viene los pongo al día ―contestaba orgulloso, hecho un barbián.
Los fines de semana salía en el chevrolet a visitar a su novia Esmeralda, que vivía del otro lado del pueblo cerca de la estación del ferrocarril. Hace tiempo que eran novios. El era tenía treinta y tres años y ella cuarenta y cinco. Estaban muy enamorados y soñaban con el día que pudieran casarse.
Pero había un conflicto familiar imposible de resolver por ahora.
La madre anciana y la hermana mayor, soltera, juraron que mientras ellas vivieran no habría boda.
Y todo por causa del violín que él ejecutaba desde muy joven, con gran maestría. El violín, la lectura y su amada Esmeralda, eran motivos suficientes para vivir.
Le gustaba tanto la música que se lo pasaba el día estudiando. Era un placer oírlo.
A tal extremo llegó su afán de superación, que seguía interpretando por las noches, sin aceptar los ruegos de su madre para descansar. Cuando caía exhausto su cabeza estaba llena de música y no lograba dormir un sueño profundo.
En el pueblo lo llamaban cariñosamente orate Pedro, idea de un joven coleccionista de palabras raras. Enterado, aceptó con gusto lo que semejaba para él un título honorífico.
Así transcurría su vida, hasta que el sueño se transformó en vigilia con música de violín.
El médico aconsejó trasladarlo a la capital donde le harían un tratamiento para mejorarlo.
Le costó mucho restablecer su salud, se sentía distinto a pesar del cariño y los cuidados que la familia le brindaba.
Su madre lloraba al verlo sacar el violín, limpiarlo y volverlo a su estuche sin oír una nota de sus cuerdas.
Él no podía recordar lo sucedido, tenía un vacío en la mente, siempre estaba cansado.
Su historia se expandió por la región de tal manera, que a nadie se le ocurría estudiar violín, por temor a que le sucediera lo mismo.
Así fueron pasando los días, los meses, los años. Pedro ya no era el mismo, su cerebro se había debilitado. En la casa reinaba la calma, el silencio, y por qué no decirlo, la tristeza.
La salud de su madre empeoraba día a día y la hermana no soportaba tanto sufrimiento al darse cuenta del inminente final.
Orate Pedro, abatido por la pérdida de su madre se refugió en el amor de Esmeralda. Juntos planificaron el casamiento que sería la dicha tan ansiada para ambos.
Los acompañarían familiares de la novia, porque la hermana se había mudado a casa de una amiga cuando se enteró de la boda.
El matrimonio era feliz, aunque los comentarios corrieran: “que él era muy joven para ella, que la familia no la quería por las diferencias sociales, que ninguno tenía trabajo. Un día las rentas llegarán a su fin y venderán todo lo de valor que poseen.”
De pronto, sin motivo aparente, pasó varios días durmiendo muy inquieto. Esmeralda quería consultar el médico, pero él no.
El sábado, a las doce de la noche lo despertó el carillón del reloj del comedor, acompañado de un leve vagido.
De un salto se incorporó con gran nerviosismo y se dirigió a su mujer que dormía:
―¡Esmeralda!, ¿oyes el carillón y el vagido?
―¿Qué?...¡Ah sí, el carillón sí! ¿Qué pasa?
―¡Te pregunto si junto con el carillón oyes el vagido! ―dijo ya muy alterado.
―¡No! Es que no sé lo que es eso —contestó al verlo así temblando y con la mirada tan rara.
Las noches y los días se transformaron en un verdadero infierno para él, porque el sonido se repetía cada vez con más frecuencia en su cabeza. Decía que su esposa estaba embarazada y el niño lloraba porque no podía nacer dentro del reloj. Esmeralda quería explicarle que eso no era así, que tampoco estaba embarazada. Pero era imposible porque ella ignoraba la enfermedad que él padecía.
El médico ordenó el traslado para un nuevo tratamiento.
Esta vez, lo acompañará su adorada esposa.
*
Buenos días Esther. Gracias por tus generosos comentarios a mi relato.
- Buena presentación inicial de Pedro, en un entorno rural, costumbrista y de costumbres conservadoras.
- Existe una contradicción en relación con la actitud de la madre respecto al violín (por un lado lo prohibía, por otro, lloraba al ver que no guardaba sin tocar).
- Los únicos diálogos que hay, en un momento álgido del relato, resultan coherentes dada la patología de Pedro.
- Hay varios conflictos. El primero es el del violín, y el segundo el de la oposición de la boda (me concentraría en uno solo de ellos, puesto que 750 palabras no permite desarrollar la trama y esta queda coja y algo incoherente)
- El…
Hola Pepe, muchas gracias por la visita y los comentarios.Me alegra que te haya gustado y comprendido la locura de Pedro, que no todos la entienden. Por suerte su mujer estuvo siempre a su lado, hasta en los momentos más difíciles.
Que pases bien, nos comunicamos el próximo mes.
Afectuosos saludos.
Hola, Esther,
Me ha gustado mucho la manera en que has abordado el relato. Esta muy bien escrito y las emociones perfectamente mostradas. Ser músico y querer dedicarte a ello es una cuestión de orates si no tienes una inmensa suerte, o patrón, a tu lado. Me gustó mucho ese aspecto, asi como la tristeza posterior, pues privar a alguien de algo que ama tanto de debe de ser horrible.
En cuanto a forma y contenido, coincido con los ricos comentarios que te han dejado, solo me queda desearte buena semana y felicitaciones por el texto.
Un abrazo.
Hola Laura y Verso suelto, ha sido un placer saber que leyeron y comentaron mi trabajo. Me parecieron de mucha ayuda las ideas que me hacen llegar para solucionar el problema. Junto a las de los otros compañeros creo que reescribiré la historia, y todo va a andar bien.
En breve pasaré por vuestros sitios.
Afectuoso saludo. Esther
Hola Esther,
Coincido con los comentarios de los compañeros en cuanto a lo poco claro que queda el conflicto del orate Pedro con el violín.
Respecto al otro conflicto, el familiar, la oposición familiar a la boda, en la frase en que lo planteas,
"La madre anciana y la hermana mayor, soltera, juraron que mientras ellas vivieran no habría boda."
no queda claro si la madre y la hermana son las del orate o las de Esmeralda.
Esos dos aspectos, para mí, son claves pues, a partir de ahí sigues leyendo sin saber muy bien a que atenerte.
Otro punto es el final de la historia, el vagido y el reloj. Ya sabemos que orate Pedro está loco y los…