Lo habÃa heredado de mi abuelo, porque asà lo dispuso desde que supo que sus dÃas estaban contados.
Yo era muy joven, no sabÃa qué hacer con aquel reloj que tenÃa cadena y tapas de oro y que además se guardaba en el bolsillo.
A la vez sentÃa la responsabilidad de tenerlo por ser un obsequio especial de mi abuelo Florencio. Él lo llevaba consigo, según mi madre, hasta que se lo dejó a mi abuela cuando marchó a la revolución.
Ella me contó que en la familia, Florencio fue el nieto varón muy esperado, ya que habÃan llegado varias niñas y que a él por ser el primero, le correspondÃa tenerlo, si acaso el abuelo no regresara.
Ella lo esperó sintiendo el dolor de la ausencia que el reloj le marcaba cada dÃa, hasta que llegó la infausta noticia.
Quiso el destino que asà sucediera, de manera que yo era muy pequeño cuando se lo hicieron llegar a mi madre para que lo guardara. No se sabe por qué razón, ella me hacÃa dormir oyendo su tictac cual si fuera una canción de cuna. Me cuentan que por un tiempo estuvo colgado en la cabecera de mi cama, como semejando una cajita de música.
Cuando llegó a mis manos, como dije, al no saber qué hacer, lo guardé en el cajón de la mesa de luz. Ahà estuvo un tiempo, olvidado, en silencio.
Pero eso me producÃa cierta desazón, deseaba llevarlo conmigo, a lo mejor me contaba algo del pasado junto a su antiguo dueño. Me gustarÃa oÃr su tictac presuroso, firme, cuando viajaba rumbo al amor, que fue muy apasionado según lo muestran unas cartas que leà hace poco. También cuando se reunÃa con sus correligionarios, tratando asuntos que dejaban a la abuela muy nerviosa por ser secretos para ella.
ResolvÃ, como homenaje, darle cuerda y colgarlo en el respaldo de la cama, que era su lugar preferido, pensé.
Una noche me dormÃa muy inquieto oyendo el ritmo acelerado del tictac, que penetraba en mi cabeza sin avisar.
―¿Adónde vamos?—dije sorprendido.
—Vamos a regresar en el tiempo, para que puedas saber cosas del pasado de tu abuelo. Casi toda su vida estuve junto a él marcando sus horas y sus dÃas aciagos o felices.
¡Quedé impactado por la idea de realizar ese viaje insólito! QuerÃa aceptarlo pero a la vez lo rechazaba porque me producÃa temor, era algo absurdo que jamás se me habÃa ocurrido pensar.
—Dijiste muchas veces: «si este reloj hablara cuántos secretos me revelarÃa».
SÃ, es verdad, pero no sé si estoy preparado para tal revelación…
En ese instante comenzó a soplar un viento que ululaba y movÃa las puertas y ventanas causando estrepitosos ruidos. Sentà cómo mi cuerpo se elevaba sin poder dominarlo y un tictac atronador lo envolvÃa todo. Mi mente deliraba. Mi frente ardÃa. Los ojos eran un cristal opaco porque no distinguÃan con claridad los objetos. Viajaba por un universo desconocido, como una nebulosa con rocas extrañas, que chocaban entre sà con truenos y relámpagos. No se cuánto tiempo duró eso.
De pronto, todo se serenó, la niebla comenzó a disiparse y descendimos a un espacio verde, muy fresco, con gorjeo de pájaros y rumor de agua corriendo entre las piedras. Sentà un placer desconocido con aroma a frutos maduros y un deseo de saciarme en ellos.
Mis ojos se abrieron.
—¿Dónde estoy? Dije sentándome muy rápido. El tictac sonaba fuerte como un corazón acelerado.
Tomé el reloj entre mis manos temblorosas cual si fuera la primera vez que lo veÃa.
Lo acerqué a mi pecho y me sentà feliz por tener un trozo de tiempo que habló sin palabras, que supo mostrar el pasado de una vida sin revelar secretos bien guardados...
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