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Foto del escritorAdmon KMarce

En un rincón de la memoria -Gina- (R)

Acaba de cumplir noventa y cuatro años. Escucha mal y la vista también le falla. Sentada frente al televisor con la mirada ausente, ajena al entorno que la rodea se anima de repente, desconcentrando al hijo que sigue el informativo: —¿Ves esta foto hijo? Yo tenía dieciocho años. Fue cuando conocí a tu padre. —Mamá, ¿no ves que estoy escuchando las noticias? —Pero yo no me entero de lo que dice el locutor. Tras aquel toque de atención, se distrae viendo faenar a la chica que realiza las tareas del hogar. —Carmela, ese pañito no me gusta —le dice a la mujer— A mí me gusta el verde, que lo hice yo... También le hice otro a tu hermana, ¿sabes hijo? Pero el de ella no sé dónde está. —Ella lo tiene en su casa, mamá. —¿Y por qué ella no está aquí? —Porque vive en Madrid y tiene que cuidar de su marido y de sus nietos. —¿Hemos comido hoy? Tengo un aguijón en el estómago y debe ser de hambre. —Mamá, ya hemos comido, te lo he dicho tres veces. Puchero, pringá y ensalada de lechuga. —¡Ah, puchero! ¡A mí me gusta! Todo se le antoja, pero sus desgastados dientes no acompañan el deseo de su mente. Presiona los alimentos, para sacarles el jugo, y luego los escupe en el plato. Después de un silencio momentáneo, la mujer vuelve a la carga. —¡Fali! ¿Ves ese mantel? La tela me la dio la tía Laura. ¿La tía sigue viviendo en la misma calle? Me gustaría ir a verla. —No, mamá. La tía ya murió. —¡No me engañes! Si se hubiera muerto, mi padre me lo habría dicho... La cenefa de croché y las flores del mantel las bordé yo; me quedaron muy bonitas, ¿verdad? —¡Sí, mamá! Las noches para Antonia se han convertido en un verdadero suplicio. Se las pasa hablando con el hijo, en la distancia, y ahuyentando los fantasmas que la agobian, golpeando la cama con su bastón. —Mamá, ya es tarde. ¿Quieres acostarte? —¡No! No me gusta mi cuarto. —Pero necesitas dormir. —Bueno hijo, ¡vale! Penosamente se levanta del sofá y a regañadientes se dirige al dormitorio preguntando: —¿Es este mi cuarto? ...Déjame la luz encendida. — Buenas noches, mamá. De madrugada gritos de angustia despiertan al hijo que duerme en la habitación contigua. —¡Tranquila mamá, no pasa nada! —¡Si pasa, tengo miedo! —¿Miedo de qué? —¡Ese maldito barco, ha vuelto! —¿Qué barco? —Va a bombardearnos de nuevo. Quiere acabar con todos los que escapamos en la carretera de Almería. —Mamá eso ya pasó... Ese barco ya no existe. —¡Sí, si existe! Estaba escondido... Tuvimos que abandonar nuestra casa. Andamos sin parar huyendo de las bombas. —¡Mamá ya no estamos en guerra! —¡No! Ahora ha vuelto, está frente al puerto. Siempre ha existido. A una calle le pusieron su nombre para que no nos olvidáramos de él. —Hace años que esa calle tiene otro nombre. No debes tener miedo. ¡Duérmete! Amanece un nuevo día y después de un frugal desayuno sus pensamientos vuelan nuevamente, esta vez hacia episodios más agradables de su vida. “¡Yo vivía tan feliz cuando era chica. Me gustaba bañarme en la playa de Torre del Mar y ver los elefantes cuando venía el circo por las fiestas del pueblo.” Transcurren unas horas en relativa calma cuando, de sopetón, Antonia le espeta a su hijo: —¡Mi padre era muy bueno! Un tranvía le cortó una pierna y quedó discapacitado . Se cayó a la vía, cuando estaba jugando con su hermano pequeño. —Estando resguardados de las bombas, debajo de aquel puente, me decía: “¡Hija, no tengas miedo! Tú eres un angelito y Dios va a cuidar de ti”. —Mamá, me voy a dormir, tú acuéstate cuando quieras. —¡No! Yo no quiero acostarme. ¡Acuéstate tú, mala persona! ¡Yo quiero pasear! —¡Cómo vas a pasear! ¿No ves que es de noche y hace frio? —Bueno, quédate un rato aquí conmigo. ¡Vamos a hablar! —Cuando acabó la guerra cogieron a tu abuelo porque no llevaba salvoconducto. ¿Tú sabes que el abuelo era sastre? —Sí, claro. A mí me hizo mucha ropa cuando era chico. —Cuando volvimos al pueblo no teníamos ni donde dormir y tu abuelo estaba preso. ¡Nos lo habían quitado todo!

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9 Comments


reginahidalgo
Feb 28, 2020

Me alegra mucho saber que os ha gustado mi historia, Cristina y María Dolores.


Os deseo un buen día a todos.

Nos seguimos leyendo.

Un saludo.

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Buen relato Gina. Reflejas perfectamente la demencia o deterioro mental de esta anciana. Me gusta. Nos leemos.

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Cristina Diaz
Cristina Diaz
Feb 25, 2020

Saludos, Gina:


Me paso a hacerte una visita (15).


Las correcciones ya están hechas, así que, solo me queda darte la enhorabuena.

Me ha gustado mucho la trama. Está muy bien redactado; la lectura es fluida y ligera. Aunque sea dialogado, el lector empatiza con los personajes y cuando se conoce de cerca la situación que representas, más.


Nos leemos.


Cris.

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reginahidalgo
Feb 24, 2020

Hola compañeros, soy Gina.


En primer lugar, muchas gracias por haberos detenido a leer mi relato y haber dejado vuestros amables comentarios.


En cuanto a los despistes cometidos al escribir, el Apuntadormudo tiene razón en que se me olvidó el acento de frío, y Carla Daniela y Gustav en que me sobra el guion en el diálogo que comentan. También se me coló otro en el momento en que Antonia le habla al hijo de lo que le dice su padre, cuando están bajo el puente.

De esos dos guiones de más me di cuenta cuando el texto ya había sido publicado.


Me alegro de que hayas participado mandando algo este mes, Carla Daniela, ;-)


En cuanto a la historia…


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palomac.marqueta
Feb 21, 2020

Hola Gina: Me ha gustado mucho tu relato. Ahora vivimos tantos años que todos conocemos de cerca a alguna persona que tiene demencia senil o Alzeimer.

Te han dicho que el hijo parece que le falta algo de corazón. No estoy de acuerdo, por mi experiencia los hombres actúan así, como tu lo has presentado, tajantes e intentando ser eficaces. ¿Es tener poco corazón vivir y cuidar con una madre que tiene demencia senil?

Muy buen relato. Enhorabuena, Menta

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