Si necesito levantar el ánimo, viajo. Y soy especialista en hacerlo “low cost”.
He llegado al entorno paradisíaco donde hemos acampado.
Allí nado con mis hermanos en un océano de aguas azul turquesa y hago equilibrio sobre las rocas, intentando atrapar los cangrejos que voy encontrando en mi camino, hasta llegar junto a mi padre para echar un buen rato de pesca con anzuelo. Correteo por la playa al lado de mi madre y buscamos conchas finas escarbando en la rubia arena.
Los manjares conseguidos los degustamos en la tienda, acompañados de unas caipiriñas y otras bebidas tropicales.
El camping cuenta con una sauna finlandesa construida en plena naturaleza usando troncos de árboles. Durante el tiempo que paso en su interior me relajo viendo caer el agua de una cascada sobre la piscina natural que rodea la cabaña. Al salir de esta me zambullo en sus frías y cristalinas aguas.
El contraste de temperaturas es increíble. ¡No puedo imaginar mejor reconstituyente!
Puedo reposar en una colorida hamaca a la sombra de impresionantes cocoteros, saboreando el agua de un coco verde mientras contemplo a loros, periquitos, papagayos, colibrís y demás fauna exuberante que allí habita libremente. Me divierte ver como los pequeños titís aprovechan cualquier descuido nuestro para bajar rápidamente a robarnos algún alimento de su agrado.
Oyendo el ruido amortiguado de las olas, disfruto escuchando bonitas historias contadas al calor de una hoguera y envueltas en la embriagadora fragancia de las flores nocturnas.
Cuando noto los beneficios saludables de mi experiencia abro los ojos y me enfrento al día, con un espíritu solidario.