top of page
nuevo logo trailorbrand.JPG
  • Facebook
  • Instagram
  • Amadeo

Excursión de valientes - Amadeo- (R)



«Caminando en línea recta, no puede uno llegar muy lejos», leí en el libro El principito. Pero no siempre fue así. Lo confirmé durante mi primera excursión por valles y bosques de mí país. Éramos jovencitos: yo y mi amigo Rodolfo teníamos dieciséis años y, creyéndonos valientes, fuimos a recorrer paisajes magníficos. Nos suponíamos expertos, aun con elementos precarios, algunos inservibles, pero que igual nos entusiasmaban. Habíamos olvidado las cantimploras. La brújula funcionaba cuando quería. Linternas no, pues regresaríamos en el día.


Amanecía cuando bajamos del autobús con nuestras mochilas al hombro. Nos miramos satisfechos y emprendimos la marcha por un camino de tierra, parejo y con buenas banquinas. Nos impresionó la rectitud de la ruta hacia el horizonte lejano, con el cielo tan distante y de un color celeste que auguraba nuestro éxito.

—No llegaremos nunca al final de este camino —dijo Rodolfo, agitado, a la hora de haber bajado del bus.

—Es y será muy aburrido seguir así. Mejor busquemos un senderito que nos lleve a un bosque con monos y animales feroces —respondí sonriente.

—Sigamos hasta allá, donde creo cruza otra ruta —dijo y señaló a la distancia informe.

Fuimos. Contemplábamos las llanuras y los pastizales que nos acompañaban. Cada uno, pensaba en lo que vendría, en las arboledas, las lianas, los pájaros cantores y liebres entre nuestros pies. Así había sucedido en la película que habíamos visto la semana anterior y nos entusiasmara tanto.

Por fin llegamos a la bifurcación inexistente e imaginada por mi amigo: solo era otro tramo largo… recto que rozaría, a nuestra izquierda, con un pequeño bosquecillo lejano. El día continuaba fresco, aunque el sol había dicho ¡Presente! Caminábamos a la par de canturrear ilusiones. Pensábamos que venceríamos al cansancio, en caso que se presentare en nuestras piernas. Avanzamos. Ya podíamos ver detalles de los arbustos y algunas flores rastreras. Por fin encontramos una sombra donde cobijarnos y nos sentamos en unas piedras planas. Comimos las frutas que habíamos llevado. Desistimos de dormir un rato: el camino, que prácticamente había desaparecido luego de haberse transformado en un mísero sendero, nos hizo dudar. Sin consultar a Rodolfo, me paré y comencé a caminar sobre pastos y pedregullos hacia donde los árboles se veían enormes. Estaban lejos, pero eran muchos. Mi amigo, en silencio y aceptación, siguió mis pasos. Con la vista en el bosque, marchamos por una recta imaginaria.

Horas después, con el sol a nuestras espaldas, supusimos haber llegado a destino. La vegetación frondosa y variada nos envalentó y penetramos en esa espesura en busca de animales y extrañezas. Solo detectamos hormigas. Ningún pájaro, tampoco mariposas, ni liebres ni leones salvajes. Cansados y aburridos de ver solamente hojas, ramas y pastos, Rodolfo, habló luego de su abstracción enojosa:

—Volvamos. Esto es un desastre. Nada que ver con lo mostrado en la película.

—Volvamos, pero no le echemos la culpa al cine. Fuimos nosotros los que no supimos elegir el camino adecuado.

—Es cierto. Vamos para allá, que es por donde vinimos —y señaló un punto que solo él vislumbraba.

Avanzamos y sin comprender las razones concluimos, dos horas después, que nos habíamos perdido. Luego reconocimos algunos troncos deformes ya vistos o… tal vez, muy similares. Por el atardecer ya en ciernes, no podíamos detenernos a elucubrar soluciones y continuamos paso a paso, sin transitar curvas, ni tropiezos hacía allá, hacia una lejanía invitadora. Los pies y las zapatillas ya eran enemigos acérrimos. Nuestros músculos nos daban preavisos que no atendíamos. Nos desprendimos de algunas inutilidades de nuestras mochilas, pues era condición necesaria para avanzar.

Por fin nos pudimos sentarnos en las mismas piedras donde habíamos almorzado y entonces volvimos a sonreír. Pronto encontraríamos el atajo que nos conduciría a la ruta larga y recta como una línea geométrica. Descansamos unos minutos y reemprendimos el camino, tras la excursión fallida, a nuestras casas. No detectamos ninguna bifurcación, ninguna curva, tampoco bajadas ni subidas durante nuestra marcha, acompañados por calambres y silencios ante la falta de palabras y poco aire en nuestros pulmones.

Solo nuestros padres se enterarían del fracaso como exploradores valientes. Secreto absoluto para los amigos.

Treinta años después, lo cuento para desmentir a Antoine de Saint-Exupéry. Mi conclusión, luego de tantos kilómetros recorridos, y de la decepción, puedo asegurar que «caminando en línea recta, si puede uno llegar muy lejos… y hasta perderse».

*




86 visualizaciones13 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

El mensaje de las 10 y 10 - Amadeo- (R)

VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Al atardecer, mientras corre en el parque un solo kilómetro, por su edad de setenta y uno años, el sobrepeso y antecedentes de salud según la recomendación del médico,

EL DEMONIO BAJO LAS AGUAS - PROYMAN1- (R)

VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Últimamente el agua de la zona estaba contaminada y no conocíamos el motivo, las enfermedades asolaban a los habitantes del valle y los servicios sanitarios estaban de

La Revelación - Wanda- (R)

Sitio web: http://unrincondelalmablog.wordpress.com/ VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Miré impaciente al reloj de la estación del tren que marcaba las 9:30. Contaba con el tiempo para llegar a la sala

bottom of page