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Farabundo no dejaba de farfullar, era fecundo con sus versos, y se forzaba en darles forma, para así fortalecer su poesía. Era fiero su trabajo para fabular y sus facultades facilitaban su faena.
La funesta amargura de sus competidores, que eran unos fracasados, faltaba a la razón con fatales argucias para falsear su trabajo. Por fortuna a Farabundo no le faltaba fuerza para seguir fomentando sus escritos y enfrentar a sus funestos y furiosos fusileros.
Fraguó un plan para franquear el paso a sus fregados antagonistas. Frunció sus escritos, para inflamar la fachenda los filisteos los llenó de florituras, fingiendo fascinación, pero era solo un firulete, aprovechándose de sus flacos conocimientos y dejarlos como un fleco. Los fulanos, como buenos fuleros, se sintieron fulgurar, y se convirtieron en figuritas que frisaban en la fruslería.
En su folletín los afamaba, buscando armar un follón y dejarlos como un forúnculo formidable, como una frambuesa. Usó el fósforo de la filosofía, de manera fraudulenta, para fregarlos con frenesí. Los dejó fablar como verdaderos facinerosos y permitió que ofrecieran su verdadera faz, facha que afirma su fachenda de fafaracheros.
Se fajó frente a la falacia de los faltones que lo querían freír vivo. Eran frusleros frustrados, resueltos a fulminarlo fundamentados en funcionalismos falsos que intentaban falsear sus versos. Ellos como francotiradores, fallaban felizmente, fracasando finalmente con su feraz verborrea.
Pero en medio de tanta fantochada, fulgió fortalecido por su fama, fulminando a sus funestos y furibundos contradictores. El fuste de su poesía y el fructificar de sus escritos fue la fortaleza que fundió a sus enemigos. La función fofa de sus adversarios fue forzada a fenecer en el fatídico frontón de fusilería de sus parrafadas.
Farabundo, flaco, frentón y feo, pero filoso, fungió en adelante como factor fundamental de la feligresía de los fabulistas, lo cual favorecía el frondoso árbol del lenguaje. Fundaron el folio fecundo de la poesía, fermento de creación y feraz creatividad. Fallaron los fanfarrones y fulgió la buena escritura. Se fabricaron florecientes robustos versos y fue firme la narrativa en prosa, y varios facsímiles se difundieron y varias facetas afloraron en la esfera de la literatura.
Fallecido Farabundo, la familia facilitó sus escritos a las editoriales, y su fama fecundó la fe por los buenos libros. Feliz final el de nuestro fabulista, desenmascaró la felonía, flagelo a los farsantes con sus letras y fustigó la mala escritura. Con fijeza fijó un camino, que filó a sus fieles fanáticos quienes explotaron el filón heredado. No hubo fisura entre la feligresía de Farabundo, mantuvieron su fidelidad aún después de su fallecimiento. La flama de sus escritos flamea en el firmamento.
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