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Al no poder continuar con su coche por lo escabroso del camino, después de más de una hora caminando por aquellos parajes que a decir verdad, infundían pavor, Ana llegó al camino situado a la izquierda del principal, por el que debía desviarse para llegar a la casa que sus tías le habían indicado. Estaba ya anocheciendo y las sombras del bosque a su paso infundían todo tipo de sensaciones menos de tranquilidad. El movimiento de las copas de los arboles hacían el efecto de que algún ser terrible se movía de un lado a otro. Al llegar, bastante asustada, golpeó la aldaba de la puerta principal, dudando de que hubiera alguien y fuera recibida cariñosamente. Al tercer intento y cuando se disponía a dar media vuelta, un ruido de cerrojos detrás de la puerta la sacó de dudas y tras varios chirridos la puerta se abrió. Tras ella una mujer de avanzada edad y aspecto muy desliñado le indicó que entrara y la siguiera a través de la penumbra de la sala. Llegaron a una especie de cocina obrador, donde otras dos mujeres golpeaban con las manos, sobre una mesa de mármol, una masa de aspecto rojizo, haciendo después unas pequeñas tortas que las rellenaban de carne para introducirlas en el horno. Al lado unos enormes recipientes llenos de carne sanguinolenta daban un ambiente mas terrorífico se ello era posible a la cocina. Al girarse una de ellas, observando la cara de pavor que Ana no podía reprimir, soltó una estruendosa carcajada ̶ No tengas miedo, ahora cuando estén hecho pruébalos y verás que buenos. ̶ soltó de golpe. Ana no era capaz de disimular su miedo. Aquellas mujeres de aspecto horrible, similar a brujas, manchadas de sangre eran sus tías, a las que hacía mucho tiempo que no veía y de las que le hablaron de manera muy misteriosa el resto de la familia. Había sido invitada a la casa del bosque para una fiesta sorpresa, que se realizaría al día siguiente. Después de la cena y tras una extraña sobremesa fue conducida por sus tías a su alcoba para pasar la noche. Habitación muy sencilla, con muy pocos muebles, una cama bastante simple sobre la que había colocados muchos cojines, sin tener tan siquiera una mesita para dejar sus cosas. Todas se despidieron en la puerta deseándose buenas noches unas a otras quedando la casa prácticamente a oscuras y en total silencio. Solo una tenue penumbra entraba por debajo de la puerta. A media noche Ana despertó sobresaltada, una sensación de ahogo, de falta de aire atenazaba su garganta. Cuando abrió los ojos medio adormecida pudo distinguir un cojín sobre su cabeza que la estaba asfixiando. Tras unos convulsos movimientos pudo ver a sus tías, dos de ellas con enormes y afilados cuchillos medio ensangrentados a su lado y la otra oprimiendo sobre su boca el cojín para asfixiarla. Antes de cerrar los ojos definitivamente, Ana empezó a comprender, seguramente la cantidad de carne de los recipientes de la cocina aumentaría con la suya.