Caminando en línea recta, no puede uno llegar muy lejos, siempre encuentras obstáculos en el camino. Son palabras de mi madre, una persona inteligente con la intuición propia de su condición de mujer. Mi padre, sin embargo, se alineaba con los euclidianos, “la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta”. Eso decía cuando volvía por las noches, haciendo eses, desde la taberna. Pienso que siempre se debatió entre el camino recto de la razón, que según él conducía a la felicidad, y el deambular por la vida dando bandazos, dónde le arrastraron la desidia y las malas compañías.
En el crepúsculo de mi vida me pregunto cuál de los dos tenía razón. Recuerdo cosas del colegio, me veo en un pupitre entre otros niños que ríen y alborotan mientras yo me encojo dentro de la camisa. Jamás me pelee con ninguno, jamás participé en las sonadas chanzas que les hacían a los profesores, como cuando le serraron una pata de la silla al de geometría y el pobre se rompió la clavícula. Yo sorteaba los obstáculos atendiendo el consejo de mi madre.
Crecí así, sin enfrentarme a nada, hasta que me salió el bozo. Un día mi padre me dijo,”¡ea!, ya eres un hombre”, y empezó a llevarme al boxeo y después a los bares con sus amigotes.
Cuando despidieron a mi padre, mi madre se puso de chacha en casa de un policía. Lo pasaba muy mal, el madero por lo visto tenía malas pulgas, y mi padre, que no llevaba bien lo de ser un mantenido, tuvo la ocurrencia de atracar una sucursal bancaria que había enfrente de casa, nada más cruzar la calle, en línea recta. Para disimular, era de derechas, al cruzar el portal torció a la izquierda y otras cuatro veces en las sucesivas esquinas; antes del último giro, se puso una visera del PSOE, unas gafas oscuras y una barba postiza pelirroja. Entró en el banco y, amenazando al empleado con un cuchillo jamonero, se llevó las cuatro perras de la caja; nuestra barriada no daba para más.
Al salir, se topó con Charo, la que tiraba las cañas en el bar, que iba a pagar una letra. ”Pero Manolo, ¿dónde vas con esas pintas?”, le dijo al reconocerlo por una leve cojera. Mi padre le dio un empujón mientras salía de naja gritando “Manolo lo será tu padre! Con los nervios no se acordó de desandar el camino rodeando la manzana y se metió derecho en el portal de casa, mientras la tabernera le increpaba “¡Manolo, hijo de puta!”. Fue directo al trullo. Dieciocho meses.
Mi madre siguió con el gendarme, con el tiempo acabó pillándole los intríngulis, hasta de vez en cuando traía un táper con cachopo o fabada, el tipo era de La Felguera. Yo seguí yendo a los partidos con la peña y empecé a hacer trabajitos, asuntos de poca monta: desvalijar tiendas, estafar a viejecitas haciéndome pasar por empleado del gas, cosas así.
Mi padre, durante su estancia en prisión había tomado la determinación de acabar lo dejado a medias; decía que lo ocurrido no había sido más que un paréntesis en la recta trayectoria que le separaba de la opulencia y la felicidad. Cuando le soltaron, entre cubata y cubata, me contó su plan, necesitaba un compinche.
Esa vez nos lo curramos mejor, yo robé un coche y, a través de un colega, conseguí un par de pasamontañas y unos monos con el logotipo de Telefónica. Esperamos a fin de mes para que en el banco estuviera el dinero de las pensiones.
El día D, aparqué en doble fila, el motor en marcha. Mi padre se puso las gafas oscuras y el pasamontañas. Cuando salió con un montón de pasta, arranqué quemando rueda, como en las películas. Esa tarde con la panda, montamos una buena, para celebrarlo.
Al volver a casa, a las tantas y cantando “Asturias patria querida”, dos agentes malencarados nos dieron de hostias, nos empujaron contra la pared y nos esposaron. Mi madre y el de La Felguera contemplaban la escena arrellanados en el sofá. Dando un rodeo ella sí había recorrido la distancia más corta entre dos puntos.
Muertos mis padres, perdí las referencias; voy y vengo sin apenas moverme, de día extiendo la gorra en un semáforo, de noche vuelvo a mi cubil. Oscilo como un electrón preso en su órbita. Titilo como una estrella en el espacio infinito.to.
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Hola, Jesús. Buenísimo relato divertido y bien escrito. Tiene golpes geniales, una descripción de la situación familiar y de los personajes muy logrados. Me ha gustado cómo todo ha girado en torno a la frase obligatoria, es decir, en si la línea recta sí o no. Muy ingenioso. El ambiente social de perdedores está muy logrado. Felicidades. Un abrazo
Buenos días Verso suelto: Me ha gustado mucho tu relato.
La discusión familiar de las diferentes líneas y los puntos encontrados de los padres es un buen empiece para todo lo que nos cuentas después.
La frase que te señala Labajos también me ha gustado mucho porque retrato una forma de ser, una personalidad que siempre tiene normas para todo y que las expresa oralmente, pero que se las salta en cuanto le da la gana.
Describes el ambiente del barrio perfectamente, gente que piensa poco y que tiene poco dinero y el que tienen lo guardan en el colchón.
Enhorabuena. Hasta pronto. Un abrazo, Menta-23
Verso Suelto:
Antes que nada, mi agradecimiento por tus comentarios al mío.
Respecto al tuyo, puedo decir que me gustó, como has encarado el desafío y representado la tragedia del bebedor, siempre en zig zag. Claro el drama tomado con humor.
Felicitaciones.
Hola de nuevo, Jesús.
Destaco el TONO que has usado. Sin él, habrías narrado una tragedia en toda regla de una familia desestructurada, , con voz grave de barítono y seria, sin embargo, con las dosis de desenfados adecuada, y la voz de tiple, (la del hijo-narrador), has dibujado un retrato esperpéntico desde el sarcasmo hacia sí mismo y su familia.
Así y todo, no se consigue una sonrisa en el lector (al menos, a mi como lectora). La sensación final es de tristeza, es como ver una lágrima en un payaso, pues son delincuentes chapuceros, de baja monta al que todo les sale mal. Solo hay que ver el resultado.
La ambientación me ha parecido la adecuada para el…
¡Hola, Jesús!
Sin duda nos ofreces una tragicomedia o un sarcasmo a modo de sainete, pues los personajes que nos describes resultan rocambolescos y ya ni te cuento la filosofía o el mensaje del contenido repleto de ironía.
También se podría considerar una historia realista del siglo pasado situada en la época de la postguerra civil española, cuando a las asistentas se las llamaba «chachas»... aunque el tono disparatado e hilarante es lo que me ha hecho definirlo como un sainete.
Los enredos de la familia no tienen precio, el padre, un peculiar «euclidiano» que no practica con el ejemplo y al final pierde el trabajo, para «redimirse» con la delincuencia; la madre la más inteligente y sensata de l…