De vez en cuando ocurre esto. Un día, mi hermana nos llama por teléfono. Poco después, aparece con la maleta en la mano. Nosotros nos miramos, pero no es necesario pronunciar palabra.
Mi marido me dice eso de que «el amor sólo duele si estás aburrido», algo que yo siempre he entendido como que si te mantienes entretenido, olvidas las penas del corazón. En realidad no es el caso, porque estas visitas de larga duración no obedecen ya a un problema grave entre ellos. Aún así, nos afanamos porque el tiempo pase lo mejor posible para los tres, y entre juegos, largas conversaciones, recuerdos, y muchas risas, transcurren las horas de un modo más agradable. Hasta que de pronto, entre las fotos de familia que pueblan paredes y repisas, su mirada encuentra una en la que él aparece, y entonces su semblante parece por unos instantes tornarse serio. Se queda pensativa, y cierta melancolía la invade. A pesar de todo, le echa de menos.
Él es un escritor de cierto renombre, y además con gran éxito comercial. Alguna obra importante lleva su firma, y no sería raro que le hayáis leído . Cuando está creando, nada existe. Se mete tan de lleno en el proceso de escritura de su novela, que apenas dirige durante meses la palabra a nadie, lo cual incluye a su propia esposa, mi hermana. Como mucho le dedica varios monosílabos al día, seguido de algún gruñido. Sin embargo, aún pareciendo que la ignora, en el fondo le gusta tenerla alrededor. «Sí, como quién tiene un gato al que gusta pasar la mano por encima de vez en cuando, pero no mucho», comenta mucha gente. Ella se ocupa de la casa y todo está en su sitio para él. «Podía contratar una asistenta, para esto no se casa uno», concluyen otros.
Los hijos ya volaron, y aparte de las labores domésticas, mi hermana no tiene un hobby, lo que quizá pueda acentuar su situación. En nuestra juventud, hará ya unos treinta años, nos consideraban las magas de la tijera. «Corte y Confección» nos llamaban en broma. Se podía haber dedicado al mundo de la moda perfectamente, haber hecho de eso su profesión, como he hecho yo. Pero se cruzó en su camino el guapo y joven autor. Lo dejó todo por él, aunque no tenemos claro si fue por iniciativa propia, o más porque a él no le parecía bien, y nuestras discusiones al respecto fueron épicas. Ella , cuando rememora esa época, suele decir que es que no tenía tiempo.
Volviendo a mi cuñado , después de terminado un libro, viene la promoción del mismo, claro está. Es entonces cuando se ausenta durante muchas semanas. Mi hermana le había acompañado en algunas ocasiones, pero se sentía fuera de lugar, y al final, la sensación de ser un estorbo la dominaba de tal modo, que había optado por mantenerse al margen de todo ese lío, y suele ser cuando viene por aquí. Ahora ya ni lo menciona, pero hace muchos años, alguna vez incluso se planteó la separación. Luego siempre volvían a estar juntos, y todo comenzaba de nuevo.
Es extraño vivir así tanto tiempo, al menos para mí, y creo que es la fuerza de la costumbre lo que ha hecho que esto parezca lo normal. Si comparo con nosotros, no tiene nada que ver. No puedo entender que nadie sacrifique su vida por otro de ese modo, que pueda aceptar ese papel secundario. O quizá al principio, te enamores, te dejes llevar, aceptas las cosas y no te das cuenta.
Miro a mi esposo, y sé lo que piensa sólo leyendo en sus ojos. Valoro mucho que acepte de buen grado la presencia de mi hermana. No todo el mundo lo haría. Estamos juntos desde hace mucho también, y observando cómo son de complicadas en ocasiones las relaciones entre los demás, no sé cómo pasó entre nosotros. ¿Tan raros somos? Fue sencillo, ninguno ha torturado al otro, ni jamás le ha anulado, quiero creer. Él con sus fogones, yo con mis patrones. Crecimos juntos, criamos dos chicos. Normalidad, naturalidad, respeto, admiración, amor por supuesto... Bueno, pero eso da para otra historia.
De pronto, el sonido de un claxon me saca de mis pensamientos. Como tantas veces antes, es él, el famoso escritor. A mi hermana se le ilumina la cara, y observamos a través de la ventana como ella sale a su encuentro. Junto a la portezuela abierta del coche, se abrazan.
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RATOPIN
Buena historia matrimonial, bastante común entre parejas de años juntos. No encontré tensión o intriga, algo para esperar. Me imaginé el desenlace: volvieron a estar juntos… por un tiempo.
Eliminaría la primera frase: De vez en cuando ocurre esto. Lo sabremos, lo deduciremos al leer.
Dices: Nosotros nos miramos… ¿Quiénes son nosotros? Pregunta que detiene la lectura, distrae.
Dices: perfectamente, haber hecho de eso su profesión, como he hecho yo. Repetición cercana.
Algunos aún, no llevan tilde para significar: incluso (Con tilde significa: todavía)
Estoy en el 5 por si quieres leerlo y comentar
Cordiales saludos
Amadeo
Hola Ratopin:
Nos presentas una comparación entre dos formas muy distintas de vivir la pareja: una hermana sumisa y dependiente del marido, la otra independiente y empoderada. Todo ello se produce sin aparente quebranto de la voluntad de nadie, por lo que aun no compartiendo las ideas, estas se respetan y acatan. Un caso diferente del que plantea Wanda en su relato (11).
La historia me parece actual, amena y bien escrita. Al no existir diálogos, yo hubiera optado por espaciar los párrafos para facilitar su lectura.
Saludos.
Hola, Ratopin. Tu relato me parece muy bueno, aunque coincido con lo que ya te comentaron. En lo personal, solo tengo un par de consejos: “una asistenta”, no es correcto, debe ser “un asistente”, independiente del sexo, pues su origen es el verbo ”asistir”, que denota una acción que no depende de ningún género. En ese caso podrías decir “un asistente femenino”. La oración “No puedo entender que nadie sacrifique…” debería ser “No puedo entender que alguien sacrifique…”, para evitar la doble negación. Por último noté varios teísmos que valdría la pena corregir, así como varias tildes mal utilizadas (“solo” nunca se asentúa). Enhorabuena y mucha suerte. Un abrazo.
A BERUMEN (3)