top of page
nuevo logo trailorbrand.JPG
  • Facebook
  • Instagram

LA CASA DE TÓCAME ROQUE - Labajos - (R)


Según el refranero en la “Casa de Tócame Roque” reinan confusión, desorden, alborotos y riñas. La primera existió de verdad: una corrala de la madrileña calle Barquillo demolida en 1850, que podemos ver en el Prado inmortalizada por “Hispaleto”. Fue famosa gracias al sainete de don Ramón de la Cruz “La Petra la Juana o el buen casero”. Fernández de los Ríos afirma que este nombre se debe a las continuas disputas entre dos hermanas por los propietarios Juan y Roque. El follón dio lugar al primer desalojo-exprés de la historia, intervención de guindillas incluidos.


Siempre viví en casas ruidosas. Pasé mi infancia en Madrid, los balcones de casa daban a la calle Juan de Austria, ofrecían escalas y ejercicios operísticos acompañados de piano: alguien daba clases de canto. Mis tres hermanos y yo imitábamos tales voces a coro, mientras patinábamos por los pasillos ajenos a las riñas de nuestra madre que, resignada, afirmaba vivir en “La casa de tócame Roque”. Si escuchábamos en el suelo rítmicos golpes, influenciados por Ibañez Menta, los atribuíamos a duendes caseros con los que intentábamos comunicarnos, mediante toques de nudillos en suelo, puertas, armarios… El tiempo nos desengañó: procedían de los escobazos que la vecina daba al techo.


Pero la auténtica actividad vecinal llegaba por los patios: radionovelas de Sautier Casaseca, o “Matilde, Perico y Periquín” (gentileza de ColaCao), aderezados por vahos de berza y sopicaldos. Las magníficas coplas “… No te quiero, no me quieras, me voy de tu vera, ‘olvíame’ ya…”, interpretadas por la estridente voz de Nani desde el primero B.


Para opositar busqué tranquilidad en Ayala 124. Un destartalado chollo del barrio Salamanca, a precio ridículo.


Dados mis antecedentes, no puedo ser quisquilloso con los ruidos, pero mis vecinos eran insoportables. Vivían de noche mientras de día reinaba el silencio. Achaqué la lavadora a algún plan de ahorro energético, pero batir huevos o hacer bricolaje era intolerable. Llamé a su puerta, no respondieron a los timbrazos, mientras una corriente de aire cerró repentinamente la mía, dejándome fuera en bata y zapatillas. Tuve que trasladarme de esa guisa a casa del señor Bermejo, administrador de la finca. Observado de arriba a abajo, superé el ridículo y aproveché para informar sobre los vecinos.


—Me extraña.


—Por…


—El edificio está vacío. Tenga las llaves —y cerró la puerta en mis narices.


Al regreso mientras abría el portal, una mujer de edad avanzada al verme cambió rápidamente de acera, mientras se santiguaba gritando:


—¡El cura!, ¡el cura!



—¡Señora!

Terminé acostumbrándome a las rarezas de esa casa, corrientes de aire aque abrían y cerraban puertas y ventanas, temblores cuando el metro pasaba hacían caer objetos. La instalación eléctrica no era buena, las luces parpadeaban.


Finalmente aprobé la oposición, y obtuve plaza en Valencia. Al devolver las llaves, el señor Bermejo se mostró amable al contrario que la vez anterior.


—Usted también se va, ¡no ha podido aguantarlo! —a lo que respondí con una mirada interrogante.


—En tiempos de la casa de citas, un sacerdote murió repentinamente. Desde entonces pasan cosas.


Casi no pude despedirme antes de explotar en risas. ¡Lo que dice la gente!


Sin domicilio en Valencia, un compañero me prestó una casa heredada que nunca llegó a utilizar.



—Estará hecha polvo, pero si te apaña…


Perdido en el barrio del Carmen, un abuelete que fumaba un caliqueño me sacó del laberinto:


—¿Esparto, 7?  “Clar, vostè va a la casa de tócame Roque”.



Acompañé hasta un viejísimo edificio a aquella máquina de echar humo. Desde el primer momento los vecinos me advirtieron sobre los hechos acaecidos en 1917, el primer poltergeist registrado en España. Me convertí en “el tío que va a vivir en la casa del duende del Esparto”, trajeron recortes de prensa, me contaron de alguien que conoció a la familia Colomero, me invitaban a vino y cervezas para instruirme sobre “bruixes, follets, endimoniats…”


Pero lo que me hizo desistir de vivir allí, fue la seguridad de que moriría de silicosis respirando tanto polvo, o a causa de un derrumbamiento, ya que los ruidos de vigas y suelos anunciaban una catástrofe inminente.


Nunca creí en casas encantadas, pero empiezo a pensar que los trasgos me acompañan. Mi actual vecina no para de quejarse del ruido que hacemos en casa, incluso cuando dormimos, le molesta mi perro aun cuando, en vacaciones, lo dejo en la residencia canina, se queja de la música, la televisión, ¡las fiestas de mis hijos que ya no viven con nosotros!… ¡Es terrible!, un caso de vecina poseída.





Nota del Editor:

Fernández de los Ríos, en su Guía de Madrid, afirma que la casa tomó su nombre de los propietarios Juan y Roque, dos hermanas que discutían diciendo: "Tócame a mi, tócame, Roque". Y dicho nombre es utilizado para referirse a las casas donde reina el caos, las peleas y los alborotos.


152 visualizaciones13 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

El mensaje de las 10 y 10 - Amadeo- (R)

VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Al atardecer, mientras corre en el parque un solo kilómetro, por su edad de setenta y uno años, el sobrepeso y antecedentes de salud según la recomendación del médico,

EL DEMONIO BAJO LAS AGUAS - PROYMAN1- (R)

VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Últimamente el agua de la zona estaba contaminada y no conocíamos el motivo, las enfermedades asolaban a los habitantes del valle y los servicios sanitarios estaban de

La Revelación - Wanda- (R)

Sitio web: http://unrincondelalmablog.wordpress.com/ VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Miré impaciente al reloj de la estación del tren que marcaba las 9:30. Contaba con el tiempo para llegar a la sala

bottom of page