Aquel día lluvioso, qué ironía, fui a ver «Cielo amarillo», una película antigua de Gregory Peck. Asistí un poco calado, porque aunque anunciaban lluvia esa tarde, no suelo coger paraguas nunca. No me gusta. Vamos, casi me molesta. Además había ido caminando, comprobando como caía cada vez más agua encima de mí.
Es una buena película. Peck lidera una banda de forajidos, y aunque no es el bueno, acaba redimiéndose. Siempre me hizo pensar que todos dentro tenemos a alguien muy noble, pero también, agazapado, un ser ruin y malvado. Había encarnado tipos buenos, decentes, honrados, incorruptibles como en «Matar a un ruiseñor» y «Horizones de Grandeza», y también grandes villanos como en «Moby Dick» y «Duelo al sol».
La pequeña sala estaba repleta, y al terminar, la gente salía charlando en pequeños grupos. A la salida estaba Ángel, amigo mío de muchos años, paraguas en mano, esperándome. Habíamos quedado porque él vivía cerca de allí. Le había dicho que quería contarle algo, lo cual había le intrigado bastante como para sacudirse la pereza y acudir a mi encuentro.
Anduvimos metidos en su paraguas —Ángel insistió en que me lo llevara después, «yo estoy a un paso » dijo, y accedí solo para que se callara— hasta un bar no lejos de allí donde empecé mi relato.
Elena. La había conocido en el museo. Intentaba verle algo especial a la escultura «Mujer cuchara», cuando me di cuenta de que tenía una chica al lado. Nos miramos, y comprendí que trataba de hacer el mismo ejercicio.
—Nunca he entendido a Giacometti —dijo.
—A mí tampoco me gusta mucho.
Hablamos durante un buen rato, sobre todo de arte. Salimos a la vez a la calle, y como ese mismo día, llovía. Yo no tenía paraguas, como siempre, y ella se ofreció a compartir el suyo hasta la parada de metro más próxima. Así anduvimos un rato hasta que yo propuse:
— ¿Un café? Invito yo.
Estuvimos otra hora charlando, esta vez de muchas cosas. Estaba casada también. Llegué a casa más tarde de lo previsto, no se ni qué mentira le conté a Sandra. Eso había ocurrido seis meses atrás, y Elena y yo habíamos seguido viéndonos. No había pasado nada: conversaciones, cafés…hasta un día.
—Entonces no le has hablado de ella a Sandra —preguntó Ángel.
—No, no…Bueno, no ha pasado nada hasta el otro día —dije—. Me abrazó y me besó en la mejilla. Era la primera vez que lo hacía.
Ángel abrió los ojos.
—Sí, nos quedamos callados cerca el uno del otro. Y le devolví el beso, pero en la boca. Nos abrazamos y nos besamos. Nada más. Ella cogió el metro.
— ¿La quieres?
—No sé, estoy muy bien con ella. Empezó como algo platónico, pero ahora tengo un buen lío en la cabeza.
— ¿Pero quieres a Sandra, no?
—Sí, es mi mujer. Claro que la quiero. Nunca me ha pasado nada igual. Y ahora me veo envuelto en este extraño triángulo amoroso, que no se ni cómo ha empezado.
—O cuadrado, no te olvides del marido.
Me aconsejó que ordenara mis ideas, antes de tomar una decisión si es que pensaba tomar alguna. Y que si de verdad quería a Sandra, debía dejar de ver a Elena, lo cual parecía lo más lógico.
Nos despedimos. Intercambiamos algunas palabras, y olvidando lo que habíamos acordado, se marchó él con el paraguas. Me había empapado lo suficiente ese día por lo que decidí coger un taxi.
Llegué a casa, y Sandra estaba seria. Me preguntó por la película y al poco dijo:
—¿Quién es Elena?
No podía mentirla. No en ese momento porque mi cara era un libro abierto. Le expliqué la historia omitiendo los besos. Le dije que no era nada.
—Entonces por qué me has mentido si no es nada —contestó—. Anda, vete, que no quiero verte ahora.
—Pero quién…
—Qué más da —dijo empujándome hacia la puerta.
Pulsé el botón del ascensor, y Sandra apareció con algo en la mano.
—Toma, te hará falta.
Era un paraguas. Pensé: solo podía ser Ángel. Él mismo nos había presentado hacía años. Era amigo de Sandra. Cuando empecé a salir con ella le pregunté, decía que no le importaba, que estaba bien. Y una mierda, siempre le gustó. Pero qué rápido había sido. Tenía que ser él. Como Gregory Peck, como cualquiera bajo ciertas circunstancias, como yo que había mentido, Ángel, mi amigo, también podía ser un hijo de puta. Al menos, esta vez no me mojaría.
Hola Ratopin Johnson, aquí vengo a disfrutar de tu relato.
Me ha gustado, he disfrutado con su lectura, fácil, ágil, diálogos creíbles. Bien usada la variedad de papeles interpretados por la estrella de Hollywood como paralelismo para la historia.
El final me sorprendió un poco, no por improbable sino por evidente, quizás esperaba otro final menos claro.
No obstante, te reitero que me ha gustado tu relato.
Saludos, nos leemos.
Apuntador Mudo.
Qué bueno encontrarte, Ratopín con una historia donde juegan los sentimientos, las emociones del diario vivir.
Está bien contada, me gusta como escribes. Vas mostrando los hechos con naturalidad. La lluvia, presente a lo largo del relato le da el marco adecuado que trasmite lo que no se dice.
Curiosamente en mi relato, aparece un paraguas que protege a alguien que no trajo el suyo, a pesar de haber observado el cielo antes de salir.
Saludos, nos seguimos leyendo.
Esther (49).
Hola a todos, gracias por la visita y los comentarios.
Gracias Clara/Juana, al final sí he podido ponerme el nombre de Ratopin en la cuenta (supongo que no la habré cambiado en google, sólo aquí). Tienes razón, a veces hay amistades que un día dices, "pues vaya amigo". Los buenos amigos se cuentan con los dedos de la mano.
Hola IreneR, quería escribir "le había intrigado" pero los dedos no acompañaron a la cabeza. Buen apunte ese segundo que me haces, cierto, no hay pregunta.
Hola gordillo.lucrecia. Toda la razón, secreto de dos, ya no es secreto. Dices que he olvidado comentar que ella estaba casada, y luego Ángel habla del marido, pero si vas más arriba, cuando el narrador…
Que buen amigo ese ¿No tendrás enemigos también? Un saludo
Hola Ratopin!
Me encanto el inicio, aun cuando tuve que googlear a Gregory Peck, porque cuando va leyendo parecería no guardar relación con el texto, pero al final se comprende.
Encontré un error que, seguramente, debe ser de tipeo: había le. Entiendo que va todo junto. A solo, le falta el tilde. Y a “de que tenia” le sacaría el “de”.
Se me ocurre que la parte en la que describía que este amigo le había presentado a su esposa, podría estar más arriba a modo de anticipar que este amigo podía llegar a hacer lo que hizo.
Me gusto mucho y pude imaginar q este personaje que vive mojado o sin paraguas. Pero me costo entender que relación tiene…