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La guardia de Navidad- Laura- (R)



24 de diciembre. Me toca la guardia del turno noche. Claro. Estoy soltera, sin pareja ni hijos. Vivo con Horatio, u Orate según se lo vea, un gato tan excéntrico y poco agradecido que realmente, no sé para qué ni por qué lo tengo.

Es fácil decirme si les puedo hacer el favor, que a alguien le tiene que tocar el turno de la nochebuena, que puedo compartir la cena con los que quedan de guardia y los residentes, que no tengo que preocuparme por el menú ni por lavar los platos. Y no me va a tocar la guardia de fin de año.

Fin de año. ¿Qué hago el 31? ¿Ir a la casa de mi hermana, como todos los años? Realmente, no tengo ganas. Se molesta si le digo que quiero quedarme sola, pero es la pura verdad. Imagino el cambio de miradas entre ella y su hija, la que estudia psicología, tomando nota mental de que deben establecer contacto más frecuente conmigo. Y entonces comenzará la catarata de mensajes por el móvil, con emoticones incluidos, que no hay modo de terminar, porque a cada uno siempre encuentran otra respuesta.

¿Es que no pueden entender que quiero estar sola? Ahora que lo pienso, creo que voy a pedir el turno del 31. ¿O creerán que ya estoy para acompañar como residente a los internos del Ala Azul?

Las puertas automáticas que dan al pasillo interno se abren con un susurro. Es Charles, uno de los internos más inofensivos. Puede circular libremente por las instalaciones, pocas veces lo hace de noche. Hoy ha estado inquieto. Le ha sido difícil sentarse a comer, no ha parado de hablar, de moverse ni de intentar seducir a cuanta mujer quedaba cerca suyo, empleada o residente.

Lo vi venir por las cámaras. Suele venir a conversar cuando sus fantasmas lo acechan. Se considera un barbián. Me habla como si fuese la mujer más hermosa del mundo, lo que no hace mal a nadie si ambos conocemos el juego, aunque todos sabemos que mas de una, e incluso, algunas visitas, han caído bajo sus encantos de galán maduro de otras épocas, beneficiando de modo inconsciente a todos.

Charles las seduce con su memoria prodigiosa, y ellas se sienten halagadas. No hay mujer que se resista a un hombre que recuerda tu nombre, tus aficiones y lo que han conversado la última vez. Lo que desconocen es que Charles activa procesos de asociación en cuando las ve, pero se desactivan ni bien las pierde de vista.

Cruza las puertas, concentrado, midiendo sus pasos. Tiene que dar trece exactos pasos desde que las atraviesa hasta el mostrador. Evito mirarlo. Solo cuando logre dar los trece pasos iguales podré saludarlo. Nunca voy a olvidar la vez en que lo saludé apenas llegó. Era mi primera noche, me lo habían advertido, pero yo lo había olvidado. El escándalo que hizo me recordó de inmediato mi error. Nunca mas lo volví a cometer.

Espero con la vista baja, como si no existiera. Escucho que va y viene varias veces. Cuando por fin está satisfecho con el resultado, un leve carraspeo me indica que puedo mirarlo.

Me trae una marchita flor blanca, atención con la que siempre me honra.

Un vehículo gastado llega como puede y se detiene ante la entrada principal.

---Fiat 600, modelo E, 1978---dice. Unos instantes después, completa: ---Probablemente rojo, bastante deteriorado, por cierto.

Y una vez más, me asombro. Miro en el monitor correspondiente. Allí está el auto descripto. Un muchacho algo barbudo, con unos sencillos pantalones cortos, camisa abierta sobre una remera que se supone blanca, baja apresuradamente para abrir la otra portezuela. Una chica embarazada apenas puede caminar. Se acerca una silla de ruedas, probablemente es Rodolfo, otro de los solitarios. Todos entran. El muchacho vuelve en unos minutos y retira el vehículo de la entrada.

La chica entra en maternidad. Pasan los minutos. El muchacho no se puede quedar quieto. Mira el reloj. Los minutos están detenidos. Charles mira intermitentemente el gran reloj de la sala y el monitor que da a la maternidad.

Falta poco para la medianoche. Y entonces, con claridad, lo escuchamos. Un suave vagido que se mezcla con las campanas de la medianoche. El muchacho se levanta, camina hacia las puertas dobles. Una enfermera lo hace pasar.

---Feliz navidad---me dice Charles. ---Ahora todo está en orden.

Y con sus cuidados trece pasos, se va cantando un villancico.

*




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