Max presentía que ese sería un buen día. Por fin alguien estaba dispuesto a escucharle.
Él sabía que las últimas muertes ocurridas en la comarca estaban relacionadas entre sí y que se trataba de un mismo asesino pero la policía no le hacía caso.
Esa mañana se había citado con un reportero en el Parque Aguja, situado junto a la acequia que desembocaba en el lago. A pesar de la niebla y el frío, era el lugar ideal para exponer su teoría.
Como había llegado con antelación, Max se quedó dentro del coche observando, a través de los cristales empañados por el vaho, un grupo de patos inmóviles en el agua.
Cuando llegó la hora, salió. Enseguida notó las gotas de niebla sobre su cabeza, así que se caló la gorra sobre la cabeza desnuda y esperó.
A los pocos minutos llegó un coche del que salió un tipo alto y desgarbado. En la mano llevaba una funda con lo que parecía una cámara con objetivo.
Max se le acercó.
—Buenos días, soy Max Olván. ¿Es usted el reportero?
—Sí, Josep Grau —dijo extendiendo la mano—, pero todos me llaman Grau.
Max correspondió al saludo con una sonrisa. No pudo evitar fijarse, con cierta envidia, en la mata de rizos negros que lucía el hombre.
Como buen periodista, Grau fue directo al grano:
—Así que cree que tenemos un asesino en serie merodeando por la comarca.
El tono escéptico no le pasó inadvertido a Max pero no dejó que le influyera, determinado como estaba a convencerlo con sus argumentos.
—¿Qué le parece si damos un paseo mientras hablamos? —propuso.
Los dos hombres comenzaron a andar siguiendo el sendero de la acequia, con frondosos árboles que empezaban a adquirir la coloración otoñal.
De vez en cuando se cruzaban con algún ciclista o algún corredor.
—Bueno —empezó Max—, supongo que conoce los casos de los que quiero hablarle.
—La verdad es que los he seguido muy de cerca. Por eso su mensaje me dejó tan intrigado. ¿Tiene usted información que la policía desconoce?
—En principio no—contestó Max—, pero si repasa los informes policiales podrá comprobar que el modus operandi del asesino coincide con las leyendas de la ciudad subterránea y el timbalero del Bruc. —Grau paró en seco y miró a Max estupefacto, aparentemente sin saber qué decir—. Además, no debemos olvidar que ambos casos tienen una prueba en común.
—Cierto —afirmó Grau—, aparecieron varios cabellos de color bermejo en los escenarios del crimen. Y aunque se baraja la posibilidad de que se trate de un único asesino, las pruebas forenses no son concluyentes, de momento. Entonces —continuó el periodista, tocándose el pelo húmedo por la niebla—, según su teoría, ¿cuál sería el próximo movimiento del asesino?
Ese era el momento que Max esperaba y con total convencimiento, dijo:
—El próximo crimen tendrá que ver con la leyenda de la Misteriosa Luz.
—Ahora entiendo porqué me ha traído aquí —asintió Grau con una leve sonrisa—. Esta acequia fue el origen de una disputa entre dos obispos a mediados del siglo XIV que provocó en la ciudad un sequía extrema. Entonces, una luz procedente de la montaña de Montserrat iluminó la iglesia del Carmen. El supuesto milagro reconcilió a los obispos y el agua volvió a la ciudad.
—Exacto —asintió Max.
En ese momento llegaron a un pequeño bosque. No se veía ni un alma en los alrededores.
La niebla empezaba a disiparse y Max se fijó en que, por la frente del reportero bajaban gotas negras, que se limpiaba con la manga de la cazadora. De repente, caminando en círculos, Grau dijo en tono severo:
—Las leyendas contienen algo de verdad, pero la gente, con su frenético estilo de vida, se olvida de su pasado y comete los mismos errores. Es hora de recordarles su historia. Por desgracia, solo prestan atención a los actos brutales.
Max no entendía de qué estaba hablando, hasta que vio el color rojizo del nacimiento de su pelo. Entrando en pánico, intentó escapar, pero una potente luz le cegó por completo. Un instante después, recibió un contundente golpe en la cabeza, del que no se recuperó.
Grau apagó el foco, limpió la sangre de la enorme linterna y miró con lástima a Max.
—Entiéndelo, no podía permitir que me descubrieras, aún me quedan muchas leyendas que dar a conocer.
Mientras, a unos metros de distancia, un par de ciclistas se preguntaban de dónde había salido aquella misteriosa luz.
Hola Amber Shire:
Es la primera vez que leo algo escrito por ti y he quedado gratamente sorprendido.
Me ha gustado la forma de narrar la historia, la trampa que le tendió Grau citándolo en aquel paraje poco frecuentado y la intriga que se desprende de una narración bien elaborada.
Interesante el detalle del pelo destiñéndose que deja una pista clara a Max que aterrado y presintiendo su trágico final intenta huir.
Por rizar el rizo y para darle mas protagonismo a la intensa luz, me parecería oportuno cambiar la hora de la cita, y en vez de ser por la mañana la pondría al caer la tarde o al anochecer, donde esa luz brillaría con mayor intensidad. Pero es…
Buen día Amber!
¡Qué buena historia! Visualicé a los dos personajes fácilmente, me metí en el bosque y me sorprendió el final.
Los diálogos ayudan a ir conociendo la trama aunque no hayas hecho muchas descripciones. Los asesinatos en serie siempre son atractivos y la misteriosa luz le agrega más interés.
Muchas gracias.
Crisha
Hola, Amber Shire:
No sé si es un talento natural o lo has entrenado, pero tu exquisita forma de escribir salta a la vista desde la primera frase, en la manera de explicar los detalles más importantes de manera indirecta: el protagonismo del pelo del reportero desde el principio, el entorno en el que se encuentran los personajes, los cortes de diálogo para no que no devengan en largos monólogos...
Un relato trabajado y con recursos bien explotados. Eso sin hablar de la trama, que es a su vez muy interesante.
En fin. Creo que has conseguido un relato pulido y muy interesante. Mi más sincera enhorabuena.
Un saludo,
Mario
Buenos días, Amber Shire. No se me dan nada bien escribir relatos detectivescos, (aunque debería ser una asignatura obligada para todos aquellos que escribimos), así que admiro doblemente a quienes se atreven con ellos.
No incido, para no ser repetitiva, en las correcciones que te han hecho, acertadamente, algunos compañeros. Te dejo mis impresiones, Amber.
Bien por mezclar la leyenda de la disputa de los dos obispos por el agua y la intervención milagrosa de la luz.
Los incisos y acotaciones de los diálogos bien llevados, con buen criterio no hizo falta el dijo fulanito, dijo menganito, puesto que son dos interlocutores nada más y se distingue claramente quien es quien. Los vocativos también han ayudado, y, has aprovechado algún…
Guau, Shire, cuánta intriga. y yo que empezaba a sospechar de Max, no sé por qué, en este tipo de historias siempre se empieza a sospechar del protagonista principal, pero en este caso me engañaste de buenas. Muy buen relato, me parece una escritura impecable, y aunque no conocía la leyenda, creo que se sostiene bastante bien.
Me ha gustado mucho, y eso que no soy mucho de relato/novela negra, pero el tuyo sí me gustó.
Un abrazo.