Otro ruido en el comedor y su corazón empezó a bombear con fuerza. Rezando, se acurrucó bajo las mantas y cerró los ojos forzándose a dormir. El pequeño deseó que la mañana llegase ya, ellos se habrían ido y por fin podría estar tranquilo; si lo veían todo estaría perdido. Un escalofrío de miedo recorrió su cuerpecillo al notar el sonido del pomo de la puerta de su habitación, pero permaneció tan inmóvil como pudo. Contuvo la respiración. Con suerte, pensó, los reyes magos no descubrirían que estaba despierto y le dejarían sus regalos.
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