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La novia de Puerto Colombia - Kein V. Raad


Una noche de octubre de 2020, Camilo Rojas decidió desempolvar su taxi zapatico. Se despidió de su esposa, de sus hijos, y partió a reencontrarse con las calles de Barranquilla. A muy altas horas, tras haber hecho una serie de largas carreras, emprendió su camino de regreso al municipio de Puerto Colombia.


La vía estaba en un notable perfecto estado y el tráfico era casi inexistente. El viento, soplando contra el parabrisas, mugía con fuerza y tumbaba conos naranja a un costado, como formando adrede una inquietante decoración de día de brujas. Cada tanto pasaba algún motociclista a toda velocidad, levantando una gran cantidad de polvo apenas perceptible en la oscuridad.


El taxista lucía cansado, movía constantemente su cabeza y cuello, liberando gradualmente la tensión de sus músculos. De un momento a otro, una enigmática figura femenina se incorporó por la derecha, bajo algunas de las tenues luces que se encontraban más adelante. A medida que se fue aproximando a ella notó como ésta, vestida de novia, le pedía chance desde la vereda, con una estremecedora insistencia progresiva. El agitar de su brazo resultaba por instantes hipnótico.


La tela blanca que adornaba a la mujer ondeaba en dirección contraria al viento, con movimientos bruscos y a un ritmo sin sentido. Una avalancha de pensamientos empezó a caer sobre Camilo: “No es época de bodas”, “Falta mucho para el 31”, “Ya debería estar en casa”... Su respuesta instintiva fue abrirse hacia el otro carril y acelerar, simplemente acelerar.


Habiendo avanzado lo suficiente, sintiéndose a salvo y fuera de aquello que había percibido como peligro, se animó por fin a mirar por el retrovisor central, pero un extraño vaho que cubría el cristal se lo impidió. En ese momento sintió que un nudo le estrujaba la garganta. Temiendo nuevamente lo peor, no pudo evitar arrepentirse de haber salido ese día.


Fue en un segundo intento que tuvo “de frente” a la muerte. El repentino reflejo de una novia mirándole fijamente desde el asiento trasero del coche, con aspecto desencajado y piel pálida, cuyo frío podía incluso verse, lo trastornó. Lo hizo al punto de llevarlo a derrapar hasta impactar violentamente contra un poste que, de poder, juraría no haber visto nunca antes. 


Camilo se convirtió en una más de las muchas víctimas que desde hacía más de treinta años protagonizaban tristes noticias de extraños accidentes nocturnos en la misma vía. Verdad o no, los adultos mayores de los barrios populares, como de costumbre, no desaprovecharon la oportunidad y sacaron a colación la supuesta historia detrás de los hechos recientes, que para el imaginario colectivo poseían claros tintes fantasmagóricos. Todos coincidieron en la mayoría de los acontecimientos:


Una tarde de baile de 1982, Blanca Rosa conoció a su príncipe azul. Aquel libanés, de nombre Yesaia, quedó preso de su jovial expresividad y no tardó mucho en declararle su amor. Bastó con que la joven cumpliera la mayoría de edad para que meses después hubiese matrimonio. 


Tanto la ceremonia religiosa como la celebración posterior, a la que solo acudieron los familiares y amigos más allegados de la pareja, tuvieron lugar en una pequeña finca a las afueras de Barranquilla. Una vez finalizado todo, los novios partieron hacia su soñada luna de miel en Puerto Colombia, en un modesto coche color bermejo junto a un par de entusiasmados padrinos que se encargarían de transportarlos.


Era de noche y la carretera tenía algunos desniveles que hacían saltar a los ocupantes del auto, pero todo era alegría en el ambiente. Sin embargo, un loco al volante apareció en contravía a medio trayecto e hizo que, tras una maniobra evasiva, el carro nupcial chocara por una de sus puertas laterales contra un poste de madera abandonado. El trágico accidente solo cobró la vida de la recién casada.


Días después Yesaia seguía sin reponerse de su profunda tristeza. Así que en un ataque de liberación irracional se deshizo del poste y luego condujo hasta dejar atrás la región, aquella que por una brevedad le había dado tanto. Desde entonces no se supo más de él; irónicamente, sí de Blanca. 




Nota del Editor:

Cuenta una misteriosa historia que en cierto punto de la carretera que conecta Puerto Colombia con Barranquilla se aparece una novia vestida de blanco que suele hacer autostop a los conductores. Cuando estos la sobrepasan y creen haberla dejado atrás, se aparece en el asiento trasero del conductor, llegando inclusive a causar accidentes debido al pánico que causa en el conductor del vehículo.

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