Cuando Rubén llegó al pueblo, por las calles el viento corría a sus anchas y una levantisca de polvo, como una niebla, ocultó del lugar hacia donde iba. La gente con recelo lo seguía desde lejos. El caballo rezumaba sudor hasta las patas, el hombre con los labios tostados y la piel quemada por la resolana. Los tacos de sus botas salían del estribo cargadas de la resequedad del camino. Cuando la polvareda se esparcía su sombra se proyectaba sobre el piso. El bigote caía sobre su boca y un chicote de tabaco pendía de sus labios. Descendió de su montura frente a la cantina, su taconeo se sintió sobre el maderamen a la entrada y el golpe de las dos alas de la puerta las cimbró con fuerza. Los que estaban adentro fijaron sus ojos en la fortachona figura del recién llegado y bajaron sus cabezas. Alguien silbó a ritmo lento pero firme. De los labios de Rubén salió una sonrisa, enmarcada por el mostacho negro.
―Un aguardiente doble ―su voz tronó en medio de un silencio cargado de miedo.
―De inmediato ―se atrevió a musitar el cantinero.
―Vengo cargado de muerte ―rugió de nuevo― el asesinato de mi hermano no quedará impune y vengo a cobrarlo ―todos enterraron la mirada. El silbo dejó de oírse. Sus ojos se posaron en el rostro de cada uno de los que se encontraban en la cantina― Yo sé quién fue el gatillero que lo mató, pero también sé de dónde vino la orden ―tan solo se escuchó la respiración que venía desde las mesas.
La gente se arremolinó en las afueras del establecimiento. En ese pueblo olvidado, lo que estaba por suceder había que presenciarlo. A lo lejos se escuchó el ruido de un motor. Tres motocicletas se divisaron sumergidas en la polvareda. Se veían en el horizonte, un sol perpendicular que caldeaba hasta los tuétanos las hacía ver como un espejismo. Los entrometidos de la calle buscaron refugio detrás de los árboles. De la cantina salieron de a uno dejando adentro al cantinero y a Rubén. El ruido de los motores se fue haciendo más intenso y una nube de polvo baño a los curiosos. El sol, el polvo y la tensión desbocaron la transpiración por los cuerpos. En las camisas debajo de las axilas quedaban las marcas de la temperatura. Las cintas de los sombreros se percibían empapadas de sudor.
Aparcaron al lado del caballo que se notó nervioso, presentía algo. Cuando ingresaron al establecimiento, sus ojos se demoraron para ver, mientras desde adentro salió una ráfaga de tiros. De los tres, dos cayeron al suelo, mientras el otro se atrinchero a un costado de la puerta. Se escuchó encender el motor de una de las motocicletas y partir rauda. Afuera nadie se movió, todos permanecían ocultos, expectantes. Rubén terminó el trago que tenía servido, pagó y mientras salía miró en donde habían ido a parar los fogonazos de su arma. Dos de los disparos dieron en la cabeza de los pistoleros. Soltó una risotada, como botando su miedo.
―Díganle al alcalde que luego vengo por él, yo sé quien mandó a asesinar a mi hermano. ―Se montó a su caballo y partió al galope.
Un rato después la policía hizo el levantamiento de los cadáveres, sin que el alcalde se hiciera presente. Eso extrañó a la gente, las preguntas se sucedían, pero nadie tenía la respuesta. Era claro que el hermano de Rubén había defendido su tierra con todas sus fuerzas y por mucho que trataron de hacerlo ir no pudieron, hasta que un día apareció en la plaza, cruzado sobre la montura de su caballo. Días después llegó una nota amenazando venganza y detrás de ella apareció Rubén.
El mandatario nunca más se volvió a ver por esas calles polvorientas. Llegaron chismes de que había muerto en la capital, en una situación que aún no se aclaraba. Lo habían encontrado acribillado a tiros en su casa. De Rubén no se supo más, solo quedó el recuerdo de su figura intimidante.
Ahora una mansa brisa sacude las calles del pueblo, sus casas y a sus moradores mientras se diluyen en el olvido. Permanece en sus mentes el día en que llegó un hombre en una cabalgadura, detrás de él otros en moto, pero solo volvieron a salir uno montando un caballo al galope y otro rastrillando las llantas de su motocicleta. Algunos dijeron: con el olvido, mañana será mejor.
Hola Lucho,buen relato. La acción fluye rápida, sin dar tiempo a quedarse dormido.
Todo gira en torno a la venganza que al final se cumple.
Las motos me descolocan del relato porque me metí en una historia de vaqueros. Tal vez con alguna indicación de fecha en el tiempo, en el cual coexistían caballos con las primeras motos haría el telato más conectado.
Aprendí nuevas palabras:
levantisca,resolana y chicote. Las añado al diccionario perdonal.
En lo folmal ya se han encargado los compañeros de corregirte.
Gracias por tus aportaciones a mi texto.
¡Un abrazo de luz!
¡La imaginación al poder!
Vibe.
Buenas tardes Lucho: Te recuerdo:
"Las reglas siguen siendo las mismas, así que para que nadie se quede sin comentarios, cada participante debe revisar y comentar los tres textos siguientes al suyo en la lista. El que quede al final de la lista, iniciará con los tres primeros, y el que está en la posición 1-, revisa los tres que le siguen y así sucesivamente. Las lecturas salteadas se consideran voluntarias y no corresponden a las reglas rígidas del taller.
Les recordamos que sus comentarios de rigor deben ser más conscientes ya que sus compañeros esperan un aporte significativo de mejoras, en cuanto a forma, contenido y opinión personal.
Un saludo.
Hola Lucho:
Gracias por pasarte por mi relato y dejar tus comentarios. Ahora te devuelvo la visita.
Tu relato lo veo bien hilvanado, y perfectamente descrito. Se palpa la tensión en el ambiente, y el calor del aire, aunque en movimiento, te agobia solo de pensarlo. El silbido me recuerda hasta una gran película del Oeste cuyo nombre no recuerdo pero creo que era de Clint Eastwood. Una escena típica de vaqueros, o de “boiaderos” del nordeste brasileño. Donde te pueden pegar un tiro o una cuchillada por una disputa de tierras, o porque le hayas “tirado los tejos” a la mujer de uno de esos matones.
Además de las motos también me ha parecido extraño lo de la policía,…
Saludos, Lucho
Me toca comentar tu relato con todas las leyes de filtrado por estar entre mis lecturas obligadas.
La Forma: Iniciando con el título, que debería ir pegado "mediodía", ya que aunque se tratara de un día de 24 horas, la mitad es doce. O sea, mediodía.
Desliz de dedo en: >polvo baño a los curiosos. -->>polvo bañó a los curiosos.
> se atrinchero -->>se atrincheró
A mi manera de entender, la policía no hace el levantamiento de cadáveres, eso lo hace medicina forense.
Contenido: La historia, escuchándola con la música seleccionada, me parece un acierto. Pero me chocó un poco la introducción de las motocicletas, cuando ya en mi mente todo era sobre el "viejo oeste"; por lo…
Buenas tardes Lucho, la página de Café Literautas me ha estado jugando algunas bromas y no logro dejar en firme los comentarios. Ya había visitado más temprano tu texto, pero por algún motivo no quedó publicada mi observación.
Te decía en mi anterior nota, que tu texto ha logrado que reviviera en mi interior, mientras iba leyendo tu historia, el mismo sentimiento de temor que me embargaba cuando estuve laborando en algunos territorios con disputas políticas.
La forma en que has narrado, logra expresar de manera muy fiel el sentimiento de ira que domina a Ruben, con quien no quisiera cruzarme en ningún camino.
He disfrutado la lectura de tu participacion en este Blog.
Un saludo.