La tienda de sombreros - Pepe
- Pepe
- 17 jun 2021
- 3 Min. de lectura
El hombre abre los ojos... «¿Dónde estoy?», piensa. Está todo... negro, muy negro, pero no en un sentido figurado, sino en el de que no se ve nada. Además, ni siquiera recuerda cómo ha llegado a ese estado. Es una sensación muy rara, pero no es la única: no puede moverse; como si no tuviera nada más que consciencia y solo consciencia.
«¿Estoy muerto?».
De pronto, siente algo. Un cosquilleo lejano en su mano. Trata de moverla, de tocar sus ojos a ver si adivina por qué no puede abrirlos. Pero nada. Es como si la mano fuera una parte de su existencia alojada fuera de sí. Se desespera. Entonces, siente la conexión del brazo, como si de repente hubiera despertado de un largo letargo. Sin pensar el porqué, comienza a palparse la cara. Toca algo compuesto de una especie de tela o algodón. Tira de él. «¡Oh!», exclama. Un inmenso chorro de luz le ciega. Parpadea hasta que sus ojos comienzan a acostumbrarse. Luego, mira su mano. «¿Qué es esto que tenía en los ojos? —se dice— Es un... ¿sombrero?».
«¿Qué narices hago tirado en el suelo con un sombrero en la cara?». Todo parece indicar que en algún momento ha sentido la necesidad de acostarme en el sitio donde se encontrara y echarse una siestecita. Aunque eso le llena de más dudas, porque, ¿dónde está? Sin pensar en otra cosa se levanta, parece que sus piernas empiezan a recordar sus funciones.
Está en un lugar extraño. Tiene la certeza de que nunca lo ha visto. Es en un pasillo circular, como un reloj, y repleto de estantes rebosantes de sombreros. Algo que le inquieta de nuevo, ya que no ha estado ni conocido ninguna tienda similar. Además, ¿por qué sombreros? Eso debe significar algo, pero no sabe qué.
«Lo mejor será salir de aquí».
Comienza a caminar. Le cuesta. Tiene las piernas engarrotadas y los pies le pesan más de lo que puede soportar. A lo mejor es por eso por lo que se ha caído al suelo. Se ve que un cansancio ha hecho presa de su cuerpo de tal modo que continúa empapado de él. Puede que lo mejor sea recordar cómo ha llegado ahí antes que divagar con la esperanza de que sus fuerzas aguanten más que la suerte de encontrar una salida. Pero no sabe cómo hacerlo.
«Contra el bloqueo lo mejor es llenar la cabeza con cualquier cosa», piensa y comienza a atisbar por todos los lados a ver si así puede activar el tren de los pensamientos. Ve el circular pasillo lleno de estanterías con sus sombreros en ambas paredes y alumbrado por una luz fuerte que hace que todo brille y se distorsione. Un lugar irreal. De pronto, repara en algo dispar. Su mano. Lleva un sombrero. «¿Cuándo he cogido yo esto?», se dice. Entonces, le viene un flashback. No es la primera vez que lo ve. Ese sombrero está empezando a evocar su primer recuerdo, aunque es difuso, opaco, negros, como si no tratara de nada... «¡Claro! —se dice—. Este era el sombrero que tenía en la cara y no me dejaba ver».
Comienza a maldecirse por su estupidez mientras no deja de mirar dicha birreta. Es un simple sombrero de copa, aunque muy bonito. Por eso lo habrá elegido en su momento. Su imagen es hipnótica. Parece que esté solo con él y ese cansancio que no le abandona. De hecho, comienza a sentirlo con tanta fuerza que decide sentarse en el suelo. Eso es algo raro, porque sabe que no es la primera vez que lo hace. Esa sensación le provoca un repentino mareo, como si estuviera presenciando una vivencia pasada. Entonces, decide recostarse en el suelo y, la verdad, tirado en un frío e inusualmente cómodo suelo, mucho mejor. Si no fuera por esa intensa luz. De pronto, se le ocurre una genial idea: ponerse ese sombrero tan bonito que no sabe qué hace en su mano delante de la cara.
«¡Sí!», suspira. Ahora todo es perfecto. Incluso siente sueño. Y, ahora que lo piensa, es lo mejor que puede hacer. No obstante, le asalta otra duda: «¿Llevaré muchos días así?», se dice, aunque con la sensación de que nunca podrá saberlo... Sin embargo, da igual; ahora toca dormir. A lo mejor, cuando despierte todo vuelve a estar en orden, o a lo mejor vuelve a despertar en el mismo lugar y sigue perdido. No puede saberlo, solo dormir y tratar de... ¿despertar?
*
Hola, Pepe. Tu relato me pareció muy interesante y bien escrito, salvo por aquellos pequeños detalles que ya te comentaron. El tema de los sueños es de mis preferidos, pues yo suelo soñar todos los días y al despertarme siempre recuerdo muy bien mis sueños, lo cual me encanta, pues es como si viviera dos vidas paralelas; la real y la onírica. He escrito mucho a este respecto.
Te felicito y te deseo mucha suerte. Un abrazo. Cuídate mucho.
A BERUMEN (17).
Hola, Pepe:
Nos ofreces un espléndido relato de los que la magia del realismo hace que broten intemporales sombreros de copa en un lugar irreal, es decir, todo un complejo ejercicio narrativo que requiere cierta habilidad para profundizar en la realidad ayudándose de la magia de los elementos surrealistas.
También es cierto, que no es la primera ni la segunda vez que abordas este género tan sugerente, y como en anteriores ocasiones vuelves a crear otra gran historia.
Coincido con la interpretación de nuestro compañero Jesús Ramos (Verso suelto) en la creación de una alegoría, más que de la vida diría del sentido de la vida y la muerte o de la existencia humana, y de todo el proceso q…
Pepe, desasosegante relato. Casi es como cuando te despiertas por la noche y ¿razonas? pero no te puedes mover. A mi me ha ocurrido alguna vez. salu2
Hola, Pepe. Vaya relato más intrigante. Un bucle alrededor de un sombrero que puede representar lo que la imaginación del lector considere. Yo he visto en él preocupaciones, problemas insalvables y, si me permites la broma, un colocón del quince. Con pocos elementos has conseguido mucho: Una sombrerería imposible que es el laberinto de su vida del que no puede salir, una mano, que es su ser, irreconocible, un sombrero que seguramente no lo es, y el esfuerzo por recomponerse. Me ha parecido estupendo. Un buen relato para divagar sin sacar conclusiones, aunque las haya, porque cada cual es libre de encontrar la salida del laberinto a su modo.
Por comentar un detalle. En “…aunque es difuso, opaco, negros… mejor…
Hola Pepe soy Esther, que luego de tu grata visita, paso a saludarte.
Me encantó tu relato. Con un solo personaje lograste tensión y misterio, mantuviste atento al lector esperando la revelación de aquella situación tan extraña. ¿Por qué veía negro? (concuerdo con Menta que no era necesario aclarar). Pero como ahí no terminaba el "surrealismo onírico" (coincido otra vez con ella en la calificación)la historia continúa hasta que con dificultad el hombre se levanta y descubre el sombrero en su rostro. Logra ver un pasillo con forma de reloj, y más aun que era una tienda repleta de sombreros.Todo el cuento te lleva a sentir sueño y el cuerpo pesado. Por eso encuentro muy bien el final donde él…