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Las Hermanas - Carlos Alma - (R)

Diez días se convirtieron en quince, veinte, un mes....Yo acababa de aterrizar allí con la intención de encontrarla aunque el inspector de policía insistiera en que había registro de su salida del país. “Puede que su hermana haya decidido continuar su aventura y no se lo haya dicho” Aquel no era el tipo de decisión que mi hermana tomaría; “improvisar” y “aventura”no formaban parte de su vocabulario. No, ella seguía allí, en alguna parte. Las primeras pistas fueron fácil de encontrar. Su frondosa cabellera dorada, que siempre había provocado las envidias de todas nosotras, tampoco había pasado desapercibida en la localidad. Los trabajadores del hotel la recordaban perfectamente, sobre todo los que habían recibido una generosa propina antes de su partida. Generosidad sí forma parte del vocabulario de mi hermana, siempre ha tenido un gran corazón. Incluso el conductor de taxi que la recogió para llevarla al aeropuerto la recordaba perfectamente; al parecer ese día su hubo una emergencia en su familia y tuvo que arreglar que mi hermana siguiera el viaje con un compañero suyo en un taxi diferente. Esto es lo que me contaba el taxista en el umbral de su puerta mientras que su hijo, un niño de unos ocho años, cabizbajo y con un brazo escayolado, se agarraba con fuerza a la pierna de su padre. A partir de ahí todo se vuelve confuso. En menos de un mes su compañero vende el taxi y se muda a otra ciudad. Parecía un cambio de vida muy apresurado. “No señora, esto ha llevado mucho esfuerzo y organización. La señorita de la que me habla fue mi último cliente como taxista, fue todo por hacer un favor a mi compañero, se lo debía ¿sabe?”. Se negó a darme su nueva dirección y colgó el teléfono. El cambio de taxi se había hecho en un bar a mitad del camino entre el hotel y el aeropuerto. La mujer que lo regentaba no parecía tener el menor interés en hablar conmigo pero sus manos pararon de trabajar la masa de maíz cuando describí a mi hermana y su pelo de color de oro. “La señora se tomó una infusión fría mientras esperaba, yo misma se la preparé”, me contaba de nueva inmersa en su tarea, “después el taxi llegó y se la llevó”. “¡Se la llevó, se la llevó!” “¡Héhe caroocot se la llevó!” Lo que a primeras sonaba como un transistor viejo resultó ser un loro enjaulado al otro lado del bar. “¡Héhe caroocot se la llevó!”, repetía una y otra vez el pájaro parlante. La puerta tras la barra del bar se abrió de repente, un hombre bigotudo con manchas de sudor en la camiseta salió precipitadamente y se llevó la jaula con el pájaro parlanchín cerrando tras él con un portazo. La mujer siguió amasando. —¿Héhe caroocot? ¿Es ese el nombre del taxista? —Señora, no sé el nombre de ese taxista y dudo mucho que ese maldito loro lo sepa tampoco. Ahora si me perdona tengo otros clientes que atender. — Dicho esto se limpió las manos y desapareció por la misma puerta. Averiguar que Hehe caroocot, era una palabra del dialecto local para el veneno de Datura confirmó mis peores sospechas. El rastro de la burundanga me llevó al mercado de Sopora, nombre que provocaba un cierto recelo entre la gente del distrito por su relación con la magia negra y la santería. El ambiente era de celebración más que de comercio. Entre los pasillos repletos de cuernos de venado, ungüentos y fetiches la gente bailaba y cantaba: “¡Por la Santas Hermanas ! ¡Por fin juntas!” Me mezclé entre ellos, y los seguí, zarandeada, hacia los sótanos del mercado por una escalera que se iba tragando los cánticos y vítores de la muchedumbre. Distinguí al niño escayolado a los hombros del taxista, la mujer del bar y el bigotudo compartiendo una botella de licor. Incluso me pareció ver a algún trabajador del hotel...el inspector... Desde sus altares, iluminados por velas, tres cadáveres de mujer engalanados ofrecían sus brazos rígidos, con manos huesudas y piel seca como el cuero, a los que traían dinero, tabaco y alcohol como ofrendas. Bajo sus velos y tiaras caían sus melenas: una negra como el carbón, la otra roja como el fuego, otra marrón como la tierra...y por último... la hermana dorada.

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