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Las ánimas - K. Marce - (R)


www.karenmarcescorner.wordpress.com


Esta historia es real, o al menos, eso creyó mi madre. Nunca supe si era verdad o no, aunque lo relataba con absoluto convencimiento, y es por ello que deseo compartirla ahora. Pese a que he sido testigo de hechos sobrenaturales, esa experiencia fue demasiado extraña para mi comprensión.


Mi abuelita Amalia, optó por llevarse a sus tres hijos al pueblo donde se había criado. No era un evento agradable, la tía-abuela había fallecido y la costumbre era velarla delante de los amigos y familiares. Mi madre tenía unos cinco años de edad. Su hermano mayor tenía siete, y el pequeño dos. Era una niña muy hermosa, de mejillas redondas, rizos negros con un lazo, muy al aire de Shirley Temple, con su vestido corto de vuelitos y zapatos con hebilla en charol. Por lo que todas las primas y tías querían cargarla y jugar con ella. Pero ningún niño se siente a gusto entre gente vestida de negro, moños llenos de canas y sonrisas sin dientes. Por lo que todo aquello la abrumaba.

Siendo casi una aldea, en una época cuando no había luz eléctrica, aquella casa de pisos de tierra y paredes de cal, le era oscura. No le gustaba nada, tampoco ese olor a encierro y viejo. Todo se puso peor, cuando llegó el ataúd y de una de las habitaciones, sacaron a una señora pequeña para meterla dentro de él.

—¿Por qué acuestan a esa viejita en ese cajón, mamá?

—Porque su alma ya se fue al cielo. Pero al cuerpo hay que velarlo.

No entendió nada. A medida que la pequeña sala se llenaba de sillas y de gente, se sentía aburrida. Por lo que comenzó a corretear a su hermano para distraerse; causando que todas las señoras se molestaran por el irrespeto. Mi abuela, los sentó de regreso en la silla y les dio la orden.

—En los velorios, los niños no juegan. Rezan.

Pero mi madre no sabía rezar. Lo único que pensaba era a qué hora iban a dar la cena, porque ya estaba oscureciendo y el camino desde la ciudad a ese pueblo había sido muy largo. Tenía hambre. Su hermano mayor tampoco estaba feliz, por lo que comenzaron a darse de manotadas para divertirse. Mi abuela, a la mirada hostil de sus tías solteronas, tomó a los niños de un brazo y los metió en la habitación de donde habían sacado a la señora menuda.

—Se quedan aquí los dos, hasta que yo regrese —cerró la puerta.

Pero era una habitación fría y oscura. Su hermano mayor después de un rato de dar vueltas, se aburrió por lo que se acostó en la cama. Ella hizo lo mismo. No tardaron en quedarse dormidos.


Rato después, abrió los ojos, y vio un tenue brillo que se reflejaba en la pared que veía. Las sombras eran danzantes, por lo que se preguntó de donde venía la luz. Se restregó los ojos y vio a su hermano profundamente dormido. Al girarse, vio a un grupo de mujeres, con rosario en mano, todas vestidas de blanco, con velos sobre sus cabezas y una vela en la mano. Eran seis señoras, todas rezando en círculo.

Se sentó en la cama observándolas un rato. No entendía la jerigonza que decían. Por un momento pensó que eran todas las tías. Hasta que el vaho comenzó a salir de su boca, y sintió mucho frío. Trató de despertar a su hermano sin éxito. Se bajó de la cama, trató de salir, pero no pudo abrir tampoco la puerta.

—Tengo hambre... —dijo a media voz. No respondieron, se acercó un poco más a las señoras — Tías..., quiero salir.

Una de ellas rompió el círculo. Con un huesudo dedo le dio señal de silencio sobre el velo. Todas se giraron y apagaron de un soplo sus velas. Ella gritó tan fuerte como pudo. Mi abuela llegó a la habitación con una lampara de gas. La pobrecilla dijo que las tías la habían asustado, contándole todo lo que había ocurrido.

—No, no eran las tías. Fueron las animas porque no quisiste rezar conmigo.

Mi madre recibió de una de sus tías un rosario y una cinta de color bermejo, que ataron a su muñeca, para alejar a los espíritus.


Mi madre con el tiempo se hizo creyente evangélica, pero aseguraba que esa visión fue para darle una lección de la importancia de los rezos.

Hasta ahora, no sé si por su cansancio, su hambre, o por el velorio en si, solo tuvo una pesadilla, o si en verdad vio a las animas del purgatorio.



Nota del Editor:

Las ánimas son descritas como seres y espíritus buenos que aún están en el mundo con el propósito de proteger y ayudar a quienes rezan por ellas.

Según la tradición oral, las ánimas son seres que aparecen vestidos de blanco, con capucha y con velas en las manos. Generalmente no suelen descubrir su rostro.

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