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Esta historia es real, o al menos, eso creyó mi madre. Nunca supe si era verdad o no, aunque lo relataba con absoluto convencimiento, y es por ello que deseo compartirla ahora. Pese a que he sido testigo de hechos sobrenaturales, esa experiencia fue demasiado extraña para mi comprensión.
Mi abuelita Amalia, optó por llevarse a sus tres hijos al pueblo donde se había criado. No era un evento agradable, la tía-abuela había fallecido y la costumbre era velarla delante de los amigos y familiares. Mi madre tenía unos cinco años de edad. Su hermano mayor tenía siete, y el pequeño dos. Era una niña muy hermosa, de mejillas redondas, rizos negros con un lazo, muy al aire de Shirley Temple, con su vestido corto de vuelitos y zapatos con hebilla en charol. Por lo que todas las primas y tías querían cargarla y jugar con ella. Pero ningún niño se siente a gusto entre gente vestida de negro, moños llenos de canas y sonrisas sin dientes. Por lo que todo aquello la abrumaba.
Siendo casi una aldea, en una época cuando no había luz eléctrica, aquella casa de pisos de tierra y paredes de cal, le era oscura. No le gustaba nada, tampoco ese olor a encierro y viejo. Todo se puso peor, cuando llegó el ataúd y de una de las habitaciones, sacaron a una señora pequeña para meterla dentro de él.
—¿Por qué acuestan a esa viejita en ese cajón, mamá?
—Porque su alma ya se fue al cielo. Pero al cuerpo hay que velarlo.
No entendió nada. A medida que la pequeña sala se llenaba de sillas y de gente, se sentía aburrida. Por lo que comenzó a corretear a su hermano para distraerse; causando que todas las señoras se molestaran por el irrespeto. Mi abuela, los sentó de regreso en la silla y les dio la orden.
—En los velorios, los niños no juegan. Rezan.
Pero mi madre no sabía rezar. Lo único que pensaba era a qué hora iban a dar la cena, porque ya estaba oscureciendo y el camino desde la ciudad a ese pueblo había sido muy largo. Tenía hambre. Su hermano mayor tampoco estaba feliz, por lo que comenzaron a darse de manotadas para divertirse. Mi abuela, a la mirada hostil de sus tías solteronas, tomó a los niños de un brazo y los metió en la habitación de donde habían sacado a la señora menuda.
—Se quedan aquí los dos, hasta que yo regrese —cerró la puerta.
Pero era una habitación fría y oscura. Su hermano mayor después de un rato de dar vueltas, se aburrió por lo que se acostó en la cama. Ella hizo lo mismo. No tardaron en quedarse dormidos.
Rato después, abrió los ojos, y vio un tenue brillo que se reflejaba en la pared que veía. Las sombras eran danzantes, por lo que se preguntó de donde venía la luz. Se restregó los ojos y vio a su hermano profundamente dormido. Al girarse, vio a un grupo de mujeres, con rosario en mano, todas vestidas de blanco, con velos sobre sus cabezas y una vela en la mano. Eran seis señoras, todas rezando en círculo.
Se sentó en la cama observándolas un rato. No entendía la jerigonza que decían. Por un momento pensó que eran todas las tías. Hasta que el vaho comenzó a salir de su boca, y sintió mucho frío. Trató de despertar a su hermano sin éxito. Se bajó de la cama, trató de salir, pero no pudo abrir tampoco la puerta.
—Tengo hambre... —dijo a media voz. No respondieron, se acercó un poco más a las señoras — Tías..., quiero salir.
Una de ellas rompió el círculo. Con un huesudo dedo le dio señal de silencio sobre el velo. Todas se giraron y apagaron de un soplo sus velas. Ella gritó tan fuerte como pudo. Mi abuela llegó a la habitación con una lampara de gas. La pobrecilla dijo que las tías la habían asustado, contándole todo lo que había ocurrido.
—No, no eran las tías. Fueron las animas porque no quisiste rezar conmigo.
Mi madre recibió de una de sus tías un rosario y una cinta de color bermejo, que ataron a su muñeca, para alejar a los espíritus.
Mi madre con el tiempo se hizo creyente evangélica, pero aseguraba que esa visión fue para darle una lección de la importancia de los rezos.
Hasta ahora, no sé si por su cansancio, su hambre, o por el velorio en si, solo tuvo una pesadilla, o si en verdad vio a las animas del purgatorio.
Nota del Editor:
Las ánimas son descritas como seres y espíritus buenos que aún están en el mundo con el propósito de proteger y ayudar a quienes rezan por ellas.
Según la tradición oral, las ánimas son seres que aparecen vestidos de blanco, con capucha y con velas en las manos. Generalmente no suelen descubrir su rostro.
Hola, Marce:
Primero, ¡gracias por todo!
Me ha parecido un relato interesante, bien escrito y ambientado y bastante terrorífico. Sobre todo por su calidad de experiencia real.
En cuanto a la forma, tan solo he encontrado algunas cosas que puede que ya te hayan comentado l@s compañer@s:
- Comas que faltan:
En "Esta historia es real, o al menos, eso creyó mi madre." falta una coma entre "o" y "al menos".
En "Todo se puso peor, cuando llegó el ataúd y de una de las habitaciones..." falta una coma entre "y" y "de una de las habitaciones..."
En "Su hermano mayor después de un rato de dar vueltas, se aburrió por lo que se acostó en la cama. "…
Buenas noches Karen: Antes que nada quiero agradecer tu generosidad y tu trabajo, estoy muy a gusto en este espacio.
Al leer tu cuento, vuelvo a recordar las ceremonias de los velorios, tan misteriosos y prohibidos para los niños; por lo menos en mi familia.
Tu historia nos lleva con tranquilidad a esos momentos que siempre son dolorosos y que son acompañados por leyendas o creencias que se transmiten de generación en generación. Por lo tanto tengo que felicitarte por rescatar de la memoria a las ánimas, esos seres blancos e inmateriales que siempre acompañan a los velorios y cementerios, sean verdad o no.
Describis con gracia y ternura lo narrado por tu Abuelita y Mamá. No encuentro ningún aspect…
Saludos, a mis compañeros:
El Chaval: La compañera que relatas no se encuentra en mi listado de participaciones, por lo que no puedo confirmarte el nombre con el que ha participado, si lo hizo, en este reto.
Tomaremos nota para que busquemos forma de identificarnos...
Saludos, María Esther
Gracias por pasar a leer mi relato del mes, uno muy de mi familia, como cuento obligado de noches de lluvia y apagones.
Recuerdo que cuando mi mamá nos contaba esta historia, yo siempre tuve también esa inquietud del porque los metieron en esa habitación. Con el tiempo mi mamá nos llevó a esa casa, que yo la imaginaba mucho más grande. Ya estaba bastante maltrecha. Y la casa tenia una estructura…
Hola, Vespasiano.
Gracias, amigo, por pasar a leer mi relato del mes. Siempre agradecida de tu visita.
Es un plácer y honor para mí, seguir en este bonito blog, para que como dices, sea un sitio de encuentro entre todos nosotros.
Aprecio mucho tus palabras. En realidad, esa era mi intención, contar esta historia como si se tratase de un relato oral. Se me escaparon algunos detallitos que si son necesarios de mejora, pero la idea central es relatar esa experiencia tan sobrenatural que mi madre creyó haber vivido.
Como comenté al inicio, yo misma he pasado por mis momentos de vivencias sobrenaturales, pero este siempre me ha inquietado mucho. Porque mi madre, no conocía esa leyenda y que siendo…
Jesús Ramos
Agradecida por tu colaboración en la lectura y revisión de mi relato.
Sobre la nota que me indicas, de "llevarselos" a "llevarse", creo que va muy correcto. Tuve mis dudas al momento de corregir si dejarlo o no, si era la palabra adecuada, etc. Pero no deseaba pasarme de las palabras obligadas y tener que explicar. Mi abuela fue madre sola, así que para esa época ya no tenía esposo, y a donde ella iba, le seguían los hijos. Siendo algo transitorio lo correcto es tal como indicas.
Y a veces sigo con el enorme problema de calar una coma en cualquier parte.
Este mes leí todos los relatos cuando llegaron, porque había que saber de qué iba…