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Leyenda de la china del Paso del Durazno - MT Andrade- (R)


cuento


En épocas pretéritas no existían puentes y los ríos se atravesaban en lugares llamados cruces o pasos. Estos solo podían ser utilizados cuando los ríos estaban suficientemente bajos. El resto del tiempo, durante las frecuentes crecidas, solo cabía esperar a que el agua descendiera y el caudal de agua permitiera atravesarlo sin mayores riesgos.


En las proximidades de un cruce muy utilizado se encontraba un frondoso duraznero que hizo que el lugar se conociera como Paso del Durazno. De más está decir que los ríos suelen presentar frecuentes lugares donde, con mayor o menor caudal, se pueden cruzar. La actual ciudad de Durazno, que a este paso debe el nombre, está ubicada al sur del río Yi, y próxima al antiguo cruce. Antiguamente tenía uno más largo San Pedro del Durazno.


En 1903 se construyó el primer puente en la zona, un puente de madera, sumergible, (hoy reconstruido) y en 1964 se inauguró, más alejado, el puente actual. El paso se continuó utilizando para el transporte de ganado. Por este lugar atravesó el río el éxodo del pueblo oriental durante la lucha independentista, liderada por José Artigas en 1811.


Cuenta la leyenda que durante el cruce del río, el nivel del agua iba en aumento y con ello el caudal pronto haría el paso intransitable. Una mujer, montada en ancas en el caballo de uno los gauchos se soltó, primero del hombre de quien estaba abrazada, luego de su poncho y fue arrastrada por las aguas cada vez más potentes. El río continuó creciendo minuto a minuto y el cuerpo nunca fue hallado.


Poco después algunos solitarios viajeros que cruzaban por el paso relataron una experiencia alucinante. La de una mujer que se enancaba sobre el caballo en una de las orillas y bajaba en la otra, una vez atravesado el río. Se habla de testigos ubicados en la orilla o en otros caballos. Hubo varios que espantados por este hecho tornaron a mirarla y terminaron en el agua. No hubo cuentos de ahogados, que si los hubo no pudieron relatar el suceso. Eso hizo que la leyenda dijera que si al cruzar notaban que la mujer montaba con ellos debían continuar como si nada sucediera. Al llegar a la orilla la china bajaría. Si en ese momento miraban, nada verían.

(China: término de origen quechua que refiere a la mujer del gaucho).


Ya venido a Montevideo, de estudiante volvía con frecuencia por la ciudad. Era casi un rito llegarnos a la orilla del río, juntar leña y asar despacio un costillar mientras se desgranaban los cuentos, los mates y el vino. Éramos siempre los mismos, Julio con los cuentos de su misión militar en Panamá, el negro Suarez con sus cuentos de milico, mi viejo hablando de cosas de hospital mientras atendía el reel, el Oreja con sus cuentos de la base aérea y algún otro que iba variando. ¡Ah! Y yo, muy joven, que poco les creía, con mis cuentos de Montevideo.


En épocas de tupamaros y dictaduras ningún tema estaba vedado. El negro Suarez estaba por jubilarse y uno de los temas que había salido era el de la china del Paso del Durazno. Todos nos sorprendimos al oírle contar que la mujer había cruzado el río en su caballo.

—No mientas negro, vos no sabes ni andar a caballo —le dijeron y rieron.

—Juro que es verdad —aseguró el policía. —De esto hace años, solía tener un zaino en un campito atrás del cementerio. Siempre hacía más o menos el mismo camino, seguía al costado de la vía, que después iba remontando hacia la cabecera del puente del ferrocarril. Yo seguía más abajo y cruzaba al lado del puente viejo. Era un día de tremendo calor, del agua se desprendía un vaho espeso, pesado, crucé y me quedé casi todo el día calentando el garguero en el boliche del parador, enseguida del puente.

»Al volver… les aclaro que había cruzado un montón de veces y nunca había pensado en esa bobada. Pero esa vez sentí, mismo, que algo se había acomodado en el anca del caballo y como que había tirado del recado. Me acordé… crucé muy durito, ni miré, y como contaban nomás, cuando llegué a la orilla, sonó como si alguien se hubiera dejado caer del caballo. Torcí el cogote y miré. No sé si fue el sol que se reflejaba o qué, pero vi una mujer de cabello bermejo y ropa blanca que desaparecía entre las aguas.


Nadie lo tomó por mentiroso.



Nota del Editor:

La zona que en la actualidad ocupa la ciudad de Durazno era conocida como “Entre Ríos Yí y Negro”. Los primeros habitantes, minuanes, charrúas y algunos yaros, ocuparon hasta el siglo XVII esas tierras. Es una zona con muchas leyendas, desde tiempos de su fundación, hasta otras en tiempos más actuales.

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