En mi adolescencia, durante los meses de verano tuve un novio muy especial. Había tanta complicidad entre nosotros que los demás amigos pensaban que estábamos locos. Lo estábamos.
Os aseguro que el amor que sentía por él me transportaba a un mundo paralelo donde la dicha era total. Para seguir viviendo con los demás seres terrenales, tenía que disimular mi auténtica felicidad. Pedro y yo pasábamos juntos casi las veinticuatro horas del día.
Pero cuando llegó el otoño, el mismo viento que hizo desprenderse las hojas de sus árboles: a cada uno de nosotros nos empujó suavemente por distintos caminos muy separados entre sí. Nunca más volví a verlo y aun así, todavía mi alma tiene el ansia de encontrarlo y sigue buscándolo incluso entre las multitudes. Mi vida posterior ha estado siempre marcada por esta experiencia positiva y ha hecho que mi actitud sea de agradecimiento porque gracias a aquellos días inolvidables conocí lo sublime.
Hace casi dos meses que estamos confinados en nuestras casas esperando que la pandemia del coronavirus nos deje salir y volver a la vida cotidiana. Durante los primeros días de confinamiento, sorprendentemente, pensaba en muchas ocasiones en aquel joven dinámico, despierto y gentil y no llegaba a comprender qué era lo que me despertaba su recuerdo, aun así, me gustaba porque me hacía sonreír.
Recibí un wasap de una vieja amiga de mi juventud. La llamé por teléfono y estuvimos más de una hora poniéndonos al día de nuestras vidas. Casi al final de nuestra larga conversación me comunicó que Pedro, estaba ingresado por coronavirus y llevaba varios días en la UCI.
Me culpabilizaba por no haber entendido que se quería comunicar conmigo y me llamaba poniendo recuerdos, casi olvidados, en mi memoria. En ningún momento había pensado que pudiera estar enfermo. Sentí que nuestras almas necesitaban encontrarse en un punto común para no sentir la soledad.
En nuestra adolescencia, un punto de encuentro era la música. Iba a intentar buscarle entre las notas de las canciones y sus letras. Había una canción que nos gustaba mucho. Me dirigí al ordenador para buscar en YouTube. Estaba nerviosa, ansiosa, ¿cómo se llamaba? ¿lo había escrito bien?
No tuve suerte. Me acordé que era una canción de una película que habíamos visto juntos: intente de nuevo y letra a letra escribí en el buscador: “canción de la pelicula don Juan de marco” Y apareció a la derecha de la pantalla: Bryan Adams - Have You Ever Really Loved A Woman?. Sí. Esta era la canción que me susurraba al oído cuando estábamos tumbados viendo el firmamento estrellado.
Mientras la volvía a escuchar, sentí profundos deseos de rezar, deseaba pedir que se mejorara; para que se recuperara; para que no se muriera. Pero llevaba mucho tiempo sin practicar y presentía que no iban a ser escuchados mis rezos. Vi clarísimo cual era el camino para acercarme a él, cantar muy bajito nuestra canción. Así en los días de cuarentena canté miles de veces la canción. Antes de dormir encendía el mp4 y escuchaba la canción que tenía grabada mientras suplicaba que no sufra, por favor, que se ponga pronto bien. Mañana será mejor...
Pero una noche, ya en la cama, encendí el mp4 y escuché una música desconocida, era imponente, tanto, que me congeló la sangre en las venas y sentí como en ese preciso momento, su alma estaba dejando el cuerpo. Extrañada miré la pantalla y vi que estaba escuchando la radio, no era mi canción de don Juan. La reconocí inmediatamente era: Immortality de Aakash Gandhi. Pedro se dirigía a lo sublime. Me incorporé y grité: ¡Esperame!
Buenas noches Leonardo_Ossa: Muchas gracias por los comentarios que has escrito sobre mi relato. La vida es incomprensible en la mayoría de los casos y aquí estamos nosotros que queremos contarla para comprenderla.
Espero leerte el próximo reto. Un saludo, Menta
Hola Menta, agradezco tu gentileza al dedicar tiempo para leer mi texto y comentarlo en la participación de este mes.
La lectura de "Lo Sublime" me resultó muy agradable, una historia que también tocó algo de mis recuerdos.
El final me ha parecido impactante, muy acertado.
La frase del comienzo con el viento del otoño me ha gustado bastante, le da a la historia un toque muy romántico y en ocasiones siento que la vida es así de frágil, que las historias se parten por brisas pasajeras.
Muchas gracias Menta, espero volver a leerte.
Saludos.
Buenas tardes Vespasiano y Osvaldo Vela: Muchas gracias por la visita y lectura a mi relato.
Vespasiano, las correcciones ya las he aplicado en el texto en limpio.
Osvaldo, me siento poetisa después de tu comparación. Muchas gracias y hasta pronto. Deseo lo mejor para la pandemia en México. Un abrazo, Menta
Hola Menta.
Con el puro título tuve para recordar un remedo de poema perdido en el tiempo. Esencia que retrata, casi con dulce indolencia tu texto. Aquí te envío el pensamiento de un Pedro Natural: “Sublime”.
El primer amor es sublime Sientes cosas muy bonitas Divagas que al perderle La muerte preferirías
Te enamoras de su cara Te enamoras de sus ojos Te fascina su sonrisa Y su voz tan modulada
Amanece en tu pensar Todo en ella es único En ella todo es perfecto Que grandioso despertar
Al estar despierto quisieras Todo tu tiempo pasar Con ese regalo del cielo Tan perfecto, de donde más
De solo tocar sus manos …
Hola Menta:
Hace un par de días leí tu relato y lo comenté. Le di a enviar y hoy veo sorprendido que no se ha publicado.
Así que vuelvo a intentarlo y espero que esta vez con éxito.
Hola Menta:
Gracias por haberme leído y haber dejado tus comentarios.
Ahora comentaré el tuyo y con la mejor intención del mundo te señalaré aquello que creo puede ser mejorado. Si te parece oportuno tenlo en cuenta, si no lo puedes desechar.
Tu relato lo he tenido que leer varias veces, pero no porque no lo hubiera entendido, sino porque he visto idas y venidas en el tiempo que me han llamado la atención.
Todo esto que te apunto, lo hago sin…