top of page
nuevo logo trailorbrand.JPG
  • Facebook
  • Instagram
  • Pepe

Locuras de la limpieza- Pepe- (R)

Mi blog: https://entreunascuatroesquinas.blogspot.com/



—¿Un café con...? —dice el Doctor Pine, mi único amigo.

—Nada más.

—Venga, yo invito; no es ninguna molestia.

Bajo la mirada. Ya sé que no es molestia, que unas tostadas con tomate, queso y jamón serrano, a mi amigo, no le supondrán nada, pero es que ya llevo mucho abusando de su lenidad. Cada día, aunque solo entre semana, nos reunimos aquí, en su despacho, y charlamos de banalidades. Incluso echamos unas risas. Y sí, casi siempre, me suele convidar al desayuno. Algo que agradezco, mi economía es peor que mi trabajo de mozo de limpieza.

Él coge el teléfono y hace la comanda. Luego, se recuesta y me pregunta cómo estoy; me ve irregular. Aunque irregular no es la palabra. Más bien extenuado, lívido, exangüe... ¿Por qué?, pues por la insipidez de mi quehacer diario. El ríe y dice que también se encuentra de alguna manera similar, pero que pasar tiempo conmigo le ayuda a sentirse mejor. No sé si creérmelo; parece una técnica terapéutica, aun así, me relaja. Siempre sabe cómo hacerlo.

Es un insigne doctor en psiquiatría. Decenas de títulos enmarcados dan cuenta de ello, y, a pesar de estar al cargo de la clínica, una larga lista de pacientes bregan por citarse con él. Sin embargo, aún saca tiempo para charlar con el pusilánime “limpiarretretes” de su amigo. De hecho, si poseo esta ocupación es por él:

Me contrató a cambio de cama con pensión completa en la misma clínica que dirige. La pega es que el holgado vulgo de trabajadores del centro me aborrece. Tienen celos de mi serendipia y conspiran echarme. Sus miradas les delatan. Incluso, en ocasiones, han intentado hurtarme los bártulos de limpieza, como si estuviera haciendo algo indebido. Menos mal que mi egregio amigo siempre aboga en mi defensa; si no habrían acabado conmigo.

Al rato, un auxiliar entra con el almuerzo.

—Déjelo ahí mismo —dice el doctor con su sonrisa de barbián y señalando una mesilla delante de un pequeño sofá.

Él obedece, aunque, antes de irse, me mira a mí y al carrito de limpieza que tengo aparcado en un lateral y suelta una socarrona sonrisa. Será berzotas. ¿Qué pasa? ¿A ti también te gustaría tener un trato así del Jefazo?

Sin embargo, el doctor se levanta y me anima a que le acompañe al sofá.

—¿Sigues tomándote las pastillas que te receté?

—Claro. —Es cierto, nunca le defraudaría.

—Bueno, pues tengo otras mejores, siéntate y tómatelas —y al decir eso saca unas capsulitas que deposita junto a mi taza.

Con la ayuda del humeante brebaje, me trago los medicamentos. Él, sin embargo, se queda de pie, agarra su café, solo ha pedido eso, y se va pensativo hacia el ventanal de la pared lateral mientras yo comienzo a comer y hablar de necedades.

Al rato, me dice:

—Sabes, Horacio —así me llaman—, tenemos que cambiar la dinámica de estos encuentros.

Ese comentario me pilla por sorpresa, casi me atraganto con el último trozo de jamón.

—¿Cómo? Esto..., sé que puedo ser un estorbo, pero...

—¿Estorbo? —me corta con una risilla aguda, casi un vagido—, ¡no hombre!, además, no vamos a dejar de vernos.

—Entonces, ¿qué has querido decir?

Él apura su café y mira el reloj. Es tarde, lo noto.

—Por eso no te preocupes, el lunes lo hablamos. Ahora ve a descansar.

—¿Descansar? —río—, si tengo toda la planta por limpiar.

—Ya... —Su expresión se torna algo dubitativa—. ¿Y si lo dejas por hoy? Llamo a alguien para que se lleve tus cosas y te vas derecho al cuarto. Además, puede que ese nuevo fármaco haga alguna reacción, así que hazme caso, «es una orden» —termina sarcástico mientas agarra el teléfono. Yo no protesto. La verdad es que, con la panza llena, un poco de sesteo me vendrá bien.

A los pocos segundos entra uno de mis bascosos compañeros de limpieza. El doctor se aproxima y le dice algo por lo bajo. Entonces, el indeseable coge mis bártulos, me mira con desgana y dice.

—Vamos, vente.

Eso me enfurece.

—No necesito que me acompañes —comento incómodo—. ¡No estoy loco!, solo es que vivo aquí, entre orates, nada más.

—Maldito interno de los huevos —susurra, aunque lo bastante fuerte para que lo oigamos, sobre todo el doctor que empieza a reprenderle por tamaños modales.

Yo, sin embargo, doy media vuelta y me largo a prisa para que nadie me siga.

—Hasta el lunes, Horacio —oigo ya desde el pasillo, eso me reconforta—. Recuerda: tómate las píldoras nuevas.

*




102 visualizaciones21 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

El mensaje de las 10 y 10 - Amadeo- (R)

VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Al atardecer, mientras corre en el parque un solo kilómetro, por su edad de setenta y uno años, el sobrepeso y antecedentes de salud según la recomendación del médico,

EL DEMONIO BAJO LAS AGUAS - PROYMAN1- (R)

VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Últimamente el agua de la zona estaba contaminada y no conocíamos el motivo, las enfermedades asolaban a los habitantes del valle y los servicios sanitarios estaban de

La Revelación - Wanda- (R)

Sitio web: http://unrincondelalmablog.wordpress.com/ VOLVER A RECOPILACIÓN MAYO, 2023 Miré impaciente al reloj de la estación del tren que marcaba las 9:30. Contaba con el tiempo para llegar a la sala

bottom of page