─“Caminando en línea recta, no puede uno llegar muy lejos” dice El Principito y nosotros ya llevamos horas en esta misma dirección. Se me hace interminable.
─Sí, ya deberíamos haber llegado. O mejor dicho, debimos quedarnos en un hotel cercano al aeropuerto y no viajar de noche por un lugar desconocido.
─Bueno, ya debemos estar cerca. No te preocupes tanto.
Pero la verdad es que la noche no llegó sola, la acompañaban el hambre y el frío. No teníamos agua y en aquella planicie no se miraba ni una luz donde parar.
─Detente, voy a pedir ayuda.
¡Estamos perdidos! Fue lo único que alcancé a decir al 911 antes de que la comunicación se cortara. Mi esperanza era que rastrearan la llamada, pero eso no era más que una posibilidad.
─Estoy muy cansado. Mejor mañana temprano, ya con la luz del día, podemos continuar nuestro camino.
Abrazados, contemplamos la luna que parecía mirarnos y conocedora de nuestra angustia hacía esfuerzos por brillar más para alejar el miedo que cada minuto aumentaba.
Así, nos quedamos dormidos y no fue hasta el día siguiente que un oficial de la policía tocó la ventana y nos volvió a la realidad.
─ Esta ruta quedó abandonada hace años porque es muy larga y deshabitada. En el entronque, tomando hacia la derecha pueden encontrar hoteles, cafeterías, supermercados etc. Hay pueblos pequeños a todo lo largo del camino. Además, vayan a donde vayan les tomará la mitad del tiempo.
Regresamos y tomamos la dirección correcta. En un abrir y cerrar de ojos llegamos a nuestro destino.
Hay cosas que no cuestan un centavo y son maravillosas como esa luna llena que parecía hacernos un guiño, como diciendo ¡No estuvo mal! Nos acompañó todo el tiempo e iluminó una noche que pudo haber sido oscura y fría.
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