Querida madre.
¿Cómo están todos? No le extrañe mi carta en vez de la vídeo llamada habitual. Necesito desahogo y ya no tengo saldo hasta el próximo mes. Además usted es la única que puede comprenderme y consolarme. Aquí a nadie a le puedo contar sin vergüenza lo que me ocurrió ayer.
No se alarme, los abuelos son muy buenos, ya le he hablado a usted de ellos, que no dan mal ninguno. Y no fue con ellos, sino con su hijo mayor. Ese guachaca y abusador —que lo sabe el pueblo entero, aunque lo digan solo en susurros— de quien ahora espero un hijo.
Anoche cuando ya había acostado a los dos ancianos y estaba terminando de recoger la cocina entró sin avisar como siempre hace sin tener en cuenta que, aunque no sea la dueña de la casa, me debe un respeto. Sabía a lo que venía porque lo ha hecho más veces y no quería que sucediera ni una más.
No tuve tiempo ni de quitarme el delantal y ya estaba frente a mí. Pegando su cuerpo al mío me preguntó si los abuelos habían pasado el día bien. Me retiré de inmediato y le di las noticias: los habían vacunado pero sin ninguna reacción. Avanzando hacia mí resolló, echándome encima su aliento de alcohol y deseo, y balbució que iba a quedarse a dormir en casa por si pasaban mala noche.
Mostrándole uno de los cuchillos de mesa que acababa de fregar le ordené que se fuera, que yo sola me bastaba para atenderlos si surgía algún problema. Se rio en mi cara y entonces con un movimiento rápido, busqué el machete que le gusta usar al abuelo, y lo interpuse entre ambos. Aproveché su desconcierto para continuar mi defensa. Le tumbe de un rodillazo en los “güevos”, como dicen aquí, y después lo patee.
Aullaba y se retorcía de dolor pero no me importó. Sin mirar atrás — con la ropa de casa— corrí hacia el bosque en busca del árbol que destaca entre todos los demás; el que usted me dijo que llamara mi hada porque al ser tan espigado la magia se esconde en sus ramas más altas. Llovía fuerte, fuerte, como lo hace aquí en primavera. A los pocos minutos estaba empapada y tenía las zapatillas destrozadas porque no hacía más que tropezar y tropezar con la maleza del suelo. El viento era tan furioso que parecía haber dado vida a aquella masa verde, llenándola de ruidos y sombras que se movían constantemente. Cada dos o tres zancadas me giraba para comprobar que él no me seguía.
Tenía ya pocas fuerzas y mi árbol, al que le he confiado tantos secretos y me ha dado tanta calma en este país en el que todo me sigue pareciendo extraño, no aparecía. Tenía miedo de no encontrarlo y, bajo la terrible tempestad, no poder hallar el camino de vuelta a casa.
Entonces grite y, en ese instante, un rayó iluminó el tronco en el que, piedra a piedra, he ido dibujando la cara de mi maga. Me paré ante ella agradecida y a mi espalda sentí un bramido triunfante.
— ¡Te he encontrado, ya no te escapas!
A la vez, un trueno inmenso rompió el aire, aterrorizada me refugié al pie del árbol. Crujió y se desplomó tan rápido que él no pudo reaccionar y lo atrapó.
Creo que murió en el acto porque aunque estuve allí mientras duró la tormenta no se movió, ni oí queja alguna. Después volví a casa y no he sabido nada más, ni creo que nadie piense en mí porque cuando salí bajo la lluvia no había un alma por la calle. No sé si mi hada que me ha librado de ese mal hombre, podrá también protegerme de todo lo que, temo, me viene encima. Soy unA inmigrante sin papeles y nadie creerá que fue un accidente.
He dado el desayuno a los abuelos y ahora le escribo a usted porque necesito que alguien sepa lo que ha sucedido. No sé lo que puede pasar, sea lo que sea, sepa que la quiero. Por si no los vuelvo a ver dígales todos los días a mis niños que no los olvido.
Besos, besos, besos.
Su hija, Marcela
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Hola María Jesús, tu relato es estremecedor, muestra una dolorosa realidad de estos tiempos deshumanizados que transcurren guardando las apariencias. Un día todo se desploma y una fuerza sobrenatural protege a la mujer. Aunque nadie crea su versión ella piensa en sus hijos y su madre que serán el único sostén y motivo de su sacrificio.
Te felicito por la forma de narrar un tema tan delicado.
Nos seguimos leyendo
Buenos días Mª Jesús.
Escribir una tragedia es muy difícil, si no se hace bien puede convertirse en una pantomima o parodia de tragedia. No es el caso. Me he creído la voz de Marcela y su desgracia. Está contado sin alaridos, con cierta serenidad dado los acontecimientos, y el formato de la carta que da para poder describirlo desde cierta calma posterior (los saludos a la madre, la educación, dar noticias de la salud de los abuelos, la despedida formal...)
Por otro lado, no lo has convertido en un panfleto sobre la chica emigrante abusada, irradia humanidad y veracidad (me lo creo, me creo tu ficción)
Una sugerencia: quizás no se hace necesario el que quede embarazada del violador,…
María Jesús:
Me corresponde comentar tu relato, en el que veo el viejo tema de la chica abusada, puesto en términos mágicos.
Sabes crear un desarrollo interesante, con cuota de suspenso y con desenlace esperable.
Pulcramente manejado el lenguaje; no tengo observaciones, salvo la de un posible error mecanográfico en “Aquí a nadie a le puedo contar” y las tildes que ya te han señalado.
Cordial saludo.
Hola Mª jESÚS
una historia bien contada de abusos que explicada a una madre que le habrá dejado con el corazón encogido.
Esta es tu versión, pero una vez explicas que tiene hijos, creo que sobra el que digas lo del embarazo, pero si que abusa de ella otras veces y entonces trata de acabar de una vez.
Voy a exponerte algunas observaciones: creo que sobra que iba con la ropa puesta. No había pasado nada todavía.
Primero hablas de un rayo y después un trueno, pero lo dejas inconcluso.
Creo que quedaría mejor : Un trueno inmenso rompió el aire y aterrorizada me refugié junto a la figura del hada, al tiempo que un rayo caía sobre el árbol…
Hola, María Jesús.
Gran relato, muy bueno, como dice Jesús R.A., con las palabras justas. Me gusta el tono íntimo con el que inicias el relato.
Tal vez yo considero diferentes a las hadas de las magas, pero puede ser una cuestión cultural.
Necesitas un acento en Grité. Si no, cambia su entonación y cambia su sentido.
Me dolió el rio sin acento.
Mis saludos
Laura (11)