Pasó la noche dando vueltas y vueltas en las sabanas sudadas, repitiéndose lo que Moore le dijo, con la indulgencia de un monarca interesado en la juventud, pero haciéndole sufrir el peso de su augusta autoridad: ¿Por qué no cambia de tema? El trauma del nacimiento en una sociedad de ovíparos inteligentes parece algo enrevesado, inútil para desarrollar una historia. Si quiere escribir tonterías, hágalo, pero apiádese de los lectores y nunca las publique. Y cada que cerraba los ojos el estómago se le encogía y la cama desaparecía y era como si estuviera colgado en el vacío, envuelto en un silencio glacial igual al que se apodero de los asistentes al encuentro con Moore, cuando él buscó apoyo y nadie lo defendió, ni siquiera aquellos, que tanto le animaron a mostrar su historia. Abrió los ojos, lamentándose por no haber refutado la severa sentencia, porque dos copas de vino y un canapé le hicieron creer que haría el ridículo. Y siguió dando vueltas hasta que se sumió en un sopor intranquilo. Despertó, preguntándose: Si no soy nada junto a Moore, ¿por qué se ensañó conmigo?, ¿le gustará pisar cucarachas? No quería levantarse, pero meses atrás había aceptado coordinar el tour que el club de fans organizó, para convivir con Moore. Más, a pesar de sus obligaciones contractuales, el autor se disculpó y envió a su esposa en su lugar. Una rubia sosa que saludó a Lara, mirando hacia otro lado como una duquesa renuente a relacionarse con parias. Despreció el emparedado Moore´s Special, que prepararon los chicos del club. Soy vegetariana, dijo. Y el presidente empezó su discurso sobre los sitios a visitar y su relación con la obra de Moore. Ella bostezó. Quizá para charlas cultas tenía de sobra con las del marido. Es fea para ser esposa de Moore, alguien dijo. Pero Lara creía saber, que veía Moore en ella, parecía una mujer fiel hasta la frigidez. Se llamaba Ana, era uruguaya.
Ustedes perdonen, si ya sé que parezco monja, estuve enferma, dijo Ana, justificando su horrible camisón rojo. Lara creyó que, como todas las feas, aquejaba cierta vanidad y quería la imaginaran sin el camisón. Forzó la imaginación para complacerla, pero la siguió viendo triste e insípida. Visitaron The Dakota, donde vivió Crowley, filmaron Rosemary's baby, asesinaron a Lennon y violaron a la mamá de Moore, según él contaba. Pero Ana lo encontró aburrido. ¿Y qué hay que hacer acá, aparte de ver edificios viejos? Nada, mintió Lara, pero entre la 14 y Houston hay una vagabunda a la que llaman Winehouse. No canta bien, tampoco se parece a Amy. Es solo una puta loca que te amenaza con sacarte los ojos si pasas por ahí. Ana sonrió. Ya rotó el hielo, Lara decía estupideces mientras viajaban en metro, cuando sin darse cuenta posó su mano sobre la pierna de Ana. Ella reaccionó como si quisieran violarla. Él se apresuró a retirarse, dejando entre los dos un espacio virtuoso. Pero eso hizo que Ana se sonrojará. Está casada con un viejo. Moore será un crack de las letras, pero en la cama debe oler a formol, pensó Lara.
Al final del día en un parque del Bajo Manhattan, los chicos escenificaron un pasaje de Necrozoofilia, la novela de Moore. Lara notó la tos neurótica de Ana, su zapato bailarín; y al cerrar el tour, se ofreció acompañarla. Sus labios se rozaron al despedirse. Un taxi pasó de largo, y ellos entraron a la iglesia de San Jorge. Entonces Ana se le abalanzó, le clavó las uñas con ansias de madre en celo y se hincó como un perro que lamia dulcemente. Se siguieron viendo por las tardes. Ana parecía obsesionada, llamaba día y noche. Y en un giró dramático le dijo a su esposo que quería quedarse un tiempo en New York, canceló su vuelo a Londres. La noticia le cayó a Lara como una patada en los huevos, pero se concentró en lo suyo, y dejó una nota a Moore un día antes de que se largará: ¿Sabes quién se coge a tu mujer? Date una vuelta a tu propia habitación hoy por la tarde. Su venganza estaba casi consumada, además se libraría de Ana.
Pero Moore nunca llegó. Meses después envió al club su nueva publicación, titulada Dioscuros, iba sobre el trauma del nacimiento en una sociedad de ovíparos inteligentes. Estaba firmada y dedicada: Espero ya te hayas librado de Ana cuando leas esto. Gracias. Yo tampoco la soportaba.
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