Tláloc Dios Azteca de la lluvia estaba sentado frente al ventanal favorito en el palacio de la campiña, el verdor resaltaba el campo, la cosecha había sido abundante y el pueblo estaba feliz, su reinado era satisfactorio para los dioses y para sus súbditos.
Con dos palmadas llamó y un asistente entró en la estancia—que venga Corzi ordenó al asistente.
Un hombre alto vestido con túnica, sandalias y desarmado entro en la estancia:
—Me has llamado Divinidad, estoy a tu voluntad.
—Corzi desde tu nacimiento estas destinado a ser un importante representante ante el universo de nuestro mundo, he decidido enviarte al reino de Latenadi como muestra de concordia entre nuestros reinos, la cosecha ha sido generosa con nosotros y nuestros súbditos te propongo que partas a Latenadi para hablar con Odila su diosa gobernante y como regálo entrégale este noble asno alado.
—Hare caso a tus deseos Tláloc, pero en caso de guerra nuestro ejército es capaz de enfrentarse al de Latenadi y salir victorioso.
— No quiero la guerra entre nuestros pueblos y ofrezco a Odila la abundancia que los dioses nos han concedido pero a cambio quiero la paz tan frágil entre nuestros reinos.
—Cuando a de partir tu voluntad.
—Mañana saldrás al amanecer, el viaje es largo y necesitaras suerte para realizarlo con éxito.
—Me hace falta poco, mis necesidades las obtendré del espacio que recorreré con mis caballos alados.
—Con nuestro ofrecimiento Odila la diosa comprenderá nuestra buena voluntad y allanará nuestro deseo de paz.
En el Universo los planetas estaban despertando cuando Corzi espoleó a sus caballos y partió cruzando los confines que le llevarían a Latenadi.
El viaje duró varias jornadas y por fin en el lejano Universo divisó el reino de su destino, al entrar fue parado por la guardia imperial y mostrando las credenciales de Tláloc fue llevado ante la diosa Odila.
Estaba Odila sentada en un trono de madera tallada sin apenas adornos ni joyas, de indefinible edad, pero muy mayor, el rostro de facciones dulces lleno de arrugas y manchas, las manos y brazos mostraban la comezón del paso de los tiempos, junto a ella un pequeño mono alado jugaba con las cintas de sus ropas.
— Qué te trae por este Universo Corzi conocí a tu padre hace muchos lustros y también sé que ya no se encuentra entre nos.
—Gracias Diosa Odila por acordarte de mi padre, pero vengo en nombre de Tláloc para ofrecerte grano, frutas, vino, y este noble asno con la mejor voluntad y deseos de paz.
—¿A qué se debe tanta generosidad? Querido Corzi.
—Queremos un tratado de paz entre nuestros reinos y a cambio te ofrecemos lo dicho.
—No me parece mal la propuesta de Tláloc, pero debo consultar con mis consejeros, descansa, disfruta de los placeres que te ofrece Latenadi y cuando lo considere te daré mi respuesta.
No tardó en llegar, descansaba junto a una joven ofrecida por el Dios del placer y fue citado para la entrevista con la Diosa Odila.
Corzi recibió de Odila un sello destinado a Tláloc con la misión de entregárselo personalmente.
—Mi respuesta está en ese sello—dijo Odila—parte cuanto antes.
Corzi montado en sus caballos alados cruzo los confines del Universo y llegó al Reino de Tláloc entregando el sello con la respuesta.
Tláloc lo recibió al cabo de los días y le fue revelada en secreto la respuesta de Odila.
—La Diosa Odila acepta nuestra propuesta y para cerrar el acuerdo nos cita en el Reino de Juno dentro de tres Lunas es condición el que tú viajes conmigo.
En el Reino de Juno se celebró la entrevista con banquetes y grandes festejos, se intercambiaron regalos el oro estaba en ellos, Corzi recibió uno especia,l le fue ofrecida la joven que había conocido en su viaje, hija de un Dios que le propuso contraer matrimonio aunque Corzi no aceptó.
La paz entre los dos Reinos se consumó antes de romperse de nuevo siglos después.
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