Mi desafío: He querido probar con multiplicidad de personajes, diálogos y tiempo verbal
Mark permanece oculto entre la fronda de helechos y ramas en un repecho del terreno protegido en un tronco caído apoderado por el musgo. Calcula que estará a unos setenta metros de la casa, distancia perfecta para ver sin ser visto y atinar en su objetivo. Conoce bien el sitio. No es la primera vez que ha permanecido apostado ahí esperando a su víctima. El calendario hace días que indica que el otoño ha llegado cargado de color. Bonito día para una excursión por el bosque, piensa, pero eso es lo que menos le preocupa en este momento. El viento levanta un murmullo en las temblorosas hojas. Mark se impacienta esperando la señal y acerca el visor de su arma al ojo. Localiza a Lysa junto a Brayan en el remolque del tractor. Janeth está jugando en el granero.
Izan tiene diez años recién cumplidos, ha corrido mucho hasta su escondite que nadie conoce, está sudoroso e impaciente esperando el momento de salir para atrapar a Janeth, a Lysa y a Brayan. Siempre que vienen sus primos juegan a policías y ladrones. Como siempre, pide hacer de policía. Quiere ser el protagonista de la redada para emular a su padre como Jefe de Policía. “Iría es demasiado pequeña; con Alan no puedo contar pues es el rey del despiste y está pensando en otras cosas. En seguida les dejarán fuera de juego y entonces actuaré yo”, dice para sí.
Rebeca, como cada día, charla en la mecedora del porche con su hermana Margaret mientras vigilan a los niños en el prado.
Se escucha una voz:
—¡Janeth, te veo, sal afuera! ¡Estás en el granero con el robot transformer! —, grita Iría alborozada.
Silencio.
—¡Janeth, venga, sal de ahí, te veo!
—Sí, es verdad, ella está ahí —corrobora Alan.
Otro silencio. Al poco tiempo se oye la voz enojada de Janeth.
—Vale, ya salgo, pero es trampa, no me habéis dado tiempo de esconderme, además tenía dos vidas.
—Eso era ayer y no toques ese botón del robot tantas veces que me lo vas a romper —le grita Iría.
Brayan corre agachado a esconderse debajo del porche, pero Alan, que está cerca, le dispara una bola con su bazooka que impacta en su espalda.
—Estás muerto, Brayan.
—¡Me has hecho daño, eres un tonto! Ya verás, se lo voy a decir a tía Margatet. Te va a castigar sin venir.
—¡Como se lo digas, te la cargas!
—Niños, no os hagáis daño. Entrad y lavaos las manos para cenar.
—¡Oh, no, mamá!
—Jo, Mamá, estamos jugando al escondite. ¿Podemos seguir un poco más?
—¡Por favor, tía Margaret, dile a mamá que nos deje un poco más, porfa!
—Tenéis cinco minutos para recoger todo y entrar, ya tendréis tiempo para jugar después de la cena.
Mark está acostumbrado a esperar. El sol ha empezado a ocultarse detrás de los abetos. Oye llegar un coche. Intuye que el juego está a punto de terminar. Se incorpora ligeramente y dirige el cañón hacia la casa. Mientras gira el mando del visor con su pulgar, una imagen se perfila con nitidez. Está de espaldas; sabe que no puede verle y se levanta completamente. El movimiento hace que un grajo se asuste y salga revoloteando para desaparecer entre los bojes. Cualquier despiste puede ser fatal.
Izan, desde su atalaya privilegiada observa la escena. Una vez más no han descubierto su lugar secreto. Sigue siendo solo suyo y podrá usarlo después. El aleteo del grajo ha llamado su atención. Dirige la mira telescópica de su carabina de aire comprimido que le regalaron al cumplir los años hacia la zona, el reflejo del sol poniente en el cristal de la mirilla de Mark, le marca la posición.
Pasados unos instantes, nuevamente se oye la misma voz:
—Niños, a casa. Ha llegado papá. Hora de cenar —grita fuerte Rebeca para ser oída.
Papá. Es la palabra clave.
Se oye un disparo seco que reverbera en los árboles y altera la colonia de grajos que huyen despavoridos en todas las direcciones en una batahola desacompasada de graznidos. Cuando el eco se diluye, queda el silencio en una suerte de conjuro con el sol que se despide, la brisa de las montañas, las hojas en su caída, los grajos y los gritos de los niños. Instantes después, se vuelve a romper el silencio con un grito desgarrador.
El objetivo queda tendido en el suelo al lado del coche con la cabeza reventada.
Hola, Cristina. Entretenido y complejo no es mala combinación. Tr gradezco la visita. Ahora me paso por tu relato.
Un abrazo.
Hola Isan! Tu relato es entretenido y complejo a la vez. Impacta el final por lo terrible aunque así es la vida, ¿ no es verdad? Ya te hicieron varios comentarios bien jugosos, para entretenerte.
Sigue escribiendo, tienes condiciones. Gracias.
Crisha
No he escrito,
Gracias Isan
Hola, fergonta.
Por más vueltas que le doy a la lista de relatos, no te encuentro con ese nombre, así que si eres tan amable de decirme cual es el número de tu relato, te lo comentaré.
Gracias por pasarte.
Un saludo.
Hola Isan: para no repetir del comentario de los compañeros, te diré, que el desenlace es pertinente, ya que no se sabe el por qué del tiro fatal. Hay muchos nombres infantiles, lo que me desconcierta al cabo de leer un párrafo.
El título es exacto, ya que es un juego de policías y ladrones.
El ambiente es como bucólico, y el final, es totalmente inesperado.
¡Muy ameno de leer!