“La que de amarillo se viste, a su hermosura se atiene” Cierto. Esa tarde, me sentía un crisantemo. Me estrené un vestido de tira bordada y esperé a que llegaras. Estaba lloviendo, pero para mí, brillaba el sol de la alegría, de la ilusión y del amor. ¡Cuántos años hace de eso! pero aún te amo como aquel día. Tu camino, no fue el mío por muchos años pero nos volvimos a encontrar… Así empezaba a escribir una novela romántica, pero mi hermana que piensa y siente diferente a mí, me dice ─Solo en su cabeza cabe ese romanticismo, eso ya no existe, no se vende─ Quizás tenga razón, pero entonces ahora ¿cómo se expresa ese sentimiento que se llama amor? Sintiéndose culpable al ver mi desánimo, agregó ─Escriba algo fuerte, sobre una pasión, un triángulo amoroso quizás. Mate a alguien, los lectores de hoy son diferentes, ya no son pasivos, vivimos en un mundo de guerras, de traiciones, de envidias, de falsedades y mentiras.─ Cerré mi cuaderno, no podía continuar escribiendo. Ella tenía razón, el cambio había llegado tan lejos que se había metido entre las letras y yo ya no podía controlarlas. También había llegado a los corazones y los había vuelto fríos, prácticos, analíticos. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo dar vida a personajes así? ─Lea las noticias─ seguía diciendo. Vea la realidad y escríbala. Tal vez pueda encontrar un camino de vuelta y ayude a otros a volver. No dé nada por sentado, recuerde que “de la cuchara a la boca, se cae la sopa.” Lloré, de tristeza y desaliento. Ella tenía razón. Pero yo tenía mi verdad y esa era que no importa qué tiempos vivamos ni qué cambios sufra el ser humano, mientras exista el amor, hay esperanza. Yo, ¡Aún te amo! ¿y tú?
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