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RESPUESTA DE SÁBADO - Kein V. Raad - (R)

El detective Méndez tocó el timbre e inmediatamente fue recibido por la doctora García: —Siga, por favor. Dígame, ¿es cierto?¿Ya lo sabe? —Efectivamente, solo he venido a confirmar algunos de los hechos que fundamentan mi teoría. El detective fue conducido hasta la sala donde hacía tres noches había sido hallada sin vida la menor de las García. Tras acomodarse, abrió su cuaderno de notas e inició la indagación: —¿Puede relatarme, esta vez de manera muy concisa, lo que sucedió? —Sí, claro. El sábado 21, a eso de las siete de la noche, escuché desde mi habitación un estruendo, así que llamé a gritos a Clarissa y, al no obtener respuesta, bajé hasta aquí, donde minutos antes la había dejado leyendo. Y allí estaba, muerta sobre el sillón. —Perfecto. —¿Cómo dice? —Que vamos bien, a eso me refiero. ¿Está segura de la hora del incidente? —Pues sí, ýo regresaba de trabajar como todos los días y recuerdo haber escuchado las siete campanadas del reloj mientras subía a cambiarme de ropa, poco antes del disparo. Méndez se levantó y caminó un poco por la sala, examinándolo todo. Luego simplemente se sentó y continuó: —Para aclarar, usted es doctora en… —Medicina. ¿Es eso relevante? —Depende. ¿Examinó el cadáver? ¿Notó el disparo? ¿Por qué no llamó a la policía? —Sí… Verá usted, era una mujer sola, en una casa apartada y sin coartada. ¡Entré en pánico!—exclamó, luciendo muy afectada. —Umm… Entiendo. A propósito, ¿cómo era su relación con su hermana? —Realmente nos llevábamos mal, éramos demasiado diferentes. El detective la miró fijamente y le enseñó una fotografía que sacó de su bolsillo: —Este collar de oro, ¿le pertenecía? —Sí, reconozco el dije en forma de león, obsequio de mi difunto padre. Dijo haberlo perdido hacía una semana. ¿De dónde lo han sacado? —Tranquila. Ya le explicaré. ¿A qué se dedicaba la señorita Clarissa? —Era ingeniera y trabajaba desde casa. Aunque hoy estaría viajando como consultora al otro lado del país. —Cuando esa noche acudió a este lugar... ¿Recuerda si la chimenea estaba encendida? ¿Y qué hay de la ventana? ¿Aún abierta? —La chimenea se encontraba encendida; pero extrañamente, la ventana estaba abierta. El detective empezó a parecer confiado y su interlocutora confundida. —De acuerdo. Ahora bien, ¿sabe qué libro había estado leyendo su hermana? —”Narraciones extraordinarias” de Poe, su favorito. —Interesante… Más allá del reciente traslado del cuerpo, todo en este lugar permanece en el mismo sitio. ¿Es correcto? —Así es. —¿Y qué me dice de la salida de la señorita García el sábado anterior a la tragedia? ¿Quién fue la persona que dijo haberla visto en el mercado? —Uno de nuestros vecinos. —¿Le parece de fiar? —Totalmente. —Bueno, eso es todo. Gracias por su tiempo. Méndez no pronunció palabra alguna durante varios minutos, en los que pareció repasar todo en su cabeza. Releyó algunas anotaciones y finalmente dijo: —Doctora, me temo que su hermana se suicidó, y quiso señalarla como principal sospechosa de asesinato. No soportaba la idea de morir del tumor que le aquejaba... y que usted desconocía, ¿cierto? —¿Tumor? ¿Pero cómo...?, explíquese por favor. —Por supuesto. Esto fue lo que sucedió: “Hace un mes que a la señorita Clarissa le fue detectada una masa en el cerebro; hecho reportado por su médico particular. Una semana antes del deceso, exactamente el día 14, ella salió al mercado con la única intención de encargar a un hombre, que trabaja allí solo los sábados, recuperar un artefacto del cobertizo. Esto lo haría recién pasadas las siete de la noche del día 21, sin preguntas al respecto. Como pago le dio el collar. Cuando el momento llegó, la señorita García accionó remotamente el mecanismo del rifle que desde el cobertizo apuntaba a su cabeza, a través de la ventana convenientemente abierta. Luego lanzó el control remoto a la chimenea, antes de que concluyese el tiempo programado en el artefacto de su propia invención. En mi laboratorio se identificaron los restos del control en la chimenea. Por otro lado, el collar y un calendario, con el día 21 marcado, fueron hallados en la residencia del “cómplice”. Además, pude ver fácilmente que el libro que leía aquella noche fue devuelto a su lugar en el estante, lo que sugiere que no hubo total sorpresa para ella en el crimen. Fue algo premeditado y que no podía posponer, dado su compromiso laboral. Esa es la triste realidad”. Inevitables lágrimas aparecieron en el rostro de la doctora y una mano compasiva se posó sobre su hombro.

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